Mejor método entre letras o
números a la hora de evaluar prende debate
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Jupiter
La
Ministra de Educación, Cecilia María Vélez, anunció la inminente expedición de
un decreto sobre evaluación que deja a los colegios en libertad de elegir el
método de calificación más conveniente.
El
anuncio prendió de nuevo el debate sobre las formas más adecuadas de calificar
a los alumnos, y aunque no se conoce en detalle el decreto, y las voces en
contra no han cesado desde la expedición de la norma actual (decreto 230),
revivió las objeciones a algunos mecanismos de evaluación.
Con la entrada en vigencia del nuevo decreto, de acuerdo con su proyecto
pedagógico cada institución podrá establecer si califica con números o con letras.
O, incluso, "si aplica una combinación de los dos, porque no se trata de
que haya un sistema universal", dice Francisco Cajiao,
experto en educación, para quien evaluar matemáticas, por ejemplo, es más fácil
con números, y calificar un texto es mejor con letras.
Aunque, "las letras son ambiguas. Caben muchas cosas dentro de una A
(Aceptable), mientras que los números permiten ver la evaluación como un
puntaje", dice Sonia Lancheros, orientadora de un colegio público del sur
de Bogotá.
En ese sentido, Cajiao señala que "los sistemas
de puntaje ayudan al niño a querer superarse a sí mismo", como sucede con
los juegos de video.
Evaluación integral
Pero, más allá de ese debate, lo importante es establecer una visión integrada
que permita hacer una revisión constante tanto de lo aprendido como de la
actitud del estudiante frente al aprendizaje, asegura Fabio Jurado, director
del Instituto de Investigación en Educación de la Universidad Nacional.
Y es ese el objetivo original de la evaluación por logros que rige actualmente,
en la que no solo se califica si el niño llegó o no a una meta sino que se
tiene en cuenta qué hizo para llegar hasta ella y cuál es su capacidad para
aplicar ese conocimiento en contexto.
Todos pasan
Pero más allá de la evaluación por logros, el inconformismo actual radica en
que "los estudiantes juegan con la ley del menor esfuerzo esperando que
haya uno peor que ellos para pasar 'por decreto'", señala Lancheros.
Esa fórmula nefasta se hizo posible desde la aparición del decreto 230 del 2002
que estableció un tope máximo del 5 por ciento de estudiantes que podía
reprobar el año.
Con esa regla conocida como promoción automática se plantean obstáculos para
hacer "procesos de evaluación coherentes", e impide, además, conocer
los niveles de aprendizaje alcanzados por los estudiantes. "Nunca habrá
una verdad absoluta al respecto", dice Jurado.
Algo que coincide con un balance sobre los sistemas de evaluación en seis
países de Iberoamérica llevado a cabo por el
Instituto de Fomento e Investigación Educativa de México, según el cual
"hay poca información sobre si los niveles de rendimiento de los alumnos
han cambiado a través del tiempo".
Y
es probable que, al dejar libertad a los colegios para asumir su propio modelo
de evaluación, esa información sea aún más esquiva. Pero, sobre todo, porque se
desconoce la recomendación más relevante del Instituto: la importancia de un
consenso nacional en evaluación y un compromiso de largo plazo.
Cómo
evalúan en los países de la región
De acuerdo con el estudio del Instituto de Fomento e Investigación Educativa de
México, son Chile y Argentina los que tienen los mejores sistemas de evaluación
de Iberoamérica, aunque apenas se están consolidando
los esfuerzos por hacer homogéneos el currículo, los textos escolares y la
pedagogía de las aulas de clase.
En Chile se califica con una escala del 1 al 7, en Venezuela con un sistema del
0 al 20, y en Perú, con ese mismo para el bachillerato y con letras en la
escuela primaria.
De estos tres, el único en el los maestros tienen porcentajes obligados de
promoción de estudiantes a los niveles superiores es Perú, donde cada colegio
puede reglamentar su propio tope, siguiendo, eso sí, las recomendaciones del
Ministerio de que las cifras de reprobación estén entre el 5 y el 10 por
ciento.
De ser superiores, se considera que se deben replantear las estrategias de
enseñanza, los instrumentos de evaluación y las metas de aprendizaje trazadas.
En bachillerato, no pasan el año quienes pierdan más de 4 materias.