ÁNGELA CONSTANZA JEREZ EDITORA RESPONSABILIDAD SOCIAL –Doña Rosa, le vamos a
hacer algunas preguntas y le pedimos que nos responda con toda sinceridad.
–¿Tiene dificultades para oír? Sí, en ambos oídos.
–¿Y para ver? Todos los días digo que casi no veo. Con los anteojos puedo
ver, pero me canso.
– ¿Se le olvidan citas médicas, fechas memorables o algunas otras cosas? Las
palabras. Sé el significado pero se me olvida cómo se dicen… Rosa viajó de
Armenia a Bogotá para visitar a los médicos de la Clínica de Memoria,
dependencia del Instituto de Envejecimiento de la Pontificia Universidad
Javeriana y unidad de atención médica con reconocimiento nacional.
Desde hace 5 años, esta mujer de 60 años tiene una conducta diferente.
Primero, antes de pensionarse, se volvió adicta al trabajo y laboraba hasta
14 horas diarias. Después, cuando se jubiló, no quería hacer nada, no comía y
se la pasaba viendo televisión.
Su hija cuenta que en el último año se ha caído tres veces, una de ellas
desde las escaleras de su casa.
Todos esos datos, más otros que pedirán los médicos, servirán al grupo de la
Clínica para determinar, unas horas más tarde, qué padece Rosa.
Como todos los viernes, en la sala de espera se encuentran 12 personas, ese
es el promedio de pacientes que atienden cada semana varios galenos de cuatro
especialidades: geriatría, neurología, psiquiatría y neuropsicología.
Tras las respectivas evaluaciones, se reúnen durante horas para determinar
en consenso el diagnóstico y el tratamiento. El miércoles de la semana
siguiente darán a la familia el resultado.
Ese día los familiares podrán aclarar dudas e incluso tendrán información
sobre grupos de mutua ayuda promovidos por la Asociación Acción Familiar
Alzheimer. Posteriormente los pacientes tendrán una consulta de control,
seguimiento y valoración. Fuera de lo común Esa manera de trabajar no es usual
en otras partes. Lo normal es que pacientes que sufren de síntomas similares a
los de Rosa, tienen pérdida de la memoria o retroceden en sus conductas, son
tratados por distintas especialistas, incluso con meses de diferencia, y nunca
se consultan unas a otras, lo cual lleva a diagnósticos y tratamientos
erróneos.
“Algunas veces el Alzheimer se confunde con locura tardía y se trata con
medicamentos que hacen más daño. Si un equipo interdisciplinario atendiera al
paciente este tendría mayores beneficios y se ahorrarían costos. En países como
Italia, que tiene más o menos 60 millones de habitantes, existen 500 unidades
de diagnóstico, nosotros, con 40 millones de habitantes, solo tenemos tres o
cuatro”, cuenta Diana Matallana, coordinadora de la Clínica.
Por este trabajo, Así Vamos en Salud* escogió a la Clínica de Memoria como
una experiencia que vale la pena destacar y replicar. Cada año, este proyecto
selecciona diez experiencias importantes en diferentes campos, esta vez están
relacionadas con el mejoramiento de la calidad de vida de los abuelos.
El 6 de marzo serán presentadas las escogidas en el 2008 en un evento en el
que estarán los representantes de las experiencias (ver recuadro).
La Clínica de Memoria fue creada hace 17 años por Matallana y un grupo de
médicos que se basaron en la formación que recibieron en Francia y Estados
Unidos. Inicialmente funcionó en el Instituto Neurológico de la Javeriana, y
cuando éste cerró, en 1995, pasó al Instituto de Envejecimiento. En este tiempo
ha atendido a 2.467 pacientes.
*ASÍ VAMOS EN SALUD ES UN PROYECTO DE LAS FUNDACIONES CORONA, SANTA FE DE
BOGOTÁ, ANTONIO RESTREPO BARCO Y SALDARRIAGA CONCHA, LAS UNIVERSIDADES ROSARIO,
ANTIOQUIA E ICESI Y LA CASA EDITORIAL EL TIEMPO WWW.ASIVAMOSENSALUD.ORG.
COLABORACIÓN CARLOS ALBERTO DÍAZ.
David Osorio / EL TIEMPO