Se nos vino el agua encima y con ella los resfriados, los catarros, las
gripas y todos sus malestares.
Aunque siempre se ha asumido que con la lluvia llegan la pechuguera y la
tos, pocos saben por qué los paraguas y la fiebre van de la mano.
Empecemos por entender que estos males no son más que infecciones
respiratorias producidas por virus, unas partículas que hay que imaginarse,
porque solo los magos de la ciencia los han visto.
Nuevos estudios, entre ellos uno de la Universidad de Oregon y otro de los
Institutos Nacionales de Salud, de Estados Unidos, creen haber resuelto el
misterio de por qué estos bichos se propagan más cuando llueve y el aire está
frío, como en esta época.
De acuerdo con los investigadores, el virus responsable de las gripas es “más
estable cuando la temperatura oscila entre los 5 y los 10 grados centígrados y
el aire tiene una humedad del 20 por ciento”. Mejor dicho: cuando llueve.
Aunque le suene contradictorio, la atmósfera es más seca en temporada de
lluvias, pues la humedad que tiene en forma de vapor se condensa y se convierte
en los aguaceros que a veces nos martirizan.
Hecha la claridad es posible poner en práctica algunas recomendaciones para
mantener a raya la gripa.
A prevenir Aire y luz. Con las bajas temperaturas la envoltura de los virus
se convierte en una especie de gel que hace más fácil el paso de ellos entre
una persona y otra. Por el contrario, cuando hace sol el gel se convierte en
líquido, lo que inactiva su capacidad de pasar rápidamente de una nariz a otra.
Por eso mantenga las habitaciones y oficinas bien ventiladas e iluminadas. La
circulación permanente del aire y la luz del sol inactivan algunos virus.
Evite cambios bruscos. Pasar del calor al frío puede irritar las vías
respiratorias y causar inflamación; cuando esto ocurre se aumentan las
secreciones, condición que facilita el desarrollo de virus.
Lávese las manos. Aunque los virus respiratorios por lo general quedan
suspendidos en el aire, la gente también puede contaminar sus manos cuando se
suena o toca superficies contaminadas. En temporada lluviosa lo mejor es
lavárselas continuamente.
Cero cigarrillo. Las sustancias que contiene causan la inflamación crónica
de los bronquios, una condición favorable para que allí se siembren virus y
bacterias. El mismo efecto se produce en los no fumadores expuestos al humo de
segunda mano.
Polvo. Aspire con frecuencia tapetes y cortinas; el polvo puede contener
partículas que favorecen las alergias; con ellas el riesgo de sufrir una gripa
es mucho más alto. Evite, también, ropa, cobijas y almohadas que desprendan
motas, plumas, fibras y otros elementos que puedan ser aspirados. En
construcción. Si en su conjunto, edificio u oficina se están llevando a cabo
obras, exija limpieza permanente para que el polvo no se levante.
Defensas. Hay que entender que si una persona está bien nutrida, sigue una
dieta equilibrada, hace ejercicio en forma regular, se mantiene dentro del peso
adecuado para su talla y edad y visita con regularidad al médico, su sistema
inmune tiene más herramientas para defenderse de los virus.
No haga quemas. Las personas susceptibles a sufrir enfermedades
respiratorias deben evitar el humo al máximo, eso incluye el de la chimenea y
los asados, en espacios cerrados y semicerrados.
Humedad. Si en su casa hay goteras o filtraciones, mejor repárelas ya; estos
ambientes húmedos favorecen el crecimiento de virus.
La basura en su sitio. Las canecas deben tener tapa y las bolsas
perfectamente cerradas. Los elementos en descomposición liberan gases y vapores
que coadyuvan la transmisión de virus.
Vale recordar que los antibióticos no sirven para tratar las gripas, porque
no eliminan los virus ni acortan la enfermedad.
No se automedique más allá de lo necesario para aliviar síntomas como la fiebre
o el exceso de secreciones. Por último, tenga en cuenta que aunque las gripas
no tienen cura, sí hay formas de prevenirlas y de hacerlas más llevaderas (ver
subnota: Qué hacer si la gripa ya se instaló en su cuerpo).