La rana hervida

Si uno pone una rana en una olla de agua caliente, esta intenta salir; pero si ponemos a la rana en agua a la temperatura del ambiente, y no la asustamos, ella se queda tranquila y se comporta como estamos haciendo todos ante el cambio climático: seguir tan tranquilos, como si la olla en que vivimos no se estuviera calentando progresiva y peligrosamente.

En el caso de nuestra rana, cuando la temperatura se eleva de 21 a 26 grados, la rana tampoco hace nada. Sólo cuando la temperatura aumenta unos grados más, la pobre rana se aturde, como hizo ayer el premier danés Rasmussen ante la actitud de los presidentes de Estados Unidos y China, y en general de sus colegas de la Apec, reunidos en Singapur.

El aturdimiento final de la rana impide que reaccione favorablemente y acaba hervida, como uno no desearía que acabara ningún ser humano, en unos cuantos años, si los líderes del mundo, tipo Apec, G20, G24 y otras asociaciones de países, mantienen las actitudes ante el cambio climático que han tenido hasta hoy.

La índole de este problema es que actúa de manera lenta, demasiado lenta, como para preocuparnos; las especies se van acabando de manera casi imperceptible, y los cambios pueden tardar años en hacerse notables. Y como nadie está acostumbrado a trabajar sobre un largo plazo que involucre a otras generaciones, los líderes aplazarán las decisiones urgentes de Copenhague y se irán para sus países a trabajar sobre el día a día.
Vuelvo al premier danés: le llevó un salvavidas a la Cumbre, en forma de acuerdo "políticamente vinculante", que el presidente Obama rechazó con una frase olímpica: "No hay que dejar que lo perfecto sea enemigo de lo bueno".
Lo bueno, según algunos, es mantener la comedia de las frases y dilatar los acuerdos vinculantes.

Todo parece indicar que a Copenhague irán 192 líderes del mundo a mirarse sus caras biodiversas y a comprobar, entre los arrullos de un invierno fatal, que la diversidad biológica de sus caras provenientes de múltiples razas resulta inversamente proporcional a la homogeneidad de sus pensamientos previsibles, lineales y convexos.

Las organizaciones de la sociedad civil, los científicos y los humanistas de todo el mundo seguirán instándolos a que sacudan sus voluntades; les dirán que la olla en que están metidos ya se acerca a los dos grados. Pero ellos no escucharán. Y ninguno de ellos, como la rana, acabará hervido, pues la comedia habrá de continuar en México de 2010, con otros líderes, sus sucesores, ojalá menos sordos y más biodiversos.

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Manuel Guzman Hennessey