La Preadolescencia Es La Nueva Etapa Conflictiva De Los Hijos

“Yo me siento menos independiente que mis compañeras. Casi todas van a fiestas y a mí no me dejan hacer ese tipo de cosas”. “Me tengo que ir siempre con alguien al colegio, y yo me quiero ir sola para la casa”. “Me dejan salir, pero a tal hora tengo que estar en la casa”.

Podríamos decir que estas quejas son típicas de un adolescente; sin embargo, pertenecen a niños de entre 10 y 14 años. Sus opiniones y modos de vida fueron reunidos por expertos de la U. de Chile en el estudio llamado ‘Estatura del derecho de los adolescentes’. Este mostró que la típica etapa conflictiva de los hijos se está adelantando.

Fenómeno que no le es indiferente a Claudia (38 años, ingeniera comercial).

Los portazos, las peleas por las fiestas y las demandas de Belén, su hija preadolescente de 12 años por salir sola o con sus amigas son diarias. “Para nosotros es difícil soltar la cuerda y dejarla hacer todo lo que quiere. La vemos aún muy chica. Ha sido difícil lidiar con sus peticiones y es tema en las reuniones de curso”.

Desajuste generacional Este desajuste generacional, dice Osvaldo Torres, antropólogo y coautor del estudio de la U. de Chile, efectivamente comienza a producirse a edades muy inesperadas por los padres. “Los niños entre 10 y 13 años ya tienen conciencia de su autonomía, fenómeno que antes se tendía a construir más tarde. Por lo tanto, ya están pidiendo respeto por sus opiniones, deseos, elecciones y formas de ser”.

La propia experiencia de los padres está atrasada, dice Daniela Carrasco, psicóloga y académica, porque esas exigencias de sus hijos en su historia personal no comenzaban antes de los 15 años.

La psicóloga Claudia Cruzat señala que en la consulta han constatado que los padres llegan afligidos por sus hijos de 10 o 12 años por conflictos que generalmente se veían con adolescentes de 15 o 17.

Los preadolescentes de hoy quieren mayores grados de independencia. Y exigen realizar actividades sin la supervisión de los padres, y de ahí los roces: “Tratan de diferenciarse de sus ‘otros’ más relevantes (sus padres) antes de lo previsto. Quieren tener artículos personales, sus propios espacios y tiempos (que no los controlen a qué hora llegan)”, indica Reimundo Frei, sociólogo e investigador.

Tensión familiar Todo esto genera tensión. Los padres aún discrepan de que sus hijos preadolescentes puedan valerse por sí mismos y ser responsables en esa independencia, señala la psicóloga y consultora de Unicef Soledad Larraín; por lo tanto, restringen los permisos. Versus la necesidad que tienen los niños de hoy –que, en efecto, están madurando antes biológica e intelectualmente– de ser autónomos.

Lorena Gómez, una diseñadora de 37 años, sabe bien de esa independencia. “Mi hijo los 10 años me llama para decir, ‘Mamá, ¿puedo quedarme donde mi amigo?’ A partir de los 12, el diálogo cambió a: ‘Mamá, voy a quedarme con mi compañero’ o ‘dile a la abue que no venga por mí al colegio’. Yo quedaba muda y solo atinaba a preguntar: ‘¿Dónde quedaron los signos de interrogación, Andrés?’ ”.

El adelanto de la adolescencia, reflexionan los investigadores, está asociado con los estímulos que los niños de hoy reciben. A diferencia de anteriores generaciones, donde los padres y la escuela eran los tradicionales agentes socializadores, los preadolescentes forjan su desarrollo con una cantidad de ‘educadores’ que provienen de Internet, sus pares, TV, la radio y la música. “La cantidad de información que manejan los hijos desde pequeños es similar o igual a la que manejan sus padres”, advierte Torres.

Este bombardeo de información y la presión social por una maduración temprana redundan en que los prepúberes también estén practicando comportamientos asociados con la adolescencia. Como tener opiniones más certeras o a más tempranas edades, pero también, dice Larraín, en tomar contacto antes con el cigarrillo, el alcohol, las drogas y las relaciones sexuales