Lucha solitaria contra la anorexia o bulimia de sus hijos, enfrentan los padres

El sistema de salud no ofrece tratamientos específicos para tratar los trastornos alimenticios.

Se quejan de su figura, viven en dieta, cuentan una caloría tras otra, rechazan ir a reuniones en las que se ofrezca comida, se aíslan y lucen poco sanos y delgados.

Muchos dirían que los adolescentes con estos síntomas están afectados por un trastorno de alimentación. Para los papás de estos jóvenes, sin embargo, una cosa es saberlo en el fondo y otra aceptarlo.

"El solo indicio de que un hijo tiene anorexia o bulimia es tan fuerte que a menudo la primera reacción de los padres es negar lo que está pasando y a minimizarlo. Aterrizan en la realidad cuando deben llevar a sus hijos al médico ante la ocurrencia, por ejemplo, de desmayos, dolores gástricos, caída del pelo, pérdida de peso o interrupción de la menstruación", dice la psiquiatra Victoria Pérez, especializada en trastornos de la alimentación.

A su consulta llegan buscando ayuda, por lo general cuando la enfermedad de sus hijos ya está avanzada: "El impacto es enorme, sobre todo en las mamás, que suelen culparse por lo que les pasa a sus hijas", dice Pérez.

Advierte que los papás tienen que enfrentarse al problema solos: "Buscan orientación a través de sus EPS, pero se estrellan con un desconocimiento sobre el tema y la falta de tratamiento específico para este trastorno, que afecta a entre el 1 y el 3 por ciento de las niñas y las jóvenes entre 12 y 20 años de edad", explica Pérez.

Estos trastornos atacan ya a edades más tempranas. Un estudio del Hospital Infantil de Boston (E.U.) encontró que hoy los niños se sienten presionados a tener un cuerpo perfecto desde los 10 años.

Testimonios

'Me convertí en policía de mi hija de 15 años': Mariana G. 

"El 10 de junio pasado supe que mi hija de 15 años era bulímica. Estaba en mi cuarto cuando la oí gritar descontrolada en la sala de la casa, donde estaba con unos compañeros del colegio. Les decía que sufría mucho y que para quitarse ese dolor que tenía adentro se cortaba, se maltrataba y vomitaba cada vez que comía.

"La verdad es que la niña llevaba como un año en esas, pero sólo en ese momento caí en cuenta por qué se desmayaba en el colegio y por qué se quejaba de dolor de estómago y de cabeza. La había llevado varias veces a la EPS con esos síntomas, y los médicos siempre me dijeron que ella no tenía nada. Es más, nunca le ordenaron un examen.

"Un día a raíz de los cortes y de los golpes la remitieron donde la psicóloga. A ella finalmente la niña le contó que vomitaba y que tomaba mezclas de laxantes y purgantes. Cuando lo supe se me vino el mundo encima... No sabía qué hacer, no encontraba quién me guiara como tocaba.

"Empecé a llevarla adonde me decían, con un psicólogo y con otro, pero mi hija rechazaba el tratamiento.
Lo peor de todo es que me ha tocado lidiar con esto sola, porque el papá como que no entiende estas cosas. La señora con la que trabajo tampoco y dice que si quiero ir con mi hija a las terapias, lo mejor es que renuncie.

"Es una tortura. Me dio depresión, me dieron ganas de morirme, vivía desperada y con miedo de que mi hija se me muera por eso. Por eso me convertí como en un policía que la sigue, que la controla; no quiero dejarla sola.

"Hace unas semanas empezó el tratamiento con una persona que sabe de ese tema. Estamos más tranquilas. Y yo sólo puedo esperar lo mejor".

REDACCIÓN SALUD