Contrario a lo que creían él y su familia hasta hace unos días, a Adrián
Espinosa, diseñador gráfico de 41 años, los ladrones no lograron manipularlo a
voluntad y retenerlo hasta saquear casi por completo su cuenta de ahorros a
punta de burundanga.
Los criminales recurrieron a un tipo de medicamento que solo se vende bajo
fórmula médica: una benzodiacepina, que se utiliza para manejar la ansiedad e
inducir el sueño.
Al final de la tarde del pasado lunes 19 de enero, Adrián salió a cumplirle
una cita a una amiga en el sector de Plaza de las Américas, suroccidente de
Bogotá.
Pasadas las 10:30 p.m. la acompañó a coger un taxi; él se quedó esperando
otro. Y salvo algunas imágenes y sensaciones que ahora le vienen a la mente, no
recuerda nada más de lo que le pasó entre esa hora y las 2 de la madrugada del
miércoles 21 de enero, es decir, dos días después.
“Creo haberme sentido como si estuviera completamente ebrio –dice–, al punto
de que ni siquiera podía abrir los ojos; me arrastraban, me jalaban, me movían,
pero yo no podía hacer nada”.
Las benzodiacepinas son fármacos que se usan como tranquilizantes, sedantes
o hipnóticos; bajo su denominación hay casi 30 sustancias conocidas, entre las
que se cuentan el diazepam, clonazepam, lorazepam y clordiazepóxido.
Son, en esencia, depresores del sistema nervioso. Pueden ser administrados
por vía oral (pastillas) o inyectados.
En casos como el de Adrián, estos fármacos se suministran en bebidas; sus
efectos empiezan a manifestarse alrededor de 20 minutos después de ser
ingeridos.
“Me desperté y pasó un tiempo antes de que abriera los ojos –cuenta–, me
sentía confundido y completamente desubicado; vi que estaba solo en un cuarto
que no reconocí; no sabía ni qué día ni qué hora era, solo pensaba en que debía
levantarme para ir a trabajar. Traté de pararme, pero el cuerpo me ganó y caí
dormido otra vez”.
Las benzodiacepinas lentifican la actividad del cerebro, porque retardan los
mensajes que entran y salen de él hacia todo el organismo.
Esto causa alteraciones en las respuestas físicas, mentales y emocionales.
En otras palabras, puede causar debilidad muscular, mareo, confusión mental
y somnolencia. Reducen el estado de alerta e inducen sensaciones de calma y relajación.
Mientras Adrián permanecía bajo los efectos de esta droga, su familia y sus
compañeros de trabajo lo buscaban en hospitales, en Medicina Legal e incluso en
centros de detención. Su desaparición alcanzó a ser denunciada.
No era escopolamina .
Adrián sintió que lo sacudieron y lo jalaron hasta ponerlo de pie; abrió los
ojos, muy mareado y perdido. Estaba en una casa que no conocía, le abrieron la
puerta y el instinto le dijo que tenía que salir de ahí, y eso hizo. Dice que
no pensaba en nada distinto a llegar a una avenida y coger un taxi para ir a
casa.
“Al llegar, me di cuenta de que no tenía plata, así que le pedí prestado a
un amigo para pagar los 25.000 pesos que costó la carrera. Subí a mi
apartamento –recuerda–. Solo pensaba en irme a dormir cuando sonó el teléfono:
era mi hermano que casi sin saludar me preguntó dónde había estado. Le di la
única respuesta que tenía en ese momento: ‘Trabajando’. Fue entonces cuando me
dijo que no había aparecido el martes, que no había ido a trabajar y que eran
las 2 a.m. del miércoles”.
Valga decir que estos medicamentos causan amnesia. Es más, los médicos los
administran antes de las cirugías con el propósito, entre otros, de que los
pacientes no recuerden eventos desagradables y que en lo posible borren de su
memoria eventuales sensaciones durante el procedimiento.
Esa madrugada Adrián fue llevado a urgencias de la Clínica Colombia de
Colsánitas. en la que permaneció hospitalizado hasta el jueves. Los exámenes
marcaron positivo para benzodiacepinas y negativo para escopolamina.
Allí se enteró de que los ladrones lograron sacarle la clave de su tarjeta.
Con ella y con su cédula, el martes fueron a tres sucursales del Banco
Colmena, e hicieron retiros por ventanilla y cajeros por más de 12 millones de
pesos.
La explicación podría estar en el hecho de que las benzodiacepinas producen
deterioro en la capacidad de discernimiento y, dependiendo de la dosis,
enajenan la voluntad.
La duración de los efectos varía según la sustancia, pero en promedio es de
entre 30 y 40 horas. A medida que la concentración disminuye, se experimenta
una sensación de borrachera y una pseudodemencia que puede ser confundida con
Alzheimer.
Aparte de los recuerdos borrosos y de la frustración, Adrián dice estar
físicamente bien. Valga decir, sin embargo, que su vida corrió serio peligro:
una sobredosis puede producir una depresión respiratoria mortal, más aún cuando
la droga se mezcla con licor y otras sustancias.
"Me desperté, me sentía confundido y completamente desubicado; traté de
pararme, pero el cuerpo me ganó y caí dormido otra vez”.
Adrián Espinosa, víctima de un atraco con benzodiacepina.
Colmena investiga.
Catalina Pérez Fernández, gerente de calidad y servicio de Colmena, asegura
que la entidad conoce el caso de Adrián. Sostiene que se está recogiendo toda
la documentación necesaria y que se está haciendo seguimiento del caso.
Colmena, según Pérez, solo se pronunciará cuando la investigación concluya.
30-40 Las horas que pueden durar, en promedio, los efectos en el cuerpo de
las benzodiacepinas