Las actitudes y el sistema inmunitario
Junio 28 de 2009


Carlos E. Climent

Las actitudes y los comportamientos decididos frente a circunstancias adversas pueden evitar la desmoralización que facilita la enfermedad.

Las emociones trabajan en silencio y determinan, según las actitudes y los comportamientos de la persona, el fortalecimiento o el deterioro de las defensas biológicas.

Todas las enfermedades pueden mejorar o empeorar por razón del cambio de las actitudes y de los comportamientos frente a ciertas circunstancias o emociones negativas. Entre las que suelen contribuir a derrumbar las defensas inmunitarias se cuentan:

*La preocupación obsesiva por asuntos ajenos al control del individuo.

*La tensión, la fatiga, la humillación, la injusticia o el estrés crónicos.

*La impotencia, la rabia reprimida o el miedo paralizante.

Con mucha frecuencia una o varias de las emociones o circunstancias anteriores antecedieron a un ataque de angina de pecho, una exacerbación artrítica,

una crisis hipertensiva o la reagudización de un cuadro gastrointestinal, entre muchos otros ejemplos.

Lo opuesto son las actitudes decididas que acompañan la esperanza de un cambio favorable, generan optimismo y promueven la salud:

*Romper la rutina mortal impuesta por el tedio.

*Impedir que el miedo a actuar acabe por estrechar el círculo vital del individuo.

*Soñar en una vida mejor.

*Liberarse de la dictadura de un cónyuge o socio egoísta, rígido, tacaño, frío, prepotente o desleal.

* Tomar la gerencia de los asuntos personales, si en realidad se desea intensamente, y así cambiar el destino de la vida.

* Reconocer los efectos benéficos de los tranquilizantes naturales que sirven para reducir el nivel de tensión emocional y lograr un cierto grado de tranquilidad aún en medio de las crisis más serias. Por ejemplo el uso del humor, el desahogo emocional (catarsis), el disfrute de cualquier actividad hedónica, la práctica diaria de la meditación, el yoga, el ejercicio o el tomarse unos minutos cada día para reposar en silencio, entre otros.

*Derribar el mito que ha dominado la vida personal de tantas personas por muchos años: “Acostúmbrese a lo que tiene porque es lo mejor que puede conseguir”.

*Cuestionar el poder dictatorial de la palabra, las condenas o las maldiciones. Y recordar que algunas pueden ser muy disimuladas ya que están revestidas con el plumaje de la autoridad.

* Cambiar, cuando es posible, la situación personal o laboral. Pues nadie tiene porqué estar condenado para el resto de sus años a un escenario que podría estar en sus manos modificar.

* En suma, aceptar que guardarse la rabia, actuar pasivamente, no hablar a su debido tiempo, aceptar injusticias y no quejarse nunca-entre otras actitudes-juegan un papel de enorme importancia en la aparición y perpetuación de la enfermedad.

carloscliment@elpais.com.co