Abortos a domicilio

Aunque hace casi tres años el aborto en Colombia se despenalizó en tres casos particulares (por violación, cuando está en peligro la vida de la madre y por malformaciones del feto incompatibles con la existencia), autoridades de salud de ciudades como Bogotá siguen estimando que anualmente se practican cerca de 30.000 procedimientos de este tipo de manera clandestina. Reportes oficiales indican que solo en el 2008 146 mujeres perdieron la vida en la capital a causa de complicaciones derivadas de interrupciones del embarazo mal practicadas.

Del tema volvió a hablarse esta semana, luego de que un concejal denunció que en el Distrito se ofertan y practican abortos a domicilio, con tarifas que oscilan entre los 80.000 y los 250.000 pesos, sin ningún control médico. Capturar a los responsables es imposible, pues deben caer en flagrancia. Lo dicho preocupa porque demuestra que un incontable número de mujeres sigue recurriendo a procedimientos ilegales, aun a riesgo de su propia vida. Esta situación lleva a preguntar por el real impacto que ha tenido la despenalización de mayo del 2006, a cuyo amparo en Colombia no se han practicado ni siquiera 3.000 interrupciones del embarazo, cifra que no se compadece con los cerca de 320.000 abortos ilegales que, se cree, ocurren cada año.

Aunque es claro que, sobre todo en algunos sectores de la sociedad, persiste el desconocimiento sobre la naturaleza y alcances de esta sentencia y que las mujeres siguen enfrentando trabas para acceder a un aborto legal, como la objeción de conciencia que alegan algunos hospitales, el balance muestra que la sentencia ha tenido mínimos efectos en el problema general. Y si bien siempre puede exigirse a las autoridades de salud y de Policía acciones más efectivas para ponerles freno a modalidades ilegales de aborto como las denunciadas en el Concejo, es urgente que el país debata responsablemente y sin apasionamientos el problema como tal.

Una de esas aristas tiene que ver con la formación de la población. Por razones que son cada vez menos claras, el país carece de una política pública de educación sexual. Los resultados de ese descuido están a la vista: una población que en la práctica asume el aborto como un método de planificación familiar es el reflejo de un país al que le ha quedado grande educar sobre el ejercicio responsable de la sexualidad.

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