Cuando el general Francisco Franco, que gobernó autoritariamente a España
durante 36 años, moría en 1975, exclamaba: "Por Dios, doctores, qué
difícil es morir. Déjenme morir, por favor". Llevaba 18 días en cuidados intensivos.Frases como estas oímos con frecuencia de labios
de pacientes terminales. Surge entonces la pregunta: ¿es justo oponerse al
deseo del paciente que quiere morir para dejar de sufrir?
El término 'eutanasia' fue acuñado por el filósofo inglés Francis Bacon en
la lejana fecha de 1622. Etimológicamente significa "bien morir" (eu: bien; tanatos: muerte), es decir, morir en paz, sin
sufrimiento. Es el caso del paciente que, en la fase terminal de una enfermedad
incurable y martirizado por los dolores, le pide
voluntariamente al médico que no le siga manteniendo artificialmente la vida.
"Doctor: no más alimentación por vía intravenosa. No más oxígeno. No más
intubación".
Hablamos en estos casos de eutanasia pasiva, es decir, "dejar de
hacer". Este tipo de eutanasia está aceptado en casi todos los países del
mundo. Las dudas y las controversias surgen cuando se trata de la eutanasia
activa, es decir, del "suicidio médicamente asistido" u
"homicidio por piedad" u "homicidio pietístico",
o como quiera llamarse.
La discusión cobró auge cuando los medios de comunicación dieron a conocer
la noticia de que en Holanda, a partir del primero de abril del 2002, la ley
permitía a los médicos practicar la eutanasia activa. Esto condicionado por la
misma ley a circunstancias muy especiales: que el paciente consciente y
reiterativamente pida la terminación de sus días; que sea un paciente terminal
y sin posibilidades de recuperación; que sufra dolores intolerables, y que por
lo menos dos médicos den el visto bueno. Días más tarde, Bélgica siguió los
pasos de Holanda. Recordemos que en el Estado de Oregon
(EE.UU.), desde 1994, la eutanasia activa está permitida, y que en el norte de
Australia sucedió lo mismo en 1995, aunque allí la ley fue sustancialmente
restringida al año siguiente.
En Colombia saltó a la palestra el expresidente de
la Corte Constitucional y excongresista Carlos
Gaviria Díaz, quien dijo que fue Colombia el primer país que, en 1997, aceptó
la eutanasia activa.
Las condiciones eran las mismas de Holanda, pero solo se requería la opinión
de su médico. El no cumplir estas normas acarrea al médico cárcel de entre uno
y tres años.
La eutanasia activa
En Reino Unido, la Sociedad de Voluntarios pro
Eutanasia está próxima a hacer aprobar la ley respectiva. En los Países Bajos
hay más de 5.000 solicitudes de eutanasia activa. En Alemania, desde 1973
funciona dicha sociedad. Cuenta con más de 100.000 miembros, a los cuales se
les expide un "pasaporte" como identificación.
En Colombia, al igual que en más de 100 países del mundo, existe desde 1979
la Fundación pro Derecho a Morir Dignamente.
Distribuye unos formularios que quienes así lo deseen deben firmar ante
testigos. En ellos se deja constancia de que, si llegare la situación de no
poder decidir por sí mismos y de que no hubiere posibilidades de curación, no
se utilicen métodos, medicamentos o medidas extremas. Que se empleen solamente
medicamentos para aliviar el sufrimiento, así esto signifique el acortamiento
de la vida.
La muerte por piedad tiene orígenes muy antiguos. Los espartanos (siglo VIII
a. de C.), a los niños que nacían con una malformación seria los arrojaban por
los precipicios del monte Taigeto. Cuando los romanos
invadieron la antigua Palestina y destruyeron el segundo Templo de Jerusalén
(año 70 d. C), los zelotes, la secta más aguerrida de
los judíos, se refugiaron en el Fuerte de Masada, en la cima de una montaña.
