El dilema de enterrar o
trasplantar la vida
Por Carolina Bohórquez R.
En Colombia sólo hay nueve donaciones
de órganos por cada millón de habitantes. Muchos prefieren enterrar los órganos
de sus seres queridos a permitir que otros vivan con ellos.
Sus vidas penden de una máquina. Un artefacto que suple las funciones del riñón
los mantiene aferrados a este mundo y con la esperanza, no sólo de superar el
día a día, sino de que les alcance la existencia para recibir un órgano que les
represente unos años más de vida.
Cada uno de los de 1.500 vallecaucanos que tienen sus riñones dañados, y que
pasan 570 horas al año dependiendo del bombeo de ese riñón artificial, elevan a
diario una plegaria: tener la posibilidad de desconectarse de la unidad de
diálisis, que sus cuerpos sean aptos para resistir un trasplante que pueda
aliviar su dolencia y, sobre todo, que puedan encontrar al donante que les
devuelva la calidad de vida que han ido perdiendo por causa de un daño renal
irreversible.
Lamentablemente, muchos no ven cumplidos sus ruegos. ¿La razón? Según informes
del Instituto Nacional de Salud, en Colombia los donadores escasean.
Sorprende que en un país de 45 millones de habitantes apenas se contabilizaron, en el 2008, 425 donantes de todo tipo de
órgano, en otras palabras, nueve por cada millón de colombianos. En el 2007
fueron diez por cada millón de personas.
En el Valle fue más aterradora la escasez. El año pasado sólo donaron 39
personas. Cifras que palidecen ante las de países como España donde, con una
población similar a la colombiana, la tasa es de 34 por cada millón de
españoles.
Esto hace que la espera sea larga y a veces una agonía para quienes aspiran a
un riñón nuevo. Y el drama es aún mayor con el hígado y el corazón, los órganos
de mayor demanda en Colombia.
Gran parte de la población del país padece problemas renales, hepáticos y
cardíacos que son, además, las principales causas de muerte, después de la
violencia. Sólo en los años 2005 y 2007 la Secretaría de Salud del Valle
contabilizó 520 muertos en el departamento por insuficiencia renal crónica. Por
insuficiencia cardíaca las muertes fueron más de
3.400 durante la última década.
No obstante, el médico Juan David López, coordinador de la regional Valle en la
Red Nacional de Donación y Trasplantes, advierte que no todas estas muertes se
pueden relacionar directamente con la carencia de un donante o de trasplante.
De hecho, la Red no ha podido determinar cuántos han fallecido porque se
quedaron en el turno de espera de un órgano que nunca llegó.
Sin embargo, en la contabilidad que dolorosamente llevan familiares y enfermos,
son cientos los pacientes que han perdido la esperanza y la vida. “Eso le pasó
a una joven que sufría de lupus y nunca pudo recibir el riñón”, dice Manuel
Arboleda, presidente de la Fundación Colombiana de Pre
y Trasplantados. Él conoce la situación en carne propia, pues se benefició de
un trasplante hace nueve años.
Lo que indican las cifras y los médicos es que se debe dar mayor importancia a
las políticas de prevención para detectar a tiempo las enfermedades graves. De
ser así, dicen los expertos, no se alcanzarían etapas tan avanzadas como la de
la diálisis, cuando la insuficiencia renal crónica ha llegado a su último
estado.
El caso del Valle
El año pasado, a pesar de la disminución de
donantes efectivos, las 20 instituciones trasplantadoras del país realizaron
1.016 procedimientos. En 2007 se contó con 444 donantes en Colombia y en 2008
la cifra bajó a 425. Según el Instituto Nacional de Salud, por la negativa de
las familias. Es necesario que en vida se exprese el deseo de donar después de
la muerte. Aunque, una persona viva puede dar un pulmón, un riñón o parte del
hígado. “Estamos expuestos a enfermedades como diabetes o hipertensión y,
obviamente, los riñones, por ejemplo, van a sufrir”. Juan J. González,
viceministro de Salud.
Este panorama, en el que la prevención de
enfermedades catastróficas es mínimo, como son mínimas las donaciones de
órganos, deja al Valle del Cauca muy mal parado con respecto a ciudades como
Bogotá, donde se logró, en el 2008, por el consentimiento de las familias de
las personas fallecidas, 196 donaciones, frente a las 39 que hubo en el Valle.
Por su parte, la solidaridad antioqueña reportó 167 donantes, es decir, 128 más
que en el Valle.
