En el primer semestre de este año 64 mujeres han sido
asesinadas, 59% más que en 2012. Autoridades están preocupadas por el grado de
sevicia de los crímenes. Rostros de un drama.
Daniela, 17 años y con problemas de drogadicción. Fue violada, degollada, su cara
quemada con ácido, desmembrada y sus restos repartidos en bolsas en el barrio
El Calvario
Andrea Piñimué, 18 años. Asesinada, junto con su bebita de 2
años, por su esposo, que también se quitó la vida.
Carolina Vergara Martínez, 31 años. Encontrada en la rivera del río Pance con señales de asfixia mecánica, semidesnuda y atada
de manos.
Leidy Aidé Gutiérrez Nossa, 23 años. Su cuerpo desnudo fue encontrado en un
costal de fique. Había sido asfixiada y golpeada hasta la muerte.
La lista es larga. Daniela,
Liliana, Paula Juliana, Luz Dary, María Fernanda,
Alejandra, Gladys, Jazmín, Ana, Lucila... Este Cada semana de este año en Cali
han sido asesinadas tres mujeres, según el Observatorio Social de la Secretaría
de Gobierno de la ciudad.
Las cifras están disparadas: 64 homicidios de mujeres
en el primer semestre de este año, 59% más que el año pasado. Los titulares de
prensa muestran una cruel realidad: desmembramientos, violaciones, torturas.
¿Quién mató a estas mujeres en la ciudad? ¿Por qué tanto ensañamiento?
Luz no tiene una respuesta para esa pregunta, ni para
ninguna de las que le rondan la cabeza en la noche cuando intenta dormir. “¿Por
qué le hicieron eso a mi hija? -se pregunta- A mi nadie me ha dicho nada, es
que uno tiene que ser un político o alguien de plata para que la justicia le
resuelva su caso. Vea lo de ese señor político que mataron: a los asesinos los cogieron a los
pocos días”.
Carolina Vergara, madre de un
niño de 8 años, salió el miércoles 5 de junio de su casa de Floralia
a encontrarse con un amigo que le iba a ayudar a conseguir trabajo. En su casa
dijo que le habían prometido empleo como niñera de unos mellizos en una casa
del sur. Le prometieron casa y mercado cada mes.
-De eso tan bueno no tan tanto-, le dijo su mamá,
antes de salir. Esa noche no regresó. En la mañana del jueves, doña
Luz escuchó en una emisora del hallazgo del cuerpo de una mujer en Pance. Así se enteró de la muerte de Carolina.
Algo está pasando en los
barrios de la Comuna 6: Floralia, Petecuy,
San Luis, Calimio. El informe del Observatorio dice
que fue la comuna con más asesinatos de mujeres en la ciudad, el 19% de los
casos han ocurrido allí (ver tabla).
Andrés Santamaría, personero
de Cali, quien llama la atención de esta grave problemática de la violencia
contra la mujer, asegura que en Floralia han
aumentado los casos de abuso sexual, asesinatos y las desapariciones de
mujeres.
Una mezcla de la guerra entre
dos bandas por el control del microtráfico y de violencia de género ocasionada
por esposos o novios celosos tiene a las mujeres en la mira de los asesinos.
Leidy Aide Gutiérrez salió de su
casa, también en el barrio Floralia, el domingo 30 de
junio. Le dijo a su mamá que la habían invitado a una
finca, que regresaba el lunes o martes. Le pidió el favor que le cuidara a sus
gemelos de 9 años.
Tampoco regresó. Su familia
se enteró de su muerte por las noticias. Su padrastro y una tía fueron a
reconocerla a la morgue. “Tenía los brazos quebrados, el cuerpo y la cara toda
golpeada. Era como si la hubieran cogido a patadas. La mataron a golpes”, dice
el esposo de su madre.
Ellos no saben qué paso. Solo
recuerdan que hace como cuatro meses ella tuvo un novio y se lo mataron por el jarillón y hace dos años asesinaron al padre de sus
gemelos.
Un investigador de la Personería dice que Floralia se encuentran azotada por una ‘oficina de cobro’
que tiene su sede en un parque de la zona. Dice que como ha aumentado la participación
de las mujeres en el mundo de la delincuencia, especialmente en el
microtráfico, algunas son asesinadas por venganzas.
