Opinión
Zanahoria y garrote
Por
Rodrigo Guerrero
La violencia
urbana tiene muchas causas y es iluso pensar en controlarla atacando únicamente
una de ellas
Del debate realizado la semana pasada en el Concejo sobre la modificación de la
hora zanahoria quedaron algunas cosas claras. Quedó claro que si bien el número
de homicidios (expresión máxima de la criminalidad) disminuyó el año pasado, la
disminución se debió de manera exclusiva al efecto del primer semestre por
cuanto en TODOS los meses del segundo se observó un aumento comparativo. Dicho
en términos coloquiales Cali ganó el 2008, a pesar haber perdido el segundo
semestre.
Quedó claro también que la tendencia al aumento de homicidios del segundo
semestre se continúa en éste año. Según los datos del propio Observatorio
Social de Cali, en los primeros tres meses tuvimos 75 homicidios más que en el
año anterior, muertes que se concentraron principalmente en las horas de la
madrugada del domingo y del viernes en la noche. Cuando las muertes ocurren en
la noche y especialmente en los fines de semana, es lógico pensar que éstas se
deban a consumo de alcohol. Esto fue ratificado por Medicina Legal, al
certificar que efectivamente se encontraron elevados niveles de alcohol en gran
porcentaje de las víctimas. Puesto que en julio de 2008, la Administración
Municipal, acogiendo la petición del gremio de empresarios de la noche, amplió
en una hora la Ley Zanahoria y a partir de ese momento comenzaron a elevarse
los homicidios, es lógico y consecuente que la misma Administración haya
reversado su decisión.
El alcohol es un potente agente sicotrópico que tiene
efectos similares a los de la cocaína, aunque su consumo sea legal y estimulado
oficialmente, como lo hace el Gobernador del Valle en un comercial de radio, su
consumo elevado o compulsivo, -cinco tragos o más en una hora- está demostrado
que se asocia con comportamientos conflictivos y de violencia. Por tanto,
tratar de disminuir su abuso hace bien a la sociedad.
La justificación de reducir la hora zanahoria se basa en la presunción de que
al tener menos tiempo para beber el consumo de alcohol se disminuye. Ahora
bien, si por falta de control de la Secretaría de Gobierno y de la Policía o si
el consumo se desplaza a municipios vecinos, reducir una hora no tiene efecto.
Si Cali decretara ley seca durante las 24 horas, pero por falta de control, el
consumo no disminuyera, no se habría hecho nada. Las medidas represivas —que
llamamos de ”garrote”—, como la disminución del horario o el control de los
bares improvisados en los andenes o de la venta en las estaciones de gasolina y
otros sitios, son eficaces como medidas de choque, pero no resuelven el
problema de fondo.
Menciono algunas medidas adicionales indispensables, a título de ejemplo: apoyo
económico y social a las labores de la Policía y la justicia; educación
ciudadana en tolerancia y en los efectos nocivos de la violencia intrafamiliar;
programas para ofrecer a jóvenes vulnerables, que son a la vez víctimas y victimarios,
educación y oportunidades de inserción social; inversión social masiva para
mejorar el entorno de las comunas más afectadas –en cinco comunas está la mitad
de todo el aumento observado de la violencia en el primer trimestre-.
La violencia urbana tiene muchas causas y es iluso pensar en controlarla
atacando únicamente una de ellas, como es endureciendo la Ley Zanahoria. El
conjunto de las intervenciones necesarias para controlarla deberían estar bajo
una política pública de seguridad que, desafortunadamente, no existe en Cali.