Tanto el hambre como el apetito
pueden controlarse de manera natural
Foto: Jupiter
El exceso de comida es perjudicial. Claves para lograr la
sensación de saciedad.
La saciedad bloquea la necesidad de comer más alimento
del necesario, pero para lograrlo hacen falta un mínimo de fuerza de voluntad y
un protocolo de intenciones.
Lea las siguientes claves para lograr, naturalmente, la
sensación de saciedad.
No demore. No haga ayunos prolongados entre comida
y comida.
El agua no engaña. Aunque tomar agua antes de comer
disminuye la capacidad del estómago, no quita la sensación de hambre que está
dada por varios mecanismos; uno de ellos son los niveles de azúcar en la
sangre.
Modérese. Por mucha hambre que tenga no pida ni
se sirva cantidades excesivas de comida. Cálmese y primero tome un aperitivo,
una picada pequeña o cómase la ensalada. Luego sirva o pida un solo plato y
decídase por el postre solo al terminar de comer.
Dese tiempo. Establezca rituales que le hagan perder
tiempo entre bocado y bocado. Por ejemplo, cuente mentalmente el número de
veces que mastica un trozo de comida, límpiese con frecuencia las comisuras de
los labios con la servilleta, deje los cubiertos sobre la mesa cada vez
que se llena la boca y no vuelva a cogerlos hasta que haya pasado el bocado.
Nada de bocaditos. No satisfaga parcialmente el hambre con
ellos; lo mejor es que tome una comida moderada, pero completa. La explicación
es simple: cuando se ha hecho ayuno prolongado, y el cuerpo recibe la señal de
que está llegando comida, descarga insulina, hormona cuya función es bajar
el azúcar de la sangre para meterla en las células. Si la persona solo toma
apenas un bocado, el resultado es mayor cantidad de insulina para una menor
cantidad de azúcar proveniente de los alimentos. Pese a la baja ingesta, la
insulina sigue bajando el azúcar de la sangre, lo que hace que sus niveles
bajen y la persona acabe sintiendo mucha más hambre.
Hambre y apetito no son lo mismo
El apetito, utilizado a veces como
sinónimo de hambre, es una sensación distinta.
El hambre es una sensación que empieza de modo
imperceptible y que crece hasta un nivel que supera la voluntad de cualquiera.
Este mecanismo, que usa el cuerpo para avisar que
necesita comer, es tan esencial para la vida que cuando no se satisface saltan
esas señales que se intensifican hasta llevar al organismo a la postración.
El hambre aparece regularmente pasado un cierto tiempo
desde la última ingesta y de acuerdo con una rutina consolidada por cada quien
al cabo de los años; de igual modo, su intensidad varía según la capacidad de
cada persona para llenar su estómago.
Si se toma como referencia la secreción -controlada por
el cerebro- de algunas hormonas durante las 24 horas del día, es evidente que
esta es desigual.
El nutricionista y bioquímico Mariano Alemany, de la
Universidad de Barcelona (España), recuerda en su 'Manual de las dietas y la
nutrición', que las cantidades máximas y mínimas de secreción están ajustadas a
un ciclo único de actividad que normalmente hace que la capacidad de
respuesta, física e intelectual, coincida con la máxima actividad durante el
día, que suele ser al mediodía o al final de la tarde.
Este ritmo se relaciona con el ciclo de iluminación
natural y también con el reloj biológico interno; este, a su vez, está
mediatizado por las secreciones hormonales. Este reloj interno rige de manera
natural los horarios de las comidas, la actividad física, la actividad
sexual, las micciones y el sistema digestivo.
El apetito lleva a la gente a seleccionar determinados
alimentos a veces en forma inconsciente, pero siempre de acuerdo con la
capacidad de cada persona de seleccionar los nutrientes que necesita.
El apetito está determinado tanto por impulsos
conscientes como inconscientes. La evocación de recuerdos de placeres
conseguidos con ciertos alimentos abre la expectativa para volver a repetir
esas sensaciones, aun a sabiendas de que el estómago está a rebosar.
Según Alemany, las sensaciones de hambre y apetito pueden
coexistir de modo que se refuercen mutuamente, aunque hasta cierto punto,
porque si estamos mucho tiempo sin ingerir alimento, los criterios de ingesta
energética derivados del hambre son prioritarios sobre los específicos
del apetito.
CON INFORMACIÓN DE EFE REPORTAJES