La verdad sobre la mentira
Octubre 25 de 2009



Por Isabel Peláez

Leer las micro expresiones faciales es el mejor método para detectar a un Pinocho. ¿Qué tan buen mentiroso es usted?

En los 12 minutos que usted empleará leyendo este artículo, una persona común y corriente habrá dicho tres mentiras. Al terminar el día, usted mismo habrá inventado unas 20, el promedio diario de mentiras en un mortal.

Sin darse por enterado, a estas alturas del día, a usted le habrán dicho una docena de falsedades en sólo cuatro conversaciones que haya sostenido, teniendo en cuenta que por cada charla de diez minutos se dicen tres mentiras. Que quede constancia: no estamos hablando de embusteros profesionales.

Todos, absolutamente todos mentimos. Pero, como dice la terapeuta de pareja Mara Tamayo, las mujeres lo hacemos para agradar a otros, y los hombres para lucirse o ganar poder.

Para mentir, asegura la psicóloga, se requiere más esfuerzo mental que para decir la verdad, y según un reciente estudio británico, uno se tarda un 30% más de tiempo elaborando una mentira, que recordando un hecho verdadero.

Tal afirmación tiene cimiento científico. Jorge González, neurólogo de la Universidad Católica de Chile, dice que cuando las personas mienten, al medir su actividad cerebral se observa que se activan más regiones del cuerpo que cuando la persona está diciendo la verdad.

Mentir es genético

La ciencia atribuye la mentira enfermiza a un gen que se arrastra hasta la quinta generación: bisabuelo, abuelo, papá, hija, hija de la hija, cuando no se transmite por contaminación ambiental.

Si se trata de mitómanos consumados, está comprobado que su cerebro es distinto al de las personas normales.

Los mentirosos crónicos tienen un 14% menos de materia gris y un 22% más de materia blanca en la corteza pre-frontal que las personas normales. Eso explica por qué los mentirosos compulsivos no pueden inhibir su deseo de mentir.

Según los especialistas, el hecho de tener mayores conexiones neuronales en esta zona, también les da mayor habilidad para inventar sus historias.

Por eso, si a los siete años su hijo sigue diciendo mentiras, ¡cuidado!, es candidato a convertirse en un mentiroso patológico a medida que crezca.

A esa edad, muchas fantasías deben haber sido erradicadas, advierte la psicóloga Mara Tamayo. En su consultorio abundan las citas con niños mentirosos. Sus mentiras obedecen a una baja autoestima, a que son hijos de padres separados, viven en un hogar conflictivo o violento y construyen un mundo de mentiras sobre lo que en realidad quisieran para su vida.

Sea cual sea la razón que lleve a la mentira, es fácil detectar a un mentiroso, teniendo en cuenta que nuestro lenguaje corporal dice siempre la verdad.

Según Erika Rosenberg, asesora científica de ‘Lie to Me’ (Miénteme), serie de Fox en la que un investigador detecta a los criminales a través del lenguaje no verbal, hay verdades fugaces que se revelan en nuestra cara y que los detectores de mentiras llaman: micro expresiones.

“El objetivo del mentiroso es encantar, deleitar, proporcionar placer. La base misma de la sociedad civilizada”. Óscar Wilde, escritor.


In fraganti


El ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, fue presa fácil de los cazadores de mentiras, tratando de negar su desliz con la becaria de la Casa Blanca Mónica Lewinsky. Para comprobarlo con sus propios ojos, sólo busque en youtube el video de su famosa frase: “No tuve relaciones sexuales con esa mujer”.

Mientras su índice derecho señala hacia el frente aseverando, su mirada va hacia el lado izquierdo. Para un sabueso de verdades a medias como el doctor Cal Lightman (Tim Roth en ‘Lie to Me’), “eso pasa cuando mientes. Tu mente trabaja tanto inventando mentiras, que tu cuerpo no se sincroniza”.

También mintió Cecilia Bolocco cuando dijo de su esposo Carlos Menem: “Es el hombre que amo con toda mi alma, lo voy a acompañar en todo”. La mentira se denota en ese ligero gesto de ‘sí’ y ‘no’ que hace con la cabeza, previo a la frase.

Al ex presidente argentino lo atraparon los cazamentiras en más de un discurso rascándose su nariz de Pinocho. Ese es claro indicio del mentiroso, pues según estudios científicos, los hombres tienen tejido eréctil en la zona nasal, que pica cuando esconden algo. Como lo es cuando, frente a un periodista, un entrevistado sube los hombros sin razón aparente.

Las abuelas no mentían al decirnos que “más rápido cae un mentiroso que un cojo”. En su libro ‘Cómo detectar mentiras’, el psiquiatra Paul Ekman, de la Universidad de California, concluye que no es tan difícil descubrir a un mentiroso, pues, por hábil que sea, sus gestos faciales lo delatarán.