Allí, 943 personas, contando a los niños y a las mujeres, resistieron por dos
años el asedio de 15.000 soldados romanos. Cuando estaban a punto de ser
invadidos, se dividieron en grupos de a 10, cada uno con su cabecilla. Sabían
que los romanos los torturarían antes de matarlos y decidieron suicidarse. Cada
cabecilla mató a los de su grupo y luego se suicidó. Quedaron cinco mujeres y
tres niños, que se escondieron en los pozos de agua. Ellos narraron la
historia.
El tema en Colombia
Tratemos de analizar la parte álgida, que es la eutanasia activa, la
autorización que la ley daría a un médico para ayudar a un paciente terminal a
morir con dignidad. Con esto queremos decir: a morir sin sufrimiento y cuando
él lo pida.
Según el artículo 18 de la Constitución Política de Colombia, "nadie
será obligado a actuar en contra de su conciencia". Por otra parte, en la
resolución 13437 de 1991 la ley colombiana expresa que el paciente tiene el
derecho de que se le respete su decisión en caso de enfermedad irremisible, y
también el derecho a morir con dignidad. Debemos rechazar el ensañamiento
terapéutico y el quirúrgico. En los Estados Unidos, muchos médicos han sido
demandados por operar a pacientes terminales a sabiendas de la inutilidad de la
cirugía, solo por cobrar fuertes honorarios.
Sabemos que desde el punto de vista jurídico y religioso, de cualquiera de
las 1.154 religiones que existen, se vuelve un asunto serio de conciencia para
el médico. Para los católicos, el problema de conciencia y de duda fue aclarado
por san Agustín, el obispo de Hipona, con estos tres sabios consejos: 1. Unidad
en lo básico (fe). 2. Libertad en las dudas (conciencia). 3. Caridad ante todo.
¿En este último consejo estaría, acaso, pensando el que practica la
"eutanasia por piedad?". En ninguna parte está escrito que el
paciente deba morir con sufrimiento y martirizado. Es verdad que las
terapéuticas paliativas alivian mucho el dolor, pero también es cierto que con
las nuevas tecnologías un paciente puede ser sostenido con vida, pero no
viviendo, por mucho tiempo, con enormes y arruinadores costos para la familia y
para el Estado.
Para los médicos que nos formamos en la vieja escuela, que enseñaba que la
vida era un valor absoluto y no relativo y que nuestro deber era esencialmente
tratar de mantener la vida a toda costa, nos es prácticamente imposible
practicar la eutanasia activa, y muy pocos se atreverían a ello. Pero estamos
seguros de que entre los médicos jóvenes, que están recibiendo conferencias de
tanatología, el tratado sobre la muerte, pronto surgirá el concepto de no
someter al paciente terminal a sacrificios innecesarios.
Los contrarios a la eutanasia llaman a la eutanasia activa "asesinato
asistido" y a los médicos que la practican, "asesinos" o
"verdugos". Consiguieron que Jack Kevorkian,
médico patólogo norteamericano, fuera encarcelado por ayudar a morir dignamente
a muchos pacientes con una inyección letal que les aplicaba. En los Países
Bajos se consiguen folletos en los que se recomiendan los mejores métodos para
morir dignamente. Esto no quiere decir que aconsejen el suicidio. Sin embargo,
muchos de los pacientes terminales acaban suicidándose. En Francia es en una
verdadera epidemia, pues cada 44 minutos una persona muere por su propia mano.
En Colombia, el año pasado, cerca de 2.500 personas, reportadas, se quitaron
la vida, lo cual significa un suicidio cada cuatro horas.
El Instituto de Medicina Legal calcula que ni siquiera la mitad de los
suicidios es reportada, por no avergonzar a las familias. Es apenas obvio que
todos preferimos morir amablemente, y no con crueldad.
