–¿Quién de los que venden en este cruce (calle 13
con carrera 10a) lleva más tiempo trabajando aquí?
–¿Cómo? ¿Cómo?, responde la mujer de 72 años, con
cabeza cana cubierta con un sombrero de fieltro negro, que vende en una ‘chaza’
dulces y cigarrillos en el lugar.
–¿Me puede repetir más duro?No
le oigo–, pide nuevamente Evelia López Fuquen.
–El oído lo he perdido y ya no escucho bien–.
Ella le atribuye su falla auditiva “al fuego, al humo y a las chispas que
salían de la estufa de leña que usé por muchos años”.
Pero en realidad (y así lo señalaron otorrinolaringólogos consultados), Evelia sufre de sordera debido a la edad y porque durante
30 años ha soportado el exceso de ruido que hay en ese punto de la 10a.
El cruce de esta vía con calle 13 es hoy, precisamente, el más ruidoso de
Bogotá: registra 75,1 decibeles. Supera en un 40 por ciento los límites fijados
por la norma para ese tipo de vías, que es de 70 decibeles, según una
investigación del Grupo de Estudios en Sostenibilidad
Urbana y Regional de la Universidad de Los Andes (Gesur).
Aunque las mediciones de la Secretaría Distrital
de Ambiente (SDA) en ese céntrico cruce son peores: la contaminación sonora llega
a los 87,7 decibeles. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado que
una exposición al ruido del tráfico por largo plazo y que supere los 70
decibeles, puede tener efectos cardiovasculares y dañar el oído.
A esos niveles de ruido están sometidos diariamente Evelia
y todos los que trabajan y se movilizan por ese punto. Deben soportar los
ruidos de los frenos y arranques de 3.400 buses, busetas, motos y carros
particulares que cada hora pasan por ese cruce; el chillido de los carros de balineras que bajan por la Jiménez; los pitos agudos de los
agentes de Tránsito y de los obreros que con paletas paran el tráfico por las
obras de la troncal de TransMilenio; los
insoportables taladros y máquinas de las obras; los altoparlantes de los
almacenes, los gritos mezclados de los vendedores de carteras, chancletas,
formularios… Pero no es el único punto ruidoso de la capital. El estudio del Gesur estableció que la contaminación acústica está
extendida en las zonas residenciales y hasta en las áreas hospitalarias, donde
debe primar el silencio.
Las mediciones del Grupo de los Andes, hechas durante cuatro meses (entre
octubre del 2008 y febrero del 2009) en distintos sitios, arrojaron que, por
ejemplo, en la autopista Norte con calle 127 (frente a la Clínica Reina Sofía)
se registran 73,7 decibeles, con lo cual supera más de ocho veces el límite de
sonido fijado para estas zonas (55 decibeles), afirma el director del Gesur, Eduardo Behrentz.
Los monitoreos de la Secre-taría
también indican que otras arterias de la ciudad son ensordecedoras: las
avenidas Ciudad de Cali, Boyacá y 68 y la carrera 30, que exceden en más del 40
por ciento los límites del ruido.
Algo similar sucede en zonas residenciales. Un sector de Suba como el cruce
de la calle 100 con esta avenida rebasa un 60 por ciento el máximo permitido
para este tipo de sectores, según el Gesur.
El coordinador del Grupo de Control del ruido de la SDA, Luis Eduardo Gaitán, agrega otros sectores con alta contaminación
sonora: Santa Cecilia y Álamos, en Engativá; Bavaria, Castilla y Carvajal, en Kennedy; Las Nieves y La
Macarena, en Santa Fe; las áreas comerciales de ‘Cuadra Alegre’, en Puente
Aranda, y las zonas Rosa y T en Chapinero.
En contraste, hay áreas de la ciudad más tranquilas: Rosales y Santa Bárbara
(arriba de la carrera 3a.), en el norte, y en el interior de parques como el
Simón Bolívar, consigna el estudio de los Andes.
Los desmedidos niveles de ruido llevaron a que el año pasado los ciudadanos presentaran 5.404 quejas ante la Secretaría de Ambiente. Las
denuncias las originaban, principalmente, los ruidos generados por las
discotecas, bares y fiestas ruidosas de los vecinos.
El director del Gesur, Eduardo Behrentz,
asegura que “la mayoría de bogotanos están permanentemente sometidos a una
contaminación auditiva tan excesiva, que está afectando la salud”.
Efectos en la salud El presidente de la Asocia-ción
Colombiana de Otorrino-laringología, Gilberto Marrugo, confirma que cada semana los especialistas
atienden en consulta entre dos y tres personas con problemas de audición.
“Eso no ocurría hace cinco años –agrega–. Hoy percibimos que la alta
contaminación sonora de la ciudad está enfermando, pero la gente probablemente
no se ha dado cuenta”. Uno de esos casos es el de Evelia.
El daño que causa el ruido obedece a que, por encima de los 70 decibeles,
“puede producir lesión en el sistema auditivo, afectar el sistema nervioso e
incidir en un comportamiento neurótico”.
Son efectos que corrobora el ingeniero químico de la Universidad Nacional Edilberto Salazar – autor de la norma nacional que rige
sobre ruido– quien complementa que “el ruido, cuando molesta, produce estrés,
problemas nerviosos y cardíacos”.
El secretario de Ambiente, Juan Antonio Nieto, admite los graves problemas
de contaminación sonora. Por ello, dice, están elaborándose mapas de ruido de
las localidades, se han invertido más de 1.000 millones de pesos en compras de
sonómetros y una nueva red móvil para detectar y sancionar las zonas más
ruidosas. Además, prepara una regulación para controlar los ruidos en las
casas.
lucgom@eltiempo.com.co.
LAS QUEJAS PARA NO TERMINAR SORDOS Las quejas contra los excesos en los
niveles de ruido en Bogotá se pueden presentar ante la alcaldía local de cada
zona. También en la Secretaría Distrital de Ambiente
y se puede llamar al 4441030, extensión 170, donde, además, orientan sobre el
trámite. Estas autoridades son responsables de ejercer el control de la
contaminación sonora en la ciudad y que en áreas residenciales y centros de
estudio los niveles no excedan en el día los 65 decibeles, y en la noche los
55. En zonas comerciales no se deben superar los 70 decibeles en el día, y los
60 en la noche; en las áreas industriales el límite en el día y en la noche son
75 decibeles. En los parques el máximo permitido es de 55 decibeles en el día y
50 en la noche