Aunque cueste creerlo, la historia de la medicina también está llena de
hechos que van de lo absurdo a lo curioso. Muchos son catalogados como valiosos
antecedentes que contribuyeron con el desarrollo de la profesión; otros siguen
siendo verdaderas incógnitas médicas. Los siguientes son algunos de los
destacados.
En la China Imperial de Tsin She Huang-Ti (246-210 a.C.) los médicos
cobraban cuando las personas estaban sanas; cuando enfermaban ellos corrían con
los gastos del tratamiento. Además se dictó un decreto que obligaba a los
galenos a colgar en la puerta de su casa un farolillo por cada enfermo a su
cuidado que muriera.
Los chinos creían que el corazón era el órgano principal del cuerpo y que
variaba según las personas: pensaban que los muy prósperos tenían siete
cavidades cardíacas; los hombres de talento, cinco; los chinos corrientes, dos,
y los idiotas, una.
Ciertas tribus de la India y de Suramérica suturaban las heridas de una
forma ingeniosa: juntaban los bordes de la herida y aplicaban una hormiga o
escarabajo para que los mordiera; cuando el insecto lo hacía le retorcían el
cuello, quedando las mandíbulas rígidas al morir y actuando como puntos de
sutura.
La influenza debe su nombre no a un médico sino al Papa Benedicto XIV
(1675-1758), que consideraba que esta gripa era causada por la ‘influencia’ de
los astros.
J. B. Denis, médico francés de la corte de Luis XIV, fue el primero en
efectuar una transfusión de sangre en 1667, al inyectar casi un cuarto de litro
de sangre de cordero en las venas de un muchacho agonizante, que se recuperó
poco después.
Se creía, al principio, que la sangre era el vehículo del alma y que ésta
podría pasar al cuerpo del transfundido; se dice, por eso, que la reina
Cristina de Suecia (1626-1689) dejó sentado que si alguna vez necesitaba una
transfusión, tenía que ser de sangre de león.
Charles Osborne (Iowa, Estados Unidos) sufrió un ataque de hipo en 1922.
Pudo quitárselo 68 años después, en febrero de 1990, un año antes de morir.
Durante las primeras décadas Osborne tenía 40 hipos por minuto, que
disminuyeron a 20 por minuto en los últimos años.
Charles Jensen (Dakota del Sur, E.U.) fue sometido a 970 cirugías entre 1954
y 1994 para removerle una serie de tumores faciales asociados con un desorden
genético. La mayoría de sus operaciones fueron practicadas por Hymie Gordon,
académico en medicina genética de la Clínica Mayo en Rochester (Minnesota, E.U.).
El 22 de julio de 1971 Gennaro Montanino (Roma, Italia) anunció que había
removido 15 fetos del vientre de una mujer de 35 años (10 de mujeres y 5 de
varones). Una droga de fertilidad fue la responsable del incidente.
En abril del 2003 Don Winfield (Ontario, Canadá) produjo 4.504 cálculos en
su riñón, con tamaños que variaban entre el de un grano de arena y el de una
alverja. Eventualmente el órgano tuvo que ser removido. “En el peor momento
–dijo– produje 22 cálculos renales en 24 horas y 35 en cinco días”.
El tumor más grande corresponde a una masa de un ovario que pesó 137,6
kilogramos. Fue extraído en 1991 por Katherine O’Hanlan, de la U. Médica de
Stanford (E.U.).
En la historia médica han existido las llamadas enfermedades misteriosas.
Una de ellas fue una epidemia declarada en Inglaterra durante el año 1496 y
que se conoce como el ‘sudor inglés’, pues comenzó en Inglaterra y luego se
extendió con rapidez por todo el norte de Europa.
Los afectados eran hombres jóvenes que, de manera repentina, presentaban
escalofríos nocturnos, accesos febriles, dolores de cabeza, palpitaciones,
náuseas y ahogos; su principal característica era una sudoración profusa
seguida de una erupción cutánea acompañada de manchas o llagas; en los casos
leves los síntomas remitían a las 24 horas; los graves se complicaban con
delirios, parálisis y somnolencia. En dos semanas el brote desaparecía. El
último caso de este raro mal se produjo en 1551.
Otra extraña epidemia acompañó los horrores de la peste negra: el llamado
tarantismo. Los afectados bailaban semidesnudos en grupos, cantaban por las
calles, gritaban hasta la extenuación y al cabo de varias horas se derrumbaban.
Esta epidemia también recibió los nombres de ‘plaga de la danza’, ‘danza
sagrada’, ‘baile de San Vito’ o ‘baile de San Juan’. Hoy se sabe que el
tarantismo fue una epidemia psíquica que hasta entrado el siglo XVII afectaba a
las masas en épocas de desgracia.
El personaje de Sherlock Holmes, descrito por su autor, Sir Arthur Conan
Doyle, estaba inspirado en el cirujano Joseph Bell (1837-1911), que en sus
interrogatorios a los pacientes demostró las características dotes deductivas
atribuidas al famoso detective.
Otra alteración que obliga a sonreír es algo tan contagioso como el bostezo:
hay constancia de que en 1880 una joven de 15 años bostezó durante cinco
semanas seguidas.
FUENTES: BBC CIENCIA. ‘HISTORIA DE LA MEDICINA’, DE LYONS PETRUCELLI.
''En el peor momento produje 22 cálculos renales en 24 horas y 35 en cinco
días”. Don Winfield (Ontario, Canadá), 2003.