REDACCIÓN SALUD El cuello es una zona sensible, que vive sometida a toda
clase de tensiones durante el día; por eso es importante que pueda relajarse
durante la noche, mientras la persona duerme. En esa labor la almohada es
fundamental.
Como persiste el mito de que es más sano dormir sin ella, hay que aclarar
que la cabeza siempre necesita un apoyo; esto es vital para que la columna
vertebral pueda permanecer en su posición natural, en lugar de quedar sometida
a tensiones.
En general la gente dedica poco tiempo a escoger la almohada, lo cual desde
todo punto de vista es un error. Allí puede radicar la diferencia entre una
noche de descanso absoluto o una rutina mediada por los espasmos musculares.
Según la Asociación Española de la Cama (Asocama),
la almohada es el elemento más personal del equipo de descanso (del que también
hacen parte la cama y el colchón); la relación con ella puede llegar a ser tan
particular, que incluso hay quienes llevan la suya de viaje para evitar dolores
de cuello después de dormir en una cama distinta.
¿Cómo escogerla? A la hora de comprarla, tenga en cuenta la posición en la
que usted duerme: .
Boca arriba: lo más recomendable es usar una almohada delgada, que haga que
la curvatura del cuello sea similar a la que se mantiene cuando se está de pie.
Si la almohada es muy ancha, el cuello se flexiona hacia adelante, y si es
bajita este se extiende. Mantener estos extremos por horas es lo que hace que
la gente amanezca cansada.
De lado: lo mejor es utilizar una almohada ancha (el alto debe medir lo
mismo que la distancia que hay entre su oreja y el extremo del hombro, estando
derecho). El objetivo es mantener el cuello y la columna en el mismo eje
horizontal.
Boca abajo: los especialistas desaconsejan dormir en esta posición, pues no
solo modifica las curvas de la columna sino que para poder respirar estas
personas deben girar el cuello, lo que genera tensiones y espasmos; si siente
que no puede dormir de otra manera, trate de hacerlo ligeramente de costado.
Esto se logra doblando la cadera y la rodilla de un lado y manteniendo estirada
la otra; además es necesario girar los hombros un poco para que la almohada se
adapte a la cabeza, de modo que el eje entre el cuello y la columna sea el más
parecido al que se tiene cuando se está de pie.
Si no sabe cómo duerme: lo mejor es utilizar una almohada muy flexible, que
se acomode a distintas posiciones. Las mejores, en este caso, son aquellas que
vienen con rellenos naturales (plumas, por ejemplo).
Recuerde que al cambiar el colchón puede alterarse el ‘comportamiento’ de la
almohada. El que sea más blando o más duro que el que tenía puede desajustar el
grosor de la almohada. Si ese es el caso, cambie la almohada.
En cuanto a los materiales, hay variedad. Las almohadas de relleno natural
son muy aconsejables, porque se amoldan bastante bien; tienen el inconveniente
de que al hacer hueco con la cabeza, acaloran un poco a sus usuarios; además
los alérgicos no pueden usarlas.
Valga decir que las de látex y las de fibras sintéticas tienen un efecto
similar al de las naturales.
FUENTE: DEPARTAMENTO DE FISIATRÍA, HOSPITAL UNIVERSITARIO SAN IGNACIO
(BOGOTÁ). CON INFORMACIÓN DE EFE.
Hay que cambiarla si...
Las almohadas se componen de un núcleo, que le da la firmeza y la altura;
una funda interior, que recubre el núcleo o relleno; la funda exterior, que se
quita para lavarse, y a veces también se recomienda ponerles un protector (lo
ideal es que estos últimos sean de algodón, para que absorban saliva y sudor).
El cuándo cambiarla depende de su deterioro: si pierde la forma o parte del
relleno, se mancha o tiene mal olor, lo mejor es comprar otra