A Aprender En El Hospital

Ricardo Díaz y su mamá llegaron a Bogotá hace un año para que el niño, de 8 años, recibiera un tratamiento de quimioterapia en el Instituto Nacional de Cancerología.

Para hacerlo, ella debió renunciar a su trabajo de maestra en Manizales y él, a su colegio. Estaba en tercero de primaria.

Y aunque dice que no le gusta la ciudad, encontró en ella un espacio donde ha podido gozarse (si el término cabe) su situación.

En el Centro Educativo Hospitalario La Escuelita se encuentra cada día con unos 25 niños que atraviesan una situación similar a la suya. Se reúnen para aprender y compartir.

En el país son en total 10 aulas hospitalarias como esta, donde intentan garantizarles a los niños enfermos su derecho a la educación.

Una escuela diferente Pero la enseñanza allí tiene ciertas particularidades.

Una es la irregularidad de la asistencia de los alumnos.

Las hospitalizaciones, las dadas de alta, e incluso la muerte, marcan el ir y venir de los niños en esta escuela.

Otra diferencia con los colegios regulares es la presencia de los padres de los menores. “Eso obliga a cambiar el modo de trabajo para involucrarlos en todo lo que ocurre”, dice Álvaro Reyes, experto en pedagogía hospitalaria.

Así lo hace Lina Ramírez, profesora de la escuela a la que va Ricardo. “Si llega una mamá que sabe algún arte, le pedimos que nos enseñe a todos los demás”, indica la mujer, que además de maestra resulta convertida en una suerte de psicóloga para las madres, que también encuentran en la escuela un escenario de solidaridad.

Ella trabaja con el modelo de escuela nueva, que permite atender simultáneamenteel currículo de varios grados.

Pero también desarrolla trabajo personalizado con los pequeños que no pueden salir de su habitación.

Y aunque son muchos los que, por la dureza de los tratamientos, pierden interés por las actividades educativas, ya son 50 los niños que han recibido el grado de primaria durante los casi 8 años que lleva la escuela funcionando.

Ricardo no será el número 51, porque dentro de poco regresará sano a su casa en Manizales y continuará con su educación regular.

La parte emocional, clave La profe Lina cuenta que se ocupa más de las emociones de los niños que de los conocimientos que puedan adquirir durante sus clases. “Lo importante es que sean felices durante su estadía y no tanto llenarlos de información porque hoy están aquí ¿y mañana?”, se pregunta con un gesto que refleja el dolor por las pérdidas que ha debido afrontar durante su tiempo en el hospital.

Y Reyes justifica su método. “En situación de enfermedad hay que preguntarse qué importancia tiene el saber y qué es lo que uno quisiera aprender”, resalta.

Por eso, la pedagogía hospitalaria está enfocada en el reconocimiento del cuerpo y de la imagen propia. Del dolor, la enfermedad y la muerte.

Leer ayuda a aliviar la enfermedad.

Todos los jueves en la tarde Juan Alberto Riveros llega cargado de libros al pabellón de pediatría del Hospital El Tunal. “Es una selección de temas agradables que sacan a los niños de la rutina de la hospitalización”, dice.

Va de una habitación a otra entregando historias para que los propios chicos o sus acompañantes lean.

Su labor parte del programa Leyendo en el Hospital de la Red Capital de Bibliotecas Públicas, BibloRed, de la Secretaría de Educación de Bogotá, cuyo objetivo es garantizar el acceso a la información, el conocimiento, el arte y la recreación a los enfermos, de acuerdo con Silvia Prada, gerente de BibloRed.

Para Riveros, la mayor satisfacción de su trabajo es lograr que el niño establezca una relación afectiva con los libros. “Que recuerde que un libro lo hizo sentir bien mientras estaba enfermo”, dice.

SIN TANTA TIZA GARABATOS Y LA MEMORIA A diferencia de lo que se creía, garabatear ayuda a concentrarse y a memorizar lo que se escucha, según estudio de psicólogos británicos que determinaron que rayando el papel se puede recordar hasta 29 por ciento más.