Usted no es culpable

Sobre quién recae la responsabilidad del deterioro del medio ambiente hace pensar en el complejo de culpa y en el miedo, bases de esta cultura judeocristiana. Cargamos la culpa del pecado de nuestros padres originales, Adán y Eva, cuando desafiaron la autoridad del Creador y se comieron la manzana del árbol prohibido. También nos crearon el miedo de no entrar al Paraíso que nunca conocimos.

No hay que especular mucho sobre algo tan sabido y tan vivido. Basta recalcar que el relato bíblico señala las armas de poder que usaron religiones y gobiernos. Se creó el control de los humanos a través del complejo de culpa o del miedo. En eso es clara la historia. En la Edad Media, el pecado servía para preservar el poder, pues los fieles tenían el complejo de pecar, la obligación de confesarse, aceptar el arrepentimiento y declarar el propósito de enmendarse, es decir, seguir en el redil. Siervos y señores no estaban dominados por el mismo principio, pues, entonces, como ahora, no todos somos iguales. Con la Revolución Francesa y el establecimiento del Estado-nación, el miedo al castigo por violar la ley fue el instrumento más propio del poder.

La época victoriana usó la represión de la conducta humana, principalmente de la sexual, para asegurar a la familia y al Estado. Recuperó la metáfora de la manzana del Paraíso. Hoy en día, el Estado, gracias a su erosión provocada, tiene que compartir su poder con los grandes poderes económicos. Se complementan: el Estado se encarga de generar el miedo, y la maraña económica refuerza la estrategia de responsabilizar a los individuos, para que desarrollen la mala conciencia de no poder superar los males de este mundo. Las causas de los problemas están más allá de las posibilidades de los individuos aislados.

En estos días en que se hace publicidad sobre la necesidad de preservar vivo nuestro planeta, llama la atención que las empresas, muchas de ellas grandes contaminantes, solo hacen referencia a la responsabilidad individual que tenemos en la conservación del medio ambiente. Los mensajes son muchos: desconectar aparatos eléctricos que no estén en uso, usar bombillos fluorescentes, no usar bolsas de plástico, no usar cubiertos y vajillas desechables, usar productos orgánicos, no malgastar el agua, compartir puestos del carro privado con vecinos, reciclar más, sembrar árboles en su entorno, etc. y etc. y etc.

Todas esas acciones pueden tener un efecto. Pero es un atropello decir que nosotros, como individuos, podemos recuperar los destrozos del medio ambiente. Esos consejitos son la manera de incriminarnos, crearnos culpas, para ocultar y proteger a los verdaderos depredadores y contaminadores. No somos culpables, lo son las industrias, las petroleras, las automotoras, las explotaciones de los bosques, la producción y no eliminación de desperdicios tóxicos, la caza de animales en extinción, la producción de gases que rompen la capa de ozono y tantas cosas más, conocidas como dañinas para el medio ambiente y para el hombre.

Los grandes contaminadores son los que hacen negocios por encima de la naturaleza y de la humanidad. Son los que manipulan y presionan. Hay ejemplos cada día: la Comisión Primera de la Cámara acaba de aprobar un texto para el plebiscito del agua totalmente contrario a lo que suscribieron los ciudadanos. En este "nuevo texto" se asegura la propiedad privada del agua, no se consagra el agua como un derecho fundamental, se permite que los negociantes controlen las fuentes del agua y los acueductos y no se garantiza un precio mínimo del agua que permita su consumo a las poblaciones más pobres. Esta "reforma de la reforma propuesta" es una acción más de la coalición gobiernista, que ha garantizado que los negociantes hagan más negocios por encima del interés común. ¿Quién tiene la culpa?

Carlos Castillo Cardona