Ante el descenso mundial en el consumo de drogas tradicionales, como la
heroína y la cocaína, no se puede bajar la guardia, pues al mismo tiempo está
creciendo el uso, y especialmente entre la juventud, de las llamadas drogas
sintéticas o de diseño, como el éxtasis.
Así lo advirtió en su último informe sobre el tema la oficina de Naciones
Unidas para la Droga y el Delito, según el cual sólo durante el 2007 fueron
incautadas 51,5 toneladas de estimulantes anfetamínicos,
la cifra más alta hasta la fecha. Esta semana se conoció que Colombia tiene, de
acuerdo con un estudio del 2006 de la Comisión Interamericana para el Control
del Abuso de Drogas (Cicad), de Naciones Unidas, el
índice más alto de consumo de éxtasis de Suramérica, un dato ratificado por
Carlos Ignacio Cuervo, viceministro de Salud.
Y las autoridades de salud del país han denunciado que traficantes locales
están utilizando pseudoefedrina (descongestionante presente
en el 85 por ciento de los antigripales que se comercializan en el país) para
producir drogas estimulantes sintéticas, del tipo éxtasis.
Augusto Pérez Gómez, PhD en psicología clínica,
director de la Corporación Nuevos Rumbos y uno de los investigadores más
reconocidos en el tema de adicciones en América, denuncia que en Colombia se
está produciendo un “éxtasis criollo a partir de la pseudoefedrina
de los antigripales”, pero aclara que “hoy no sabemos con exactitud de qué tipo
de mezclas se están usando” y por ello califica la situación de “muy
peligrosa”, añadiendo que su bajo costo las está popularizando a pasos
agigantados entre los jóvenes de todos los estratos.
¿Qué se sabe del ‘éxtasis criollo’? Los jóvenes dicen que están usando
éxtasis, pero la descripción que hacen de los efectos no corresponde, en
absoluto, a lo que sabemos sobre esa droga. Estas sustancias que hoy circulan
bajo el nombre de ‘éxtasis’ –éxtasis ‘criollo’, en realidad–, son un fenómeno
tan autóctono como el basuco.
¿Hay indicios de cuáles son los componentes de las mezclas que más consumen
los jóvenes hoy? Estamos estudiando el tema, pero sabemos que puede tratarse de
una mezcla de pseudoefedrina y cafeína (éxtasis
verde) o una manipulación de la pseudoefedrina, para
convertirla en metanfetamina.
Si hay incautaciones de estas drogas. ¿Por qué no se hacen análisis de esas
pastillas? No se hacen porque eso implica órdenes judiciales especiales,
cadenas de custodia, definición de laboratorios y unos costos que al final
nadie asume.
Esa es una de las razones por la que no sabemos con exactitud qué contienen
esas mezclas. Al final, todo queda registrado como ‘éxtasis’, aunque en muchos
casos no lo sea.
¿Qué efectos producen esas mezclas que hoy se están usando? ¿En qué se
diferencian del éxtasis como tal? Mientras que la gente que consume éxtasis se
‘mete’ dentro de ella misma, baila consigo misma, las mezclas criollas aceleran
el pulso, el ritmo cardíaco, aumentan la presión arterial y son estimulantes y
euforizantes a nivel cerebral. Producen cierta agitación que la gente
identifica como un exceso de energía.
¿Cuánto duran esos efectos? Son más prolongados que los del éxtasis normal,
es decir entre 6 y 12 horas.
¿Dónde se consigue? Esencialmente en sitios de rumba electrónica, pero se ve
también en discotecas comunes y corrientes, estratos 3 y 4. En los colegios
casi no se ve, porque su consumo produce una agitación, que los pondría en
evidencia.
¿Un papá puede identificar si su hijo está bajo los efectos de drogas como
el éxtasis? No es tan fácil. Si están en la etapa máxima de agitación,
probablemente sí. Pero se han hecho estudios con papás para que identifiquen
los signos, y ha sido difícil.
¿Cuánto valen esas pepas? Una pepa de éxtasis criollo se consigue muy
barata, por 5 mil pesos o menos.
Una de éxtasis fabricado en Holanda no se consigue por menos de 30 mil
pesos. Al bajar la calidad, se reducen los precios y se populariza el consumo.
Ese es uno de los riesgos más grandes de este fenómeno.
¿Se trata de drogas menos nocivas? Aunque entre los jóvenes existe esa
creencia, es del todo falsa. Ellos piensan que no generan adicción y que se
pueden mezclar sin problema con alcohol. Lo cierto es que los efectos negativos
sobre el sistema nervioso y el organismo en general pueden incluso llevar a la
muerte, por sobredosis o uso prolongado.
Los jóvenes no empezaron a consumir pepas ayer. ¿Qué ha cambiado? Hace tres
décadas los jóvenes usaban bencedrina, para estudiar
sin dormirse; hace unos 15 años empezaron a utilizarse anfetaminas para adelgazar,
luego los tranquilizantes y el éxtasis, y hoy mezclas de toda clase, casi
artesanales. Hoy, los estimulantes de tipo anfetamínico
tienen una alta popularidad. Pero las mezclas son un peligro.
¿Diría que hoy hay un consumo sin control? Está desbordado en una franja de
la población, principalmente entre los aficionados de la rumba electrónica, de
estratos medio y alto, con picos de consumo entre los 20 y los 35 años. Los más
jóvenes (entre los que se ha popularizado el éxtasis criollo, por su precio) inician
el uso de estas sustancias sintéticas a los 16 años en promedio.
¿Qué pueden hacer padres y maestros? Estar atentos a cambios de
comportamiento, tipos de amigos, fracaso escolar, distanciamiento exagerado de
la casa, incremento de gastos, pérdida de objetos del hogar, cambios en el
aspecto físico, en los patrones de sueño y alimentación. Y siempre consultar a
un especialista antes de tomar medidas.
Signos de un posible uso de sustancias - Cambios negativos en el rendimiento
escolar: ausentismo y bajas calificaciones.
Cambios de comportamiento y estados de ánimo extremos.
Descuido en la apariencia física y el cuidado personal.
Cambios en los patrones de sueño y alimentación.
Solicitud frecuente de dinero o desaparición de objetos en la casa.
Pérdida de interés en actividades que antes eran placenteras.
Cambio de amistades.
Desaparición de drogas prescritas o de alcohol.
Aparición de objetos inusuales: pipas, goteros, papel de cigarrillo, pedazos
de espejo, botellas de pegantes, recipientes o frascos desconocidos, jeringas,
papel aluminio, pastilleros.
Uso desacostumbrado de incienso, ambientadores, perfumes, enjuagues bucales
y gotas para los ojos.
Qué se puede hacer para combatir el problema Mantener una relación cariñosa
y de confianza con los hijos.
Facilitar a los adolescentes la posibilidad de tener diálogos abiertos y
sinceros Hablar sinceramente con sus hijos acerca del alcohol y las drogas,
explicarles las razones para no consumirlas y darles estrategias para manejar
las situaciones en las que se sientan presionados a hacerlo.
Conocer las actividades y los amigos de sus hijos adolescentes y unirse con
otros padres para proponer políticas comunes.
Tener normas familiares claras con respecto al alcohol y definir las
consecuencias por su no cumplimiento.
Dar buen ejemplo cuidando su propio consumo de alcohol, cigarrillo y otras
sustancias que puedan generar dependencia.
Buscar un equilibrio entre el autoritarismo y la excesiva permisividad:
ninguno de esos extremos es bueno