Nunca es tarde para cambiarse de profesión; tres jóvenes cuentan su caso

Son ejemplos de una generación que, por gusto, por insatisfacción o por dinero, se pasea entre áreas que podrían parecer distantes.

Se trata de una administradora de empresas que trabaja en cosmética, un ingeniero industrial que hoy se inclina por las relaciones internacionales, y un administrador de aerolíneas que se volvió cocinero.

"Necesitaba aumentar mis ingresos" o "hay algo con lo que no me siento pleno" es lo que dicen cuando se les preguntan sus razones para pasar de una profesión a otra.

Pero, al fin, el motivo siempre es el mismo: buscan su bienestar y crecimiento personal, explica la psicóloga María Patricia Gómez, directora del programa de integración de la Universidad de la Sabana.

Porque lo que algunos podrían ver como indecisión o falta de ubicación es más bien una condición de la juventud de hoy, que parece tener más licencia para aceptar sus propios errores que las generaciones anteriores.

"Los muchachos no tienen miedo de decir 'no es por aquí, me voy por allá'", señala Gómez.

Aunque esa tendencia también está motivada por la baja tolerancia a la frustración y los altos niveles de ansiedad con que viven, que los impulsan a buscar siempre algo más de lo que tienen.

Diana Franco, la joven administradora que hoy se dedica a la belleza integral, percibe esa dualidad como un ejemplo de lo que puede hacer un profesional apoyándose en un oficio.

Ella planea montar un negocio especializado en estética y cree que el conocimiento que tiene en administración es indispensable para hacerlo con éxito.

"Muchas peluquerías cierran seis meses después de abiertas porque sus dueños saben de belleza, pero no manejar el negocio", dice, segura de que gracias a los estudios de mercado que ha realizado, ese no será su caso.

Franco trabajó tres años como administradora en una editorial jurídica, se especializó en comercio internacional y hace poco más de un año, al notar que sus ingresos no eran suficientes, empezó a tomar cursos de belleza. "Era algo que siempre me había gustado", afirma.

También siguiendo sus preferencias, el ingeniero industrial Carlos Cruz comenzó este año una maestría en relaciones internacionales con la que ha ido llenando ese vacío que sentía "metido todo el día en temas de números".

Él, a diferencia de Franco, sí espera darle un giro a su vida con este nuevo camino. "Quiero reestructurar mi desarrollo personal y tendré que arrancar de cero, pero estoy tranquilo porque encontré lo que me gusta", asegura.

Su comentario demuestra que, en efecto, estos jóvenes van a la caza de su verdadero potencial. De acuerdo con la psicóloga, ellos buscan lo que quieren "ser" y no sólo lo que quieren "hacer" en su vida.

Y es justamente lo que piensa Manuel Concha, quien después de trabajar como administrador de aerolíneas encontró que lo suyo era la gastronomía. "Estoy feliz como cocinero, aunque los horarios son pesados y no se hace mucha plata", con lo que queda claro que para él lo que realmente importa es la satisfacción de trabajar en lo que le gusta.

Hoy tiene, junto a su novia, una empresa de catering en la que mucho le han servido las clases de servicio al cliente y contabilidad que recibió en la universidad, un ejemplo de que sea cual sea la ruta que se tome, el conocimiento previo siempre será útil.

Y una muestra de que, como dice la psicóloga, el proceso de orientación profesional se da durante toda la vida, de acuerdo con las relaciones, experiencias y oportunidades que se vayan dando.

Qué quieren estudiar los colombianos

Ingeniería de sistemas, administración de empresas y contaduría siguen siendo las carreras preferidas por aquellos que quieren acceder a la educación superior en el país.

Esa es la conclusión de un reciente estudio realizado por la firma Ipsos-Napoleón Franco para la institución educativa Edupol entre 1.616 personas de estratos 1, 2 y 3, mayores de 25 años y habitantes de 173 municipios.

Solo esas tres carreras representan cerca del 30 por ciento de intención de estudio entre los encuestados, aunque también se nota una predilección creciente por la gastronomía y la administración de bares y restaurantes.

"La juventud está pensando más en tener sus propios negocios, aunque todavía no se atreve a alejarse completamente de lo tradicional", explica la presidenta de Edupol, Mónica Leyva.

De la encuesta también se desprende un interés creciente por hacer capacitaciones cortas en ventas directas y por catálogo, así como por aprender a atender mesas y los nuevos idiomas.