El 48% de quienes entran a la
universidad no terminan la carrera, revela estudio de U. de los Andes
Paulatinamente
los salones de clase en las universidades se van desocupando, pero desertar
representa una inversión económica perdida y una frustración personal para el
que se ve obligado a hacerlo.
La
investigación del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico (Cede) señala
la falta de recursos económicos y la mala preparación académica como las dos
causas principales.
A
los 16 años, Luz Adriana Giraldo arrancó sus estudios de finanzas. Pero a los
17, ese que siempre fue su gran sueño, se vio frustrado. Al terminar el tercer
semestre debió abandonar la carrera porque a sus padres el dinero no les dio
para más.
Lo duro es que su historia se repite para casi la mitad de los jóvenes que
entran a la universidad, pues de cada 100 personas que empiezan la educación
superior, sólo el 52 por ciento culmina los estudios.
"Paradójicamente el mejoramiento de la cobertura en educación superior ha
hecho crecer las tasas de deserción", asegura Fabio Sánchez, profesor
asociado del Cede.
Porque las cifras, aunque todavía no muy alentadoras, han mejorado. Hoy, el 31
por ciento de las personas entre 18 y 25 años logra el acceso a la universidad,
mientras en el 2000 era apenas del 23 por ciento.
Las oportunidades se han abierto para aquellos que antes las tenían reducidas.
El problema es que "los primíparos de hoy son
más pobres y tienen menor capacidad académica" que los de antes, lo que
los hace más vulnerables a la deserción, dice Sánchez.
De acuerdo con Gabriel Burgos, viceministro de Educación Superior, para reducir
casos como el de Luz Giraldo, el Estado tiene una política de préstamos.
Y en cuanto a las competencias académicas previas al ingreso en la universidad,
Burgos advierte que se trata de un problema que atañe a todo el sistema
educativo por cuanto tiene que ver con la formación que ofrecen los colegios.
Afecta el nivel académico
"Hay dificultades en ciencias, comprensión de lectura y matemáticas",
dice.
Por eso, la deserción se da principalmente en ingenierías, arquitectura y
carreras afines, "donde el contenido de abstracción matemática es
mayor", señala Sánchez.
Según los datos proporcionados por el Cede, "de las personas que tienen
altos resultados en las pruebas del Icfes, el 62 por
ciento termina sus estudios, en tanto que de los de resultados bajos solamente
se gradúa el 40 por ciento".
Para mejorar la parte académica, las universidades ofrecen tutorías y cursos de
nivelación a sus alumnos nuevos.
"Son acciones afirmativas que hacen parte de un esfuerzo coordinado para
llegar a estándares de deserción más razonables", señala Carlos Forero, secretario de la Asociación Colombiana de
Universidades (Ascún).
Abandono por edad y género
El estudio de la U. de los Andes marcó además una diferencia entre las
posibilidades de deserción por género.
Según sus estadísticas, generadas a partir del seguimiento de la vida académica
de más de dos millones de estudiantes entre 1998 y el 2008, "entre octavo
y décimo semestres, permanece en promedio el 45 por ciento de las mujeres
matriculadas y sólo el 37 por ciento de los hombres".
La razón está en que "el rendimiento académico de ellas es mejor, pierden
menos materias y tienen mejores promedios", asegura Sánchez.
Y la edad también juega un papel importante. De acuerdo con Forero,
"están entrando muchachos de 15 años para quienes el ambiente de la
universidad resulta complicado. Y esa, sin duda, es otra causa para dejar de
estudiar".
Independientemente del género y la edad, abandonar la universidad es una
inversión perdida y una frustración personal para el que debe optar por ese
camino. Para Luz Adriana, renunciar a su carrera significó una gran
incertidumbre por el futuro. Debió viajar a Estados Unidos y establecerse allí
para sacar adelante una carrera. Hace poco obtuvo un título profesional en
administración y ahora quiere conseguir el de contaduría.
Pero, lamentablemente, esa suerte no es la que corren los que, como ella,
debieron alejarse por fuerza de las aulas de clase y que, en su mayoría, se
quedan en el país haciendo parte de la fuerza laboral menos preparada.
Créditos mejoran el acceso y la permanencia universitaria
Los resultados de la investigación de la U. de los Andes señalan que aquellos
que tuvieron apoyo financiero por parte de la universidad durante cuatro
semestres o más mostraron un riesgo de deserción 30 por ciento menor que
aquellos que no lo tuvieron.
Una medición del impacto del crédito del Icetex
concluye, por su parte, que los beneficiarios de sus préstamos tienen 22 por
ciento menos posibilidades de desertar que los que no lo tienen.
Así, por lo menos sucede con los pertenecientes al programa de Acceso con
Calidad a la Educación Superior (Acces), que suman 130
mil estudiantes entre el 2003 y el 2007.
"La tasa promedio global de deserción para los estudiantes que han
recibido crédito Acces es de 9,41 por ciento mientras
para los no beneficiarios es de 34,37 por ciento", señala el estudio.
El proyecto ofrece préstamos para matrícula o de sostenimiento, este último
dedicado especialmente para estudiantes inscritos en universidades públicas.
Uno de los principales hallazgos del estudio es que, a pesar de contar con
préstamos, los estudiantes de instituciones técnicas y tecnológicas son más
propensos a desertar que aquellos que estudian en universidades.
La diferencia entre unos y otros es cercana a los 16 puntos porcentuales. De
acuerdo con la medición, los estudiantes que reciben crédito educativo
presentan, además, un rendimiento académico superior.
En el primer semestre, los beneficiarios de educación superior oficial aprueban
15 por ciento más materias que los no beneficiarios. Y en las instituciones no
oficiales la diferencia alcanza el 9 por ciento.
Lo anterior demuestra una relación directa entre la financiación de los
estudios y la posibilidad que tiene el alumno de dedicarse con exclusividad a
estudiar. "Financiar el costo de los estudios o el sostenimiento del
estudiante contribuye a disminuir la urgencia de buscar trabajo", señala
la investigación.
Y, en consecuencia, también se mejoran los tiempos de graduación, es decir el
número de semestres que tarda un estudiante en graduarse desde que comienza su
carrera profesional.
"En promedio se demora 11,5 semestres, pero un beneficiario del préstamo
tarda sólo 10,5 semestres".
Es decir que el acceso al crédito universitario reduce en casi un semestre la
duración de la carrera.
Formación por ciclos
Parte de la solución que ofrece Mineducación tiene que
ver con la formación por ciclos propedéuticos, aquellos en los que se pasa de
técnico a tecnólogo y luego a profesional.
Ese modelo le permite al estudiante concluir en corto tiempo un programa de
estudios y decidir si continúa su formación o se incluye en el mercado laboral,
según el viceministro de educación superior, Gabriel Burgos.
Así lo hizo Marcela Ochoa, quien comenzó sus estudios superiores con una
carrera técnica en el Sena. Luego, hizo una tecnológica de seis semestres en la
U. Distrital, y hace poco, tras dos años más, se
graduó como ingeniera. "Hacerlo así me permitió buscar empleos con el
conocimiento esencial para hacerlo bien", asegura.
En el país hay más de 200 programas académicos organizados por ciclos, de
acuerdo con Burgos.
CAROLINA LANCHEROS
REDACTORA DE EL TIEMPO