Aunque la vida sea un derecho inviolable, este concepto es relativo bajo
ciertas condiciones. La distanasia, es decir, lo
contrario de lo que es la eutanasia, no puede ser aceptada desde el punto de
vista médico, pues el derecho a la vida no es un derecho absoluto sino
relativo. Es el ordenamiento jurídico de las leyes el que establece las
condiciones de cuándo se debe conservar la vida y cuándo no. Por eso existen
las penas de muerte como castigo en algunos países. Por la misma razón, un
soldado que mata en batalla a su enemigo no es considerado homicida. Tampoco lo
es un civil que
en defensa propia da muerte a otro.
Las células se suicidan
Recordemos que nuestras mismas células se suicidan. La apoptosis no es otra
cosa que el "suicidio celular", es decir, una muerte programada de
las células, hecho que tiene importancia fundamental en la vida. Si la
apoptosis -por medio de la cual ciertas membranas desaparecen por completo,
como las que unen los dedos, las que sellan las vías aéreas, las que cubren el
ano, etc.- no se produce durante el período embrionario, la vida sería
imposible. Cuando falla la apoptosis, como en el cáncer, las células malignas
se reproducen indefinidamente y se hacen prácticamente inmortales. Por otra parte,
el exceso de apoptosis también puede se perjudicial. Puede, por ejemplo,
destruir ciertas partes del cerebro y producir enfermedades como el alzhéimer,
el párkinson, la esclerosis lateral amiotrófica, etcétera.
¿No hacemos larvadamente eutanasia los médicos
cuando en un triage de pacientes heridos abandonamos
a los más graves para dedicar nuestro tiempo y nuestro esfuerzo a los que más
posibilidades tienen de sobrevivir? ¿No es eutanasia indirecta cuando ponemos
en la cama de ciertos pacientes NR ('no resucitar')? ¿Cuántos médicos no han
confesado que intencionalmente dejaron el frasco de sedantes o hipnóticos al
alcance de la mano del paciente terminal para que él mismo, postrado por su
enfermedad incurable, se tome una dosis mortal?
Parecería que estamos llegando a una "muerte programada", como la
que describe Aldous Huxley en Un mundo feliz. Los elefantes nos enseñan a morir
con dignidad. Cuando sienten la proximidad de la muerte, se retiran a unos
sitios que el hombre llama "cementerios de elefantes" y allí, sin
comer, terminan tranquilamente sus días.
Ciencia y religión
Pero, ¿qué hacer con el enfermo en coma irreversible o con muerte cerebral?
Los parientes más cercanos, junto con el médico, deben decidir por él. Y si no
hay parientes, dos médicos deben tomar la decisión que su conciencia les dicte.
Obviamente, quienes no comprenden la situación pueden llamar a esos médicos
verdugos.
Hay el riesgo de que algunos pacientes terminales tendrían
temor de ser hospitalizados por la creencia errónea de que van a ser sometidos
a una eutanasia activa contra su voluntad. Esta es otra razón por la cual la
integridad ética del médico debe ser absoluta, para que sea también absoluta la
confianza que el paciente deposite en él y en las instituciones hospitalarias.
No debe haber incompatibilidad entre ciencia y creencias religiosas. Bien
decía Albert Einstein que la fe y los principios religiosos no deben ser
sometidos a análisis científicos ni matemáticos. Simplemente se debe creer y
tener fe. Las iglesias deben ocuparse de su parte religiosa, y a la ciencia se
le debe dar vía libre para su avance en bien de la humanidad. Ya no debemos
presenciar más quemas de libros, como sucedió con los de Galileo, o la
prohibición de publicaciones como las del sacerdote jesuita francés Theilhard de Chardin, sólo porque sus ideas no se acoplaban
a las creencias religiosas de la época.
Comprendamos que salud no es simplemente la ausencia de enfermedad, sino
bienestar físico, psíquico y social. La mente, como los paracaídas, solo funciona
cuando está abierta.
Acerca del autor
El doctor Felipe Coiffman es profesor emérito de
la Universidad Nacional de Colombia. Es un reconocido cirujano plástico y uno
de los pioneros de esta disciplina en el país.
Felipe Coiffman, M. D.
Especial para EL TIEMPO