'Vivir más nos ha hecho bajar la guardia', dice enfermo de VIH-sida

Un portador da su visión personal de una enfermedad que hoy es más crónica que mortal.

Alfonso Sánchez ha pasado diez de los 41 años de su vida tratando de evitar, sin éxito, que el VIH lo defina. Es homosexual y seropositivo, y a eso atribuye el hecho de que hoy no tenga un trabajo estable y que sus amigos ahora se cuenten con los dedos de una mano.
 
"Enterarme de que era portador del virus fue duro, como pocas cosas en mi vida. Me vine al piso y empecé a pensar en la muerte, en el suicidio; me sentí solo como nunca, porque no era capaz de contárselo ni a mi familia. El miedo no me dejaba".
 
En ese momento llevaba siete años trabajando en una caja de compensación familiar cuando empezó a llamar la atención a causa de sus ausencias forzosas, por motivos médicos. Finalmente todos se enteraron y el rechazo fue inmediato. "Me cancelaron el contrato con la disculpa de que no había pasado unas pruebas. Me quedé sin nada. Desde entonces no he podido ubicarme en ningún lado".
 
Se ha preguntando mil veces por el momento exacto en que el VIH entró a su vida, pero no lo tiene claro, "soy de esos seres escasos que se entregan por completo a una sola persona... He tenido dos compañeros estables en mi vida, con el primero duré un año, con el segundo ocho; él también estaba infectado", dice Alfonso, consciente de que hace parte de los llamados grupos de alto riesgo de la enfermedad.
 
Justamente por serlo vive enterado de cuanto se dice sobre el sida, desde los avances médicos, que han logrado en tres décadas que este mal adquiera un carácter de enfermedad más crónica que mortal, hasta las campañas masivas, y poco eficaces, para disminuir el contagio.
 
Según el último informe mundial de Onusida, presentado la semana pasada, en este momento hay 34 millones de personas viviendo con VIH sida (17 por ciento más que en el 2001), el número más alto en la historia de la enfermedad. En Colombia, según el Instituto Nacional de Salud, durante el primer semestre de este año se han registrado 4.468 nuevos casos.
 
"Desde 1995 se han evitado 2,5 millones de muertes en países de ingresos bajos y medianos debido al uso de los antirretrovirales", señala Onusida.
 
La sobrevida cada vez mayor ha llevado a muchos a empezar a cantar victoria. "Hace solo unos años parecía descabellado hablar sobre el fin de la epidemia a corto plazo. Sin embargo, la ciencia, el apoyo político y las respuestas comunitarias están empezando a dar frutos claros y tangibles", dijo Michel Sidibé, director ejecutivo de Onusida, durante la presentación del informe.
 
Alfonso, que hoy es un enfermo crónico, se considera uno de los beneficiados con los avances. "Quizá por eso -opina- se ha bajado la guardia con la prevención, a todo nivel. Soy testigo de eso. Hay grupos dentro de la comunidad homosexual sumamente promiscuos, de ellos también hacen parte infectados que no cuentan que lo son, y nadie les pregunta tampoco", dice Alfonso.
 
Advierte que en ciudades como Bogotá abundan discotecas, bares y tabernas que, sin ningún control, fomentan encuentros sexuales de toda clase, "en esos lugares hay cuartos oscuros a los que cualquiera entra, incluso por menos de 10 mil pesos; se ven adultos, menores de edad y viejos, y todo se permite, sin preguntar nada y sin protegerse de ninguna manera".
 
A él todavía le sorprende la actitud de muchos seropositivos en estos espacios, "piensan que ya se les acabó la vida, así que se dejan llevar por sus deseos, por sus instintos. Buscan de todo y se prestan para todo. Es más, no falta el que recibe los medicamentos que le da el médico, y no se los toma, los vende".
 
La prostitución masculina es otro factor que se suma al problema; sostiene que hay hombres heterosexuales, sobre todo jóvenes, que viven de eso. "Contrario a lo que ocurre con las mujeres, que tienden a protegerse más, ellos
son más abiertos y permisivos, y aceptan lo que sea por plata".
 
Por eso cuando Alfonso oye a los voceros de Onusida plantearse el ambicioso objetivo de concretar, en los próximos cinco años, "la visión de cero nuevas infecciones por VIH, cero discriminación y cero muertes relacionadas con el sida", él se suma al grupo de los escépticos.
 
Es claro para él que así como cualquier persona está en riesgo de infectarse, también ha cundido la creencia de que ya no es tan malo. "Lo cierto es que vivimos más, pero la calidad de vida de muchos de nosotros está lejos de ser digna, y no sólo por la estigmatización, sino porque todo lo nuestro gira en torno a una enfermedad que nos define... Nos guste o no".

CARLOS F. FERNÁNDEZ
SONIA PERILLA S.
REDACCIÓN SALUD