Debido a que esas cuentas no mejoran, personas como Elsy
Vargas viven su propio drama. Ella ve con preocupación el futuro de su hijo,
quien no ha cumplido los 15 años y ya vive ‘pegado’ a una máquina de
hemodiálisis. “El niño sufre mucho. Sólo espero que nos ayuden”, dice la madre.
Esa carencia de órganos donados obliga a que los médicos recurran a los
miembros de familiares de los mismos enfermos, pero a veces éstos no son
compatibles, lo que alarga la espera por la donación. La mayoría de órganos
provienen de personas jóvenes que fallecen en forma traumática y cuyas familias
dan la autorización para que se les extraigan sus órganos vitales.
“Se llega a un punto en que por esta espera, con tantos dolores, viviendo como
lisiado, uno piensa en que ya no vale la pena seguir luchando”, dice Luis
Carlos Zambrano, de 40 años, quien desde los 20 ha padecido fallas renales,
pero hace poco tuvo su golpe de suerte y le llegó el donante que le cambió su
vida.
39 donantes para 133 trasplantes
La búsqueda de donantes no es una tarea sencilla. La Red Nacional de Donación y
Trasplantes les encomendó a médicos de la Fundación Valle del Lili, por ser la única institución en la región habilitada
para hacer trasplantes de órganos en pacientes de Valle, Risaralda,
Quindío, Cauca y Nariño, la responsabilidad de detectar a los donantes
potenciales, es decir a aquellos pacientes que llegan con muerte cerebral a los
centros de salud de la región.
Según fuentes de la Red Nacional, durante los primeros once meses del año
pasado en la región se tuvo conocimiento de 210 víctimas fatales con traumas
por violencia o accidentes de tránsito. De esa cifra, 105 tenían muerte
encefálica, es decir, eran donantes potenciales. Pero 42 habían tenido alguna
enfermedad que les impidió ser donadores. De los 63 restantes, sólo los deudos
de 39 autorizaron la extracción de los órganos. Cómo se aprovechan varios
órganos de un solo cuerpo, esas 39 personas que perdieron la vida, permitieron
devolvérsela a otras 133.
“Si no hay donaciones tampoco trasplantes. Es importante entender que los
órganos de un cadáver son más valiosos para los vivos que estando enterrados”,
dice el médico Luis Armando Caicedo, uno de los pioneros de este tipo de
intervenciones en el país y jefe de la Unidad de Trasplantes de la Fundación
Valle del Lili.
Hasta el año pasado, en toda Colombia 1.117 personas estaban en la lista de
espera para recibir un riñón, un hígado, un pulmón, un corazón, un páncreas o
un intestino. En el Valle, en lo que va de este 2009, un centenar ya tiene la
orden médica para reemplazar su riñón. Mientras tanto, en Cali otras dos
clínicas están pendientes por certificarse para hacer trasplantes. “Tenemos
mucho cuidado con los requisitos, pues no cualquiera puede realizar una
intervención de este tipo”, dicen en la Red Nacional.
En ese proceso también está el Hospital Universitario del Valle, la primera
institución en realizar trasplantes en la región. El HUV intervino a 237
personas entre 1978 y 1997, hasta que los procedimientos ya no fueron cubiertos
por el Plan Obligatorio de Salud, POS. Hoy el hospital está trabajando en
retomar el programa porque el POS volvió a asumir estos costos.
A donar
Ser donante es muy fácil. Basta con informarle a la familia la intención de
ayudar a otros en el caso de muerte o solicitar un carné como donante, que es
gratuito, a través de la línea 018000113400 o mediante la página web www.ins.gov.co.
Las EPS deben ordenar la operación e incluir a sus afiliados en la lista de
espera. Frente a denuncias por supuestos privilegios en las listas, en la
Secretaría de Salud afirman que el año pasado no hubo tales casos. Reiteran que
para ser favorecido sólo pesan los criterios médicos.
Situación que confirma la Defensoría Regional del Pueblo. “En el 2008 había unas
20 denuncias de presuntas irregularidades para dar la orden de la cirugía y
este año van sólo cinco”. Por su parte, la Fundación Colombiana de Pre y Trasplantados plantea que en los últimos ocho años
hubo 2.500 tutelas que clamaban por trasplantes, tratamientos y drogas a
tiempo.
Pero este año hay una sola tutela, la de una maestra de escuela que espera la
orden de trasplante. Ella es parte de los 1.500 enfermos renales del Valle, que
tienen la esperanza de hallar a un donante que les ayude a despegarse de esa
máquina, que hoy les permite sobrevivir, pero les impide vivir de verdad.