Factor emocional incide en el riesgo de sufrir accidentes, dicen psicoanalistas

Se acentúan en momentos de crisis personal y pueden manifestarse en movimientos más torpes.

Según especialistas de esta corriente de la psicología, en el accidente existe una predisposición manejada por el inconsciente.

"Una necesidad del psiquismo de descargar un dolor excesivo en el acto de accidentarse", explica Verónica Miranda, del Centro de Investigaciones para la Prevención y el Estudio de los Accidentes (Cipea). Aunque efectivamente, nadie se accidenta a propósito y esto debe quedar bien claro a fin de evitar sentimientos de culpa.

En el accidente, la violencia se da en un choque con lo externo, viene "de afuera", pero, ¿cuánto influye "lo de adentro", el factor emocional, en la posibilidad de sufrir un accidente?

De esto se ha ocupado el psicoanálisis. Lo han hecho a partir de las ideas de Freud, quien dio la pista enmarcando al accidente dentro del campo del "acto fallido".

Hoy cualquiera puede tener una idea de lo que es un acto fallido: algo que uno "no quiso" decir o hacer, pero que por algún motivo se terminó "colando" sin querer entre los dichos o los hechos. 

Dicho de otro modo, un accidente puede ser analizado como una vía de expresión, cuyo costo suele ser, por supuesto, demasiado alto. "Esto configura un tipo de personalidad conocido como 'accidente-propensis', que es fácilmente identificable en aquellos a  los que parecen ocurrirles estas cosas con frecuencia, y que se justifican diciendo que tienen mala suerte", dice el psiquiatra Rodrigo Córdoba.

Profesionales trabajan en prevenir los accidentes

En algunos hospitales se hace seguimiento, desde el punto de vista psiquiátrico, a los pacientes que se accidentan en forma repetida (o en los casos de accidentes absurdos) para tratar de identificar estos rasgos de personalidad que deben ser tratados a  la par con las lesiones. El propósito es prevenir nuevos eventos, además de hacer conscientes a las personas de esta situación.

Si bien hasta ahora se involucraba la atención mental a las personas que han sufrido accidentes para prevenir o manejar el estrés postraumático, esta nueva condición procura evaluar la condición previa o los conflictos emocionales contenidos que pueden  aflorar o manifestarse en forma de accidentes.

Así como la persona con urticaria se rasca la piel hasta lastimarse cuando su angustia es muy intensa, un accidente grave puede ser el síntoma de un gran conflicto emocional. 

Si bien cualquiera puede sufrir un accidente, la forma en que cada persona haya aprendido a manejarse con sus situaciones traumáticas puede hacerla más propensa a sufrirlo. Esa accidentofilia se acentúa en los momentos de crisis personal  y puede manifestarse en movimientos más torpes o en actitudes demasiado confiadas (conducir con menos cuidado o bebido), o en la exposición a peligros innecesarios.

Sin descartar que, como reconoce Miranda, "hay factores o elementos externos sociales que colaboran a que ocurran accidentes, como la falta de contención y de protección con leyes claras".

En deportes se manifiesta relación entre factor psíquico y ocurrencia de accidentes

"Los movimientos que se ejecutan al hacer deporte requieren una tensión muscular óptima, que se logra con una preparación tanto física como psicológica", explica el psiquiatra y psicoanalista argentino Ricardo Rubinstein.

Las vivencias emocionales inciden en ese estado de preparación, tanto como las circunstancias propias del deporte, en especial si es de alta competencia: contra quién se juega, a qué nivel, frente a qué público, en qué torneo.

El temor, la ansiedad y la frustración inciden en forma consciente e inconscientes: "Podrán variar el tono muscular produciendo hipo o hipertonías asincrónicas con lo que el jugador necesite hacer en ese momento". 

Lo que sucede entonces es que cada patada, cada golpe, cada movimiento "resultará en áreas de mayor fragilidad o disposición a la lesión", especialmente en los deportes donde hay fricción con el adversario. 

La mayor dificultad para expresarse frente a esas tensiones que implica el juego, explica Rubinstein, suele traducirse en calambres y en lesiones: "En los deportistas, las lesiones, muchas veces reiteradas, son la vía de expresión de conflictos que no  encuentra otro modo de canalizarse, una forma de parar, de decir basta". 

MARCELO RODRÍGUEZ
GDA, LA NACIÓN (ARGENTINA)