Dice el experto que basta fijarse en detalles: un gesto sostenido por mucho tiempo, la ausencia de movimiento o el pestañeo frecuente. 43 músculos combinados producen 10.000 expresiones faciales, y 78 de ellas son indicadoras de mentira.

En el rostro de quien miente se pueden descubrir múltiples cambios: los músculos faciales se contraen, el rostro se enrojece levemente. El rubor puede significar vergüenza, turbación o culpa. Pequeñas gotas de sudor aparecen en el labio superior y en las sienes. Los músculos de la frente se tensionan. Desaparecen las arrugas de expresión. Las cejas pierden su arqueo natural, y la sonrisa su simetría habitual, provocando la mueca típica de la mentira: forzada y de labios apretados.

A veces los traiciona una carcajada suave y de corta duración, que no guardan relación con el tema de la charla. La nariz se dilata o se enrojece. Se saliva con frecuencia. Cuando no hablan, los labios permanecen apretados. El mentón, tenso, se desplaza hacia abajo. Las pupilas se agrandan, la mirada se desenfoca o se orienta a un punto fijo. El estrés de mentir aumenta la frecuencia del pestañeo.

Un dato adicional: las expresiones verdaderas no permanecen más de diez segundos en la cara. Así que si una expresión se extiende por más tiempo, seguro es falsa, afirma el psiquiatra Paul Ekman, de la Universidad de California.

No sólo la cara cuenta verdades, el cuerpo también. Sentarse en el borde de la silla, implica que la persona finge; jugar demasiado con las manos, indica nerviosismo; cruzarse de brazos y piernas, impide la entrada a su mundo.

Haga memoria, ¿a dónde iban las manos de su anterior pareja mientras le decía que lo amaba? ¿A la cara? ¿Frotando una oreja, un ojo, tapando la boca, rascando la nariz? Fíjese la próxima vez.

·  EL CEREBRO: según las universidades de Pennsylvania y de Temple, cuando alguien miente, el lóbulo frontal está más activo y tiene más actividad.

·  LA NARIZ: no les crece a los mentirosos, pero sí les causa escozor, lo que se conoce como ‘efecto Pinocho’. También se dilatan sus vasos sanguíneos, haciendo que se vea más hichada y roja.

·  LAS PIERNAS: los que ocultan algo, las mantienen cruzadas. Cruzar las piernas o los brazos significa que la persona no está abierta psicológicamente al otro. A eso se suma un tic: mover el pie y mirar hacia otro lado.

·  LAS MEJILLAS: se sonrojan levemente, en señal de perturbación, por temor a ser descubierto en la mentira.

·  SONRISA: la sonrisa hipócrita implica un esfuerzo forzado para los músculos de la cara, y no se sostiene por más de unos segundos.

·  EL CORAZÓN: al mentir, aumenta la presión arterial, la frecuencia cardíaca y respiratoria, y hay sudoración.

·  LAS MANOS: sudan. Son demasiado rígidas al expresarse, o el mentiroso las mueve sin razón.

Test

¿ES USTED UN BUEN MENTIROSO?

·  1. Cuando salió de compras con su mejor amiga, usted:

a. Le dijo que la ropa le quedaba ¡divina!, y una de sus cejas se arqueó contra su voluntad.

b. Le dijo que el pantalón de lamé dorado era para mujeres delgadas.

·  2. Cuando su hijo adolescente le preguntó por su pasado sexual, usted:

a. Cambió de tema y abrió las ventanas de la sala porque sintió una oleada de calor.

b. Le contó toda la verdad, sin omitir detalles.

·  3. La última vez que su jefe hizo un chiste, usted:

a. Se rió de forma espasmódica, dibujando una mueca rígida con el rostro.

b. No le hizo gracia. Y a su jefe menos.

·  4. Cuando en esa entrevista de trabajo le preguntaron por qué lo despidieron en su anterior trabajo, usted...

a. Dijo: “Había cumplido mi ciclo”, mirando a su empleador, mientras su cuerpo buscaba la puerta.

b. Dijo: “No me entendía con mi jefe, odio madrugar y perdimos varias cuentas por descuido mío”.

·  5. Cuando usted dijo “Sí, acepto”:

a. Estaba distraído en ese momento y creía que el cura le estaba ofreciendo

un cigarrilo para los nervios.

b. Dijo que sería fiel en las buenas y en las malas, y lo ha cumplido a pie juntillas.

·  6. Cuando sacó la visa a Estados Unidos, usted:

a. Le pidió a su primo un certificado laboral falso y juró con los ojos bien abiertos que la sola idea de quedarse a vivir en EE.UU le indignaba.

b. Le dijo al cónsul cuánto ganaba.

RESULTADOS

Mayoría a: hasta usted se cree sus propias mentiras.

Mayoría b: es tan sincero que parece mentira.