Si hay un campo en el que la ciencia y la tecnología muestran en la práctica
sus avances, es el de la medicina.
La evolución de técnicas, procedimientos y análisis, tanto en diagnósticos
como en tratamientos, es vertiginosa, de la mano de la biología, la genética,
la física, la química y la mecánica. Hoy es fácil ver como obsoleto adelantos
que hace apenas un lustro se presentaban como algo sorprendente y
revolucionario.
Es posible recrear patrones orgánicos en laboratorio, ver en imágenes cómo
funciona el cuerpo en tiempo real, incluso en estructuras tan pequeñas como las
células y las moléculas.
Modificar genes y el núcleo de la célula ya es una realidad cotidiana. El
desarrollo de tejidos, de órganos, e incluso de prótesis, hace ver como
prehistóricos los viejos circuitos integrados y semiconductores que llenaban de
asombro a los fisiólogos hace unas décadas.
Los resultados están a la vista y han contribuido, de manera significativa,
a prolongar la expectativa de vida, a promover la supervivencia por fuera del
útero a edades inesperadas, a prevenir enfermedades y a tratarlas con facilidad
y a rehabilitar cuando todo falla.
En un mundo lleno de avances es difícil decir que uno es más importante que
otro; la siguiente es apenas una selección de algunos de los más recientes y
significativos.
Neuronas a partir de la piel En marzo de este año, investigadores del
Instituto Tecnológico de Massachussets (Estados Unidos) tomaron células de la
piel de cinco pacientes afectados por el mal de Parkinson y de dos adultos
sanos.
A esas células les añadieron cuatro genes para reprogramarlas y otro para
producir una enzima. Después de un proceso les devolvieron la capacidad de ser pluripotentes, es decir que pueden convertirse en cualquier
célula adulta, incluidas las neuronas, que producen dopamina.
Estos hallazgos fueron publicados en la revista Cell,
en un artículo cuyos autores aseguran que es posible transformar las células de
la piel de pacientes con Parkinson en las neuronas que ellos requieren para el
manejo de su enfermedad, sin posibilidades de rechazo y sin rastros de virus,
gracias a la técnica que utilizaron. Los ensayos clínicos apenas empiezan.
Este modelo permite probar que es posible reprogramar células adultas, pero
a su vez eliminar de ellas los factores que condicionan su adultez, de manera
absoluta.
Esto hace posible que sean aplicadas a los pacientes sin riesgo. Esta
investigación mejora otras dos recientes publicadas en la revista Nature, en las que se reprogramaba mediante un sistema
distinto, haciendo que lo obtenido sea lo más cercano a la realidad de los
enfermos. Solo falta controlar la capacidad para producir tumores que puedan
tener estas células.
Trasplante de cara En diciembre del 2008 un equipo médico de la Universidad
de Cleveland, en Ohio (Estados Unidos), logró
practicar el mayor trasplante de cara documentado hasta hoy. Trasplantaron el
80 por ciento del rostro de Connie Culp, una mujer de 40 años cuya cara quedó desfigurada en
septiembre del 2004, luego de que su esposo le disparara con una escopeta tras
una discusión.
Con excepción de los párpados superiores, el mentón y el labio inferior, lo
demás lo había perdido. Después del accidente fue sometida a 30 intervenciones
quirúrgicas con fines reconstructivos, que no tuvieron éxito.
El procedimiento, que duró 22 horas, recogió veinte años de avances y
experiencia en microcirugía y trasplantes.
Hace tres semanas Connie y sus médicos presentaron
los resultados en una rueda de prensa. Aunque todavía respira a través de una traqueostomía (tubo que le conecta la tráquea con el
exterior), no puede tomar alimentos sólidos y carece del sentido del olfato, la
evolución de su condición, según los especialistas, es prometedora. Esperan que
pronto pueda recuperar esas funciones e incluso sea capaz de sonreír.
Aunque el de Connie es el cuarto procedimiento de
este tipo realizado en los últimos años (el primero fue el de la francesa isabel Dinoire en noviembre del
2005), sí es el más extenso.
Las píldoras microscópicas El mundo científico ha desarrollado las llamadas
píldoras inteligentes, tan pequeñas que no pueden ser captadas por el ojo
humano.
Utilizando la nanotecnología (control y
manipulación de la materia a una escala menor que un micrómetro, es decir, a
nivel de átomos y moléculas) han sido diseñadas para transportar drogas en
compartimientos diminutos que solo se abren ante la presencia de determinadas
sustancias, como las que caracterizan a una célula enferma. Las universidades
de Oxford (Inglaterra) e Illinois (Estados Unidos) han avanzado tanto en esta
tecnología, que ya están experimentando con ‘bioetiquetas’ que se alojan en
determinadas moléculas y las marcan, tanto en el cuerpo como en el laboratorio.
Este mecanismo puede utilizarse como elemento diagnóstico para saber cómo
funcionan los órganos o también para liberar drogas en el lugar adecuado. Ya se
ha utilizado, con buenos resultados, para atacar específicamente las células
tumorales.
La nanotecnología ofrece grandes posibilidades en
materia diagnóstica, porque los nanodispositivos
pueden usarse como agentes de contraste en imágenes, en el plano terapéutico
para la intervención directa sobre los tejidos, incorporando genes con factores
de crecimiento para reparar lesiones e incluso para controlar infecciones,
remplazando antibióticos, entre otros usos.
En la era de los bebés medicamento Javier Mariscal Puertas vino al mundo en
octubre del 2008 en el hospital Virgen del Rocío de Sevilla (España) para salvar
la vida de su hermano Andrés, de 6 años; este padecía una enfermedad de la
sangre conocida como talasemia (anemia severa que lo mantenía al borde de la
muerte).
Este mal fue transmitido a Andrés por sus papás, para quienes fue claro
desde el principio que la única posibilidad que tenía el niño de sobrevivir era
con un trasplante de médula obtenida de un donante histocompatible
(para que no hubiera rechazo), que probablemente no existía. Mediante una
técnica conocida como diagnóstico genético preimplantación
lograron traer al mundo un hermanito libre de la enfermedad, que además es
compatible con Andrés.
Se fecundaron varios óvulos de la madre con espermatozoides del padre, pero
solo se implantaron en el útero aquellos libres de la enfermedad, que además eran
compatibles con Andrés. Uno de ellos fue Javier. Al nacer se extrajeron del
cordón umbilical células madre que, al implantarlas en la médula ósea de
Andrés, empezaron a producir glóbulos rojos sanos