Otro investigador asegura que
ese fue el caso de una madre y su hija asesinada en esta zona. Al parecer,
tenían un expendio de drogas y tuvieron problemas con una banda rival.
Pero en otros casos, las
mujeres se han convertido en una especie de botín de guerra. “Si van a matar al
miembro de un grupo delincuencial y éste no está, sus contrincantes asesinan a
su esposa, su madre o su hermana. Y lo hacen como un mensaje”, explica María
Eugenia Betancourt, quien era la coordinadora del Proyecto No Violencia Contra
la Mujer de la Alcaldía de Cali.
Ese mensaje era el que le
querían dar a alias Leche, un jíbaro de El Calvario. El 18 de abril, ‘Ómar’, otro jíbaro de esta zona, mandó a llamar a Daniela.
La joven, con problemas de
drogadicción llevaba menos de dos meses como habitante de El Calvario y, al
parecer, había empezado una relación con ‘Leche’.
Daniela llegó a la casa donde
‘Ómar’ tenía su centro de operaciones. Una vivienda
en la Calle 13A con Carrera 11, donde se reunían grupos de drogadictos a
consumir.
Uno de ellos le relató a la
Fiscalía lo que había sucedido. El joven reveló que Ómar’
se la llevó para el patio. Le tapó la boca y con un cuchillo la degolló.
La violaron, luego le cortó la cabeza y obligó a
varias personas, entre ellas otras dos menores de edad, también drogadictas, a
que con cuchillos desmembraran el cuerpo. “Eso era como si el diablo estuviera
allí, era obra del demonio”, le dijo el joven a las autoridades.
La adolescente, madre de un
bebé de 5 meses que cuida su familia, pertenecía a un hogar de clase media y
era estudiante de un colegio privado. Se había escapado dos veces de su casa
por problemas con drogas.
El caso de Daniela hace parte
de los pocos asesinatos de mujeres en la ciudad que han sido esclarecidos. El
Personero llama la atención por el grado de impunidad: “Solamente el 7% tienen
una sanción judicial. La impunidad es el motor de la criminalidad. Contribuye a
que se cometan mas violaciones y asesinatos”.
Y agrega que “no se ha
generado un proyecto pedagógico de campañas que logren combatir la violencia.
No hay mecanismos de prevención, no existen hogares de paso o acogida y las comisarias de familia no tienen la logística para hacerle
seguimiento a los casos de mujeres maltratadas. Es que una mujer maltratada hoy
puede ser un futuro asesinato”.
A Andrea Piñimué,
dicen las autoridades, la mató su esposo. Al parecer, por celos. Ese jueves 20
de junio Miguel Ángel, un guarda de seguridad, llegó a su casa del barrio Floralia. Apuñaló a su esposa, le disparó a su bebé de 2
años con un revólver y se suicidó.
El informe del Observatorio Social dice que “se pudo
identificar claramente que cinco mujeres fueron asesinadas por su pareja y tres
asesinatos fueron cometidos por hombres distintos a su compañero íntimo donde
se presenta una agresión sexual”.
Una funcionaria de la Unidad
de Vida de la Fiscalía dice que en sus años de experiencia ha comprobado que la
mayoría de los asesinatos de mujeres son cometidos por personas de sus
entornos.
“Los autores son miembros de
su familia o de su entorno social. Parientes, novios, esposos, amigos. La
diferencia entre los asesinatos de hombres y mujeres es que a los primeros los
matan personas lejanas a ellos, pero la mayoría de los casos de las mujeres, el
autor ha sido alguien relacionado con ella, de su entorno”, explica la
funcionaria.
Ese fue el caso de Lucila
Mosquera: la mató su propio sobrino. El 8 de junio el joven llegó borracho a la
casa de la mujer, de 63 años, le pidió dinero. Ella se negó a dárselo. Entonces
él fue a la cocina, tomó un cuchillo y la degolló. A Ana la mató su novio. Iban
caminando por un barrio del Distrito de Aguablanca.
Discutieron, él estaba armado, dicen que trabajaba como sicario. Le disparó en
la cabeza y la dejó en medio de la calle.