Grupo de mujeres embera ya no quiere la ablación y pide que esa costumbre
sea replanteada
La
práctica de la ablación es ancestral y lo que busca, según la comunidad, es
asegurar el papel de mujeres fieles.
El
rito ancestral en el que mutilan el clítoris de las recién nacidas levanta
debate entre tradición y derechos sexuales femeninos. Mientras se decide si se
elimina o no, la práctica fue suspendida.
Ella
no lo sabe con certeza. Martha Cheché arrulla entre
sus brazos a su pequeña hija, de un año de nacida, y reconoce que no sabe si le
practicaron la ablación, procedimiento en el que les extirpan o mutilan el
clítoris a las recién nacidas de su comunidad.
Martha, de 19 años, como las demás mujeres emberas chamí asentadas en Mistrató y
Pueblo Rico, en Risaralda, prefiere no pensar en eso.
Es un tema íntimo, una herencia milenaria.
Sin embargo, desde que la Personería de Pueblo Rico denunció la muerte de una
niña embera tras ser sometida a esta práctica, en el
2007, han tenido que enfrentarse a este debate: continuar con una práctica
ancestral y violenta o respetar los derechos humanos de las niñas y
mujeres.
Eso lo explica Diego Palacio, representante para Colombia del Fondo de
Población de las Naciones Unidas (Unfpa),
organización que desde hace dos años lidera una campaña que busca que esta
comunidad, conformada por unas 22 mil personas, erradique o trasforme ese
ritual.
Martha es consciente del valor cultural de la ablación, pero gracias a esta
iniciativa denominada Embera Wera
(mujer embera) ahora está de acuerdo con que la
tradición cambie, y asegura que en su resguardo ya la reemplazaron por un
brebaje.
"A mi hija le dimos una bebida", dice Martha al justificar el
significado de la tradición. "Es muy importante para nuestras niñas, para
que sean buenas mujeres, para que no sean 'brinconas'
y les sean fieles a sus maridos".
Esmeralda Ruiz, asesora en género y derechos del Unfpa,
explica que la ablación forma parte de un rito que busca garantizar el rol de
la mujer en la sociedad como madre y esposa. Es también una forma de ejercer
control sobre la sexualidad de las mujeres.
Graves consecuencias
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta práctica genera un daño
de por vida que interfiere con la función natural del organismo femenino.
Dolores intensos, hemorragias, tétanos, infecciones, retención de orina y
lesiones de los tejidos son algunas complicaciones.
En muchos casos, no haber sido mutiladas, puede hacer que la niña o mujer sea
discriminada por su comunidad.
Para Ruiz lo más difícil del proceso ha sido abordar un tema que no solo es
ancestral, sino íntimo. Sobre todo con las parteras o mujeres mayores, para
quienes esta es una costumbre sagrada.
"Han dicho que hemos discriminado a nuestras niñas, pero solo hemos
querido protegerlas", dice Cleotilde Caizale, líder embera al afirmar
que su pueblo está dispuesto a dejarse ayudar.
Si esa ayuda consiste en modificar esta costumbre, así lo harán.
Cuando inició este proceso, los hombres fueron los más sorprendidos.
"No
sabíamos que esto existía. Ha sido una costumbre exclusiva de nuestras
mujeres", sostiene Alberto Guasorna, miembro del
Consejo Regional del pueblo embera.
Aclara
que solo en unos dos años, cuando haya concluido esta iniciativa, su
comunidad tomará una determinación al respecto.
Ya
se ordenó suspender esta práctica hasta que llegue ese momento. Si alguna niña
muere a causa de esta, la responsable será sancionada.
Guasorna no da detalles del castigo, pero advierte
que, pese al valor de las tradiciones, la preservación de la vida es lo más
importante.
Solany Zapata es la primera mujer que llega al
Consejo de Autoridades Indígenas de Risaralda. Casada
y madre de dos niñas, es consciente de que se debe modificar esa costumbre.
"Necesitamos educación, un mejor acceso a la salud y que nos ayuden a
dignificarnos como mujeres", concluye Solany.
'Es un crimen terrible, un trauma para toda la vida'
"Mi madre me llevó a donde una gitana. Me sentaron en una piedra y me
cortaron el clítoris y los labios menores y mayores con una hoja de afeitar
vieja. Después cosieron todo dejando libre solo una apertura diminuta para
orinar".
El testimonio es de Waris Dirie,
una famosa modelo africana que cuando tenía cinco años fue sometida a la
mutilación de sus genitales.
Actualmente vive en Viena (Austria) con su esposo y sus tres hijos, desde donde
le contó a EL TIEMPO el drama que la llevó a dejar las pasarelas
internacionales para luchar contra esta práctica, a la que considera un crimen.
"Todo
esto (su mutilación) se hizo sin anestesia y por el único motivo de
poder entregarme íntegra para el matrimonio. Sin la ablación, las perspectivas
de un matrimonio para una joven africana no son muy altas", cuenta Waris, de 43 años y embajadora de la ONU y ganadora de
varios premios internacionales gracias a su obra.
"Muchas niñas no sobreviven a este ritual tan cruel", afirma Waris, quien huyó de África porque la iban a casar con un
hombre mayor.
"Mi herida también se inflamaba. Sufría dolores horribles, sobre todo al
orinar. Me demoraba hasta 10 minutos orinando", cuenta la mujer, quien fue
descubierta por un fotógrafo en Londres, donde trabajaba como empleada
doméstica.
Además
de las dolencias y los malos recuerdos, Waris se
lamenta porque con la ablación la privaron de sentir cualquier placer sexual.
"El trauma psicológico dura toda la vida. Constantemente recuerdo el
momento en el que me torturaron".
Entre 100 y 140 millones de mujeres han sido sometidas a esta práctica.
Según el Unfpa, en Colombia hasta ahora se ha
detectado la ablación en el pueblo embera, pero se
tiene indicios de que se realiza en otras etnias del país con prácticas
similares o, incluso, más terribles.
Margaret Thuo,
asesora técnica en género de esa entidad, le dijo a EL TIEMPO, desde Nueva
York, que esa práctica se realiza en cerca de 30
países de África, Asia y Oriente Medio.
Se
calcula que entre 100 y 140 millones de mujeres la han sufrido. Además, se
estima que en África 91 millones de niñas mayores de 9 años viven con
consecuencias en su salud y se calcula que 3 millones de niñas más están en
riesgo de padecer esta práctica cada año alrededor del mundo.
Thuo insiste en que los gobiernos deben implementar
políticas que ayuden a erradiicar esta tradición,
concertando con los pueblos. "Esto impide que niñas y mujeres cumplan sus
derechos. Es una cruda forma de violencia y un desbalance
de poder entre hombres y mujeres".
JOSÉ
ALBERTO MOJICA P.
ENVIADO ESPECIAL
PEREIRA
INVITACIÓN DEL FONDO DE POBLACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS (UNFPA)