Grandes obstáculos le restan en el camino a reforma del sistema de salud en Estados Unidos

Una copia de 1.990 páginas del proyecto de la ley de la reforma sanitaria cruza las escaleras del Capitolio en Washington.

Con todo y lo histórica que fue la aprobación en la Cámara del ambicioso proyecto de ley, nadie espera que sea aprobada en lo que resta de este año y es incierto su futuro en el que viene.

 El asunto es que, irónicamente, lo que separa a los demócratas de cumplir su anhelado sueño -un sistema que se acerque al cubrimiento universal de la salud- yace en el propio partido pues, pese a controlar ambas Cámaras en el Congreso, no hay consenso entre sus miembros en puntos cruciales de la ley.  

El turno ahora es para el Senado, donde se espera que esta semana se inicie el trámite en la plenaria. 

Sin embargo, dadas sus leyes de procedimiento, el camino no parece nada despejado.  Para comenzar, los demócratas necesitan 60 votos para iniciar siquiera el debate y evitar un bloqueo de la minoría republicana que amenaza con utilizar la práctica del "filibusteo": hablar indefinidamente y de cualquier cosa para evitar que una ley avance.

Y a pesar de el partido cuenta con esos 60 demócratas en la Cámara Alta, hay por lo menos uno, Ben Nelson, que aún se opone a que la medida sea considerada mientras siga sin conocerse el texto completo de la ley, de la cual sólo se han revelado algunos detalles.  

Diferencias de fondo

Superado ese escollo, comenzaría el debate sobre las diferencias de fondo, que son varias. La más grande es la llamada "opción pública". Es decir, que el Estado se convierta en proveedor de servicios de salud y pase a competir con las aseguradoras. 

En este momento, la "opción", no está en la ley, pero el líder de los demócratas, Harry Reid, ha prometido incluir alguna figura semejante en la plenaria.  Si lo hace, no obstante, corre el riesgo de alinear a algunos demócratas de corte conservador que, como todos los republicanos, se oponen a esta medida pues sienten que lesiona la competencia leal. 

Reid, tratando de buscar el punto medio, ha dicho que en su esquema serían cada uno de los estados del país los que decidirían unilateralmente si desean adoptar la "opción pública".  Pese a ello, persiste el escepticismo. Y si no logran resolver el impasse, la ley podría morir, pues los demócratas liberales en la Cámara han prometido votar en contra -cuando llegue la hora de la ratificación definitiva- si se excluye esta opción.  

Suponiendo que avance en el Senado -dicen que ese solo trámite agotará este año legislativo- vendrá el proceso de conciliación con la Cámara, cuyo proyecto de ley es bien diferente en varios puntos.  El más problemático es el del costo.

 La implementación de la ley, como está concebida en la Cámara Baja, costaría 1.200 millones de dólares en 10 años y ofrecería cubrimiento para el 98 por ciento de la población. La del Senado costaría 829.000 millones de dólares y beneficiaría al 94 por ciento de la gente.  

Impuestos a los más ricos para financiarla

Otra diferencia grande, aparte de la de "opción pública", está en la procedencia de esos fondos. La Cámara quiere imponer impuestos a los más ricos para financiarla, mientras que el Senado hace énfasis en recortes a programas estatales ya existentes como el Medicaid y el Medicare. 

 Adicionalmente, ahora ha surgido el tema del aborto como un gran divisor. A última hora, la versión de la Cámara prohibió el uso de fondos públicos derivados de la ley para financiarlo, pese a que la práctica es legal en E.U.  

Eso se hizo para complacer a un grupo de casi 40 representantes demócratas de tendencia conservadora, que amenazaron con bloquear el proyecto sino se hacía explícita la prohibición.  

Sin embargo, eso dejó indignados a los de tendencia liberal, que esperan que la medida se elimine en el proceso de conciliación. De lo contrario, serán ellos los que se opongan cuando llegue la votación final.  

Eso, sólo para mostrar lo difícil que será el proceso de conciliación y lo incierto del desenlace: ha sido tan pulseado el proceso de negociación en ambas Cámaras para lograr mover la ley que cualquier modificación que se haga en la conciliación podría romper ese delicado balance y destruir el respaldo donde antes existía.  

Lo grave es que si la ley queda para el año entrante -y todo indica que así será- las apuestas crecerán pues el 2010 es año electoral y eso altera los cálculos políticos. 

Los demócratas y el presidente Barack Obama, en cualquier caso, son quienes más pierden mientras el tema no se resuelva pues le han invertido casi un año y todavía no tienen nada de mostrar.  De allí la tesis de que quizá lo mejor sea eliminar todo lo controvertido y aprobar una ley que, aunque imperfecta, modificaría el sistema de salud estadounidense de manera considerable y les daría ya no un sonado triunfo, pero al menos un empate.

SERGIO GÓMEZ MASERI
 CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
 WASHINGTON