Las palmadas y los golpes no son efectivos a la hora de corregir a un niño

Paute fácil

El pediatra Sergio Isaza Villa explica en su libro 'Educar sin maltratar' por qué los padres no deben acudir a la agresión cuando se trata de castigar a sus hijos.

“No hay que confundir el hecho de corregir a un niño con causarle un daño físico o agredirlo”, asegura de manera enfática el pediatra.

Y es que los padres suelen asumir la palmada como el castigo y el medio más ‘natural’ y eficaz para lograr que los niños hagan caso, olvidando así de que existen otras maneras de reprender e inculcar lecciones de vida.

Precisamente, el especialista plantea que “bajo ninguna circunstancia el cuerpo humano, y menos el de un niño, debe sufrir ningún tipo de castigo que le genere dolor, puesto que el cuerpo fue creado para el afecto, el aprecio, las caricias, los besos, el goce y el placer; en cambio, el dolor es un signo de alarma que se activa cuando algo no está funcionando bien”.

Además, el castigo en el cuerpo es la expresión máxima de una posición dominante de un ser que es más poderoso, desde el punto de vista físico, sobre otro que es débil frente a él.

Ante esto, no cabe duda de que reprender y castigar de manera adecuada se convierte en un reto para la paciencia e inteligencia de los padres, y para su capacidad de interactuar con el niño.

Por eso, Isaza sugiere que desde el nacimiento del bebé, los padres deben ser muy precisos en establecer una relación bidireccional; es decir, impartir y recibir afecto, pero también observar cuáles son las necesidades del niño.

“Los padres aprendemos a diferenciar el tipo de llanto cuando el bebé es muy pequeño (sabemos si llora por hambre, por dolor, por frío, etc.). Pero si conserváramos esa agudeza en la percepción, podríamos conocer mejor al niño y posteriormente al adolescente; entonces, los conflictos se evitarían porque el diálogo y las alternativas de solución a sus dificultades y a sus necesidades antecederían a cualquier roce”, afirma Isaza.

Agrega que esto se debe conjugar con el establecimiento de normas y límites claros, los cuales se enseñan con el ejemplo. Aun así, habrá ocasiones en las que el niño quebrante alguna norma. Si esto sucede, un castigo efectivo –dice Isaza– es “dejarlo en su habitación durante 10 o 15 minutos, en ‘tiempo fuera’ solo, sin que juegue ni hable con nadie; así, reflexiona sobre lo que ha hecho”.

 

Autonomía para moverse y pensar
El pediatra Sergio Isaza Villa explica que las primeras dificultades entre padres e hijos se presentan a partir de los momentos en los que el niño empieza a ser autónomo.

Primero, cuando adquiere autonomía en el movimiento; es decir, cuando el bebé sale gateando rapidísimo porque quiere explorar el mundo desconocido que lo rodea. El segundo momento tiene lugar cuando el niño adquiere autonomía intelectual y empieza a decidir sobre sus ideas y acciones. “Entonces, lo que se debe hacer en ambos casos es asegurar las condiciones para que ejerza su independencia, sin que nada lo lastime”.

 

Por Melissa Serrato Ramírez
Redactora ABC del bebé