En el Valle también hay muertos de hambre
Octubre 25 de 2009
Al menos el 37,5%
de los menores de 17 años en el Valle están desnutridos. Por esta causa Cali
contabilizó 201 muertos en siete años.
Miseria. Los niños de la comunidad
Druasdó, en zona rural de Trujillo, Valle del Cauca,
se mueren de hambre mientras sus padres van a fincas a conseguir para el
sustento diario.
Por Jessica
Villamil Muñoz
En Cali hay gente
que, literalmente, se muere de hambre. De hecho, 201 personas perdieron la vida
entre los años 2000 y 2007 por problemas de nutrición. El 70% eran menores de
un año.
Aunque
resulte increíble, en un periodo similar, la cifra sólo pudo ser igualada por
la sumatoria de los decesos producidos por siete enfermedades mortales, entre
ellas, la leucemia y malformaciones en el corazón.
Paradójicamente
esto sucede en una región a la que los dirigentes gremiales denominan despensa
agrícola: Abundan los cultivos de caña de azúcar, de maíz, de plátano, de
banano y es el primer productor de frutas de todo el país. Sin embargo, en el
área metropolitana de Cali el 22,5% de la población reduce las porciones para
que la comida alcance para todos o, peor aún, le toca irse a la cama sin probar
siquiera un bocado de pan.
La
desnutrición y la inseguridad alimentaria son males
diferentes, pero van de la mano. En el Valle del Cauca, por ejemplo, 19,7% de
los niños no come carne ni huevo y el 37,8% no toma leche, sumplementos
indispensables para una buena nutrición.
La
Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia realizada en el 2005
(se elabora cada cinco años), corrobora que el 59,4% de la población nacional
afiliada al Sisbén nivel 1 tiene problemas de
seguridad alimentaria; igual sucede con el 42,3% de
los afiliados al nivel 2 y con el 27,2% de los registrados en los niveles 3 y
6.
Muchos
niños mueren de vómito, diarreas y problemas respiratorios agudos, derivados de
la desnutrición. Caminan por calles polvorientas sin zapatos y juegan en
charcos producidos por los tubos rotos de los sistemas de alcantarillado. Los
parásitos entran a sus cuerpos y se adueñan de los pocos nutrientes que
ingieren. No son exageraciones, lo dicen los médicos y se confirma con sólo
pasar por las calles de zonas marginales donde los pequeños son barrigones,
tienen la piel pálida y el pelo de colores.
Pero
si esto ocurre en Cali, la tercera ciudad más importante de Colombia, bajo la
mirada esquiva de los gobernantes; donde funcionan, en promedio, cuatro
instituciones de salud por cada comuna, ¿qué podrá suceder en las zonas
apartadas de la ‘civilización’?
La
respuesta es contundente: Según esa encuesta del 2005, el 37,5% de los niños y
adolescentes hasta los 17 años en el Valle del Cauca, sin incluir la zona
Pacífica, padece trastornos de desnutrición: 24,4% de crónica; 2,7% aguda y
10,4% global.
El
secretario Técnico de Seguridad Alimentaria
Departamental, Luis Hernando Cepeda, dice que no se pueden sumar estas cifras.
“No se puede hacer un consolidado de las tres desnutriciones porque puede haber
personas que padezcan dos de ellas o hasta las tres”.
También
agrega que el 34,4% de los vallecaucanos tiene inseguridad alimentaria,
pero que “la cifra es peor en el resto del país, porque alcanza el 40,8%”.
Héctor
Fabio Useche, secretario de Salud Departamental,
explica que los índices en la región han disminuido en un 25% con los programas
alimentarios en los colegios.
Sin
memoria
Municipios
como Trujillo no se libran de este mal. Es más, funcionarios de la Secretaría
de Salud regional revelan que allí la situación es “crítica”, especialmente en
zonas rurales y entre los indígenas.
Alejandro Varela, secretario de Salud de Cali,
atribuye la desnutrición a la pobreza, la miseria y la margina- lidad. Dice que su dependencia tiene detectados los focos
de este mal.
No es mentira. En
lo que va del 2009, cinco niños de una comunidad Embera
Chamí, en zona rural de Trujillo, murieron por
desnutrición. El hambre sigue ganando la lucha: A una hora de allí, en la zona
urbana, cuatro menores también perdieron la vida, pero cada uno por una
enfermedad diferente.
El
resguardo, llamado Druasdó, tiene 24 familias y 170
habitantes. El 90% de su población es infantil y a su vez, el 90% de ella está
desnutrida. Y eso que las 39 hectáreas que les pertenecen están sembradas con
café, plátano y banano. También corren patos y gallinas entre la basura y los
pantanos.
Esto
no es un buen signo. Tampoco que las abuelas no recuerden cuántos niños de su
familia han sido arrebatados por la muerte, tras ser atacados por dolores de
estómago, diarreas y vómitos. Preocupa aún más que al
llegar
las brigadas de salud no logren responder preguntas tan sencillas como cuántos
años tienen sus hijos o cómo se llaman.
Alejandra
Giraldo, médica del Hospital Santa Cruz, de Trujillo, sostiene que atender a
los indígenas es “supremamente complicado”. Y ni siquiera, por el abismo
cultural que existe, sino por el difícil acceso al resguardo.
Cuenta
que en julio pasado llegaron al hospital dos niños moribundos y uno ya muerto
por culpa de la desnutrición. “Ellos esperan a que haya un grupo de cuatro o
cinco enfermos para llevarlos al médico, pero llegan cuando ya no hay nada que
hacer”.
Mucho
más apartados de todo están los Wounan. Para ir hasta
ellos desde
Cali
hay que viajar cuatro horas en carro hasta el Bajo Calima y de allí recorrer
cinco horas más en lancha por el río San Juan.
Allá
no hay medicinas ni especialistas y menos instalaciones adecuadas para tratar a
los enfermos. James Chocho, secretario de la
Asociación de Cabildos Indígenas del Valle del Cauca, Aciva,
dice que en el Pacífico han muerto diez niños por desnutrición este año.
La
pobreza se mezcla con la miseria. No hay agua potable y los alimentos se
preparan con el agua lluvia. Se bañan en el río que arrastra consigo cadáveres
en descomposición de humanos y animales y otros desperdicios como químicos
usados para la minería ilegal.
El
Secretario de Seguridad Alimentaria dice que el tema
con los indígenas hay que tratarlo con guantes de seda. “Ellos nos ocultan la
información pero cuando alguien más los visita dicen cosas que no se pueden
confirmar”.
Lo
cierto es que la dependencia regional insiste en que no tiene datos precisos
sobre mortalidad o morbilidad por desnutrición, explica que las encuestas se
hacen en todo el país y que el corte es de cada cinco años. Que los datos
están, pero son difíciles de consolidar.
Total
las muertes y las imágenes de niños famélicos en el Valle del Cauca existen,
pero nada más en la cabeza de los que sí quieren tener memoria.
De
la desnutrición
Primaria:
Cuando existe un deficiente consumo de alimentos en cantidad y calidad.
Secundario:
Cuando actúan factores de salud y psicoafectivos, que
afectan los procesos desde el consumo de alimentos hasta la utilización de
nutrientes por las células.
Mixto.
Interactúan causas primarias y secundarias, por ejemplo, pobreza, inadecuada
conducta alimentaria y deficientes conocimientos en
nutrición.