En el África
hay 24 millones de infectados de VIH-sida, la mayor parte de ellos en zonas
donde no hay atención médica y donde la gente vive en condiciones de miseria. Botsuana y Zimbabue están a la
cabeza; sigue Suráfrica, donde cada día se contagian
1.500 personas y mueren mil (hay 5,7 millones de infectados). El riesgo de
morir de sida para un muchacho de 15 años supera el 60 por ciento en estos tres
países, lo cual indica que la expectativa de vida, en el más golpeado de ellos,
no alcanza los 30 años. Uno de cada cinco adultos surafricanos está infectado.
La explicación más probable de la pandemia hay que buscarla en la cultura:
las mujeres son obligadas a tener relaciones sin protección, y la mezcla de
promiscuidad y poligamia favorece el contagio. A esto agréguele un presidente
irresponsable, J. Zuma, quien admitió no usar
condones, en un juicio al que fue sometido por violación; es polígamo y tuvo el
año pasado una unión extramarital con Sonono Khoza, de la cual nació su hija número 20. Y aquí viene el
vínculo con el fútbol.
Khoza es hija de Irwin,
quien encabeza la organización del próximo mundial de fútbol. Zuma pidió personalmente esta semana, al gobierno de Gran
Bretaña, millones de condones como medida preventiva durante el torneo de fútbol.
No aclaró si para proteger a las mujeres surafricanas de los visitantes o para
proteger a los visitantes de las mujeres, o de los hombres. Una