Si se quisiera identificar dónde está la principal dificultad para que las
universidades públicas cumplan con su misión formativa de modo incluyente, es
decir dándoles reales oportunidades de educación superior a aquellas personas
que normalmente no podrían acceder a ella, podría decirse que esa dificultad,
casi más que la escasez de recursos estatales, es el fracaso estudiantil. Las
cifras son uniformemente escandalosas, porque son las mismas en las
universidades públicas o privadas, y en todas las carreras. En algunas como las
ingenierías, son aún peores. Entre el 40% y el 60% de los estudiantes
universitarios se retiran antes de llegar al cuarto semestre.
Reducir el tema a la escasez de recursos de los estudiantes, siendo como es
un factor importante, es simplificar un asunto complejo en uno de sus
elementos, lo cual crea la ilusión de que se puede solucionar con dinero. Si
los responsables de la política pública en materia de educación superior llegan
a la conclusión de que los altísimos índices de fracaso universitario son por
falta de recursos, como sucede con el proyecto gubernamental de reforma de
Existe un perfil del estudiante con probabilidades de fracasar, según un
estudio realizado por profesores de
La fallas protuberantes de los primíparos son en
comprensión de lectura, matemáticas e inglés, o sea las tres herramientas
necesarias para incorporarse a la sociedad del conocimiento. No en balde ese
tránsito es tan difícil. La idea de establecer un ciclo de estudios básicos,
acorde con el área de interés del estudiante, puede ser un instrumento que
marque la diferencia entre el éxito y el fracaso profesional. De hecho, las
estadísticas sobre cobertura de la educación superior, deberían medir el número
de graduados, no el aumento de la matrícula. Sincerar las cifras, como se dice
ahora, pues no se puede plantear el éxito de política de educación superior
sobre el incremento de matriculados en los programas técnicos del Sena. La
verdadera revolución sería bajar drásticamente los índices de fracaso
universitario y si hay un reto prioritario para la universidad colombiana, es
ese. Es allí, y no en un problema de eficiencia administrativa, donde está la
vena rota de los recursos universitarios públicos, tan escasos.