¿Cómo actuar ante las actitudes hostiles y agresivas de los adolescentes?

La clave ante una actitud hostil es no responder de la misma forma. Hay que apartarse, callar y buscar el diálogo cuando haya calma.

De niño a joven autónomo: a veces el paso de una etapa a otra incluye conductas chocantes para los adultos. Los comportamientos agresivos requieren más atención.

La divulgación de un informe en España sobre la creciente agresividad y conductas violetas de los adolescentes generó en los últimos días fuertes reacciones entre organizaciones de padres y profesionales de salud mental, que piden atención al problema.

Los datos de ese estudio fueron recogidos por otra investigación sobre el tema, llevada a cabo entre niños y adolescentes de los 8 a los 17 años, y publicada en el 'International Journal of Psychology and Psychological Therapy'.

Entre los datos adicionales que aportó este estudio está el hecho de que los niveles de agresión son más altos en los hombres que en las mujeres. Y señaló, entre los factores que mejor predicen las conductas violentas a estas edades, la hostilidad materna o paterna, la falta de comunicación con los hijos y un bajo control de los mismos.

Rafael Vásquez, psiquiatra especializado en niños y adolescentes, dice que si bien no hay estudios en Colombia que permitan detectar tendencias similares, asegura que casos extremos como los registrados en España son la excepción y no la norma.

"La rebeldía descrita por los estudios puede calificarse como trastorno oposicional desafiante, que suele estar asociado a adolescentes con trastorno de déficit de atención; se trata de un fenómeno más complejo, de baja frecuencia, que necesita tratamiento", dice Vásquez.

De acuerdo con el especialista, el reclamo más frecuente de los papás tiene que ver con conductas oposicionales, "se quejan de la mala cara que ponen sus hijos cuando deben hacer tareas familiares que les importan mucho a ellos, pero no a los jóvenes".

Este tipo de actitudes son naturales -asegura Vásquez- en la etapa de transición de toda persona de la adolescencia a la adultez, "sucede que lo que les atraía hasta este punto ya no les gusta; quieren tener sus propios intereses y procuran que se parezcan poco o nada a los de sus papás, para separarse de ellos e intentar desarrollar autonomía. A veces eso genera rupturas y conflictos".

En algunos casos ese paso puede darse en una forma dolorosa, a través de la actitud hostil de los adolescentes, "estamos hablando de situaciones extremas de violencia, a las que se llega por repetición y escalamiento gradual. Se hacen y se dicen cosas cada vez más ofensivas y descalificadoras", dice Vásquez, quien advierte que estas actitudes son mutuas, "los papás se incluyen en esta escalada, y activamente provocan y estimulan el enfrentamiento".

La psiquiatra Olga Albornoz asegura que las consultas por las actitudes impulsivas y agresivas de los adolescentes son frecuentes. "Eso nos lleva a preguntarnos, ¿qué ha cambiado? ¿Los adolescentes? ¿El entorno? ¿Los patrones de crianza? Una causa puede ser que los niños están creciendo con menos familia que los oriente y construya con ellos normas y límites", explica.

Asegura que a lo largo de la crianza debe ser claro para toda la familia que hay cosas fundamentales, entre las que se cuentan los valores y la ética, que no se negocian.

En torno a lo demás, que puede ajustarse, se puede llegar a acuerdos. Y pone por ejemplo la educación: "Ir al colegio a aprender y a respetar a los demás es algo que no se negocia; en cambio si el muchacho quiere tener el pelo un poco más largo o llevar una mochila en lugar de un morral, sí", dice.

Hay que tenerles paciencia y razonar con ellos

Empiece por entender que su hijo adolescente está creciendo, cambiando y que quiere vivir su propia experiencia. Hay que estar dispuestos a variar las normas con las que se orientó su crianza cuando era niño, en forma sostenida.

No deje a un lado las manifestaciones de afecto y de apoyo.

Siempre que usted le pida algo, tenga a la mano las razones y explíqueselas de ser necesario.

Lo menos aconsejable, ante un adolescente rudo, irascible y grosero, es que lo ataque o que actúe de la misma forma, pues se puede caer en una pelea en la cual nadie razona.

Cuando la agresión ocurre lo mejor es que evite la situación, abandone el lugar y guarde silencio. Una vez el ambiente de ataque termine, empiece a razonar con él sobre lo que pasó.

Si el problema se torna repetitivo y crónico, consulte con un profesional que pueda ayudarle al adolescente a recuperar su ritmo de crecimiento.

REDACCIÓN SALUD