Experimento revela que la
violencia infantil moldea el cerebro
Por:
REUTERS | 4:43 p.m. | 10 de Diciembre
del 2011
Allí
se ve cómo la cabeza de niños maltratados padece la misma sensación de amenaza
que un soldado.
Los
niños que padecen violencia familiar muestran el mismo patrón de actividad
cerebral que los soldados expuestos al combate.
En
un estudio publicado en la revista Current Biology, los investigadores emplearon pruebas cerebrales
para evaluar el impacto del abuso físico o la violencia doméstica sobre el
desarrollo emocional de los niños y encontraron que estaba relacionado con una
mayor actividad en dos zonas del cerebro: la ínsula anterior y la amígdala.
Investigaciones
anteriores practicadas en los cerebros de soldados expuestos a situaciones violentas
de combate mostraron el mismo patrón de actividad elevada en estas dos
regiones, que los expertos indican que están asociadas con la detección de
posibles amenazas.
En
la investigación, realizada por el University College de Londres, 43 chicos se sometieron a controles
cerebrales a través de imágenes por resonancia magnética funcional. Veinte
niños que se sabía que habían estado expuestos a abuso físico en el hogar
fueron comparados con 23 que no habían experimentado violencia familiar. La
edad promedio de los maltratados era de 12 años y todos habían sido derivados a
servicios sociales en Londres.
Cuando
los niños estaban en el resonador, se les mostraron fotos de rostros de hombres
y mujeres con expresiones de tristeza, calma o enojo. Los investigadores
hallaron que aquellos chicos que habían experimentado violencia presentaban
mayor actividad cerebral en la ínsula anterior y en la amígdala como respuesta
a las caras enojadas. "Ahora estamos comenzando a comprender cómo el abuso
infantil influye en el funcionamiento de los sistemas emocionales del
cerebro", dijo Eamon McCrory,
director de la investigación. "Este estudio da unos primeros indicios
sobre cómo regiones en el cerebro del niño se adaptarían a las experiencias
tempranas de abuso".
Estos
resultados sugieren que tanto los chicos maltratados como los soldados se
habrían adaptado para estar "hiperatentos"
al peligro en su ambiente, dijeron los investigadores. "La reacción a una
amenaza como el enojo representaría una respuesta adaptativa
de estos niños a corto plazo, lo que los ayuda a mantenerse alejados del
peligro", manifestó McCrory.
Pero
el experto añadió que este tipo de respuestas también estarían mostrando un
factor de riesgo neurobiológico subyacente que incrementa la susceptibilidad
del niño a enfermedades mentales futuras, como la depresión.
Maltrato
afecta en la adultez
Según
estudios, las personas maltratadas en la niñez son dos veces más propensas que
aquellas con infancias normales a desarrollar depresión persistente y recurrente,
y menos proclives a responder bien o rápidamente al tratamiento para su
enfermedad mental. Aún se sabe poco sobre cómo este tipo de adversidad temprana
se internaliza y aumenta la vulnerabilidad futura de
los niños, incluso en la edad adulta.
El
cerebro también habla
Estudios
aseveran que se puede averiguar cuándo tuvo lugar el evento traumático,
dependiendo de la lateralización del cambio estructural cerebral: si disminuye
el hipocampo izquierdo, es un trauma infantil. Si lo hace el derecho, es un
trauma en la edad adulta.
Será
la segunda afección de salud en el 2020
La
depresión ya es una de las principales causas de mortalidad, discapacidad y
carga económica a nivel mundial, y la Organización Mundial de la Salud (OMS)
prevé que para el 2020 será el segundo contribuyente más importante a la carga
global de enfermedad en todas las edades. Se sabe que el maltrato infantil es
uno de los factores ambientales de riesgo más potentes relacionados con los
problemas de salud mental hacia el futuro, como los trastornos de ansiedad y la
depresión.
Expertos
en el tema de depresión infantil definen sus síntomas: tristeza, irritabilidad,
pérdida del placer y el gusto por hacer, llanto fácil, falta del sentido del
humor, sentimiento de no ser querido, baja autoestima, aislamiento social,
cambios en el sueño, cambios de apetito y peso, hiperactividad, disforia e
ideación suicida.
Londres
(Reuters).