Una investigación de la Universidad de Minnesota
(Estados Unidos) encontró por qué rascarse ayuda a aliviar la picazón causada
por roces, picaduras o cosquilleos: este mecanismo ayuda a inhibir la actividad
de un tipo de neuronas de la médula espinal que transmiten, entre otras
sensaciones, la del prurito.
Tal como lo explicó a El Mundo, de España, Glen Giesler, principal autor de la investigación, debe haber
previamente picazón para que la simple fricción de la piel sea capaz de
bloquear la actividad de estas células, ya que es precisamente esta última
sensación la que las hace 'sensibles' al rascado.
"Nuestros datos indican que el picor produce una determinada condición
que hace que estas neuronas del tracto espinotalámico
(en la médula espinal) se inhiban ante el rascado", aclara.
Giesler recalca que, tal como comprobó su equipo,
si no existe previamente un estímulo de prurito, el rascado no produce ningún
efecto sobre estas células.
Los investigadores, cuyo trabajo aparece en Nature
Neuroscience, partieron de los resultados de varios
trabajos que habían demostrado que el tracto espinotalámico
responde a la actividad de determinados agentes capaces de producir picor, y se
activaba transmitiendo esta información al cerebro.
Para avanzar en los análisis, estos científicos hicieron un experimento en
primates, que consistía en analizar su respuesta a la exposición de la
histamina, una sustancia capaz de generar picor.
Sus resultados pusieron de manifiesto que las neuronas de su tracto espinotalámico mostraban una menor actividad en los
instantes posteriores al rascado.
En cambio, "la actividad de las neuronas no se reducía si el rascado se
había producido antes de la exposición a la histamina o en respuesta a otros
estímulos", explican los investigadores en su trabajo.
"Nuestro siguiente paso en la investigación es precisamente comprender
cómo se produce ese proceso de inhibición, saber si ocurre por completo en la
médula espinal y qué neurotransmisores están implicados", comenta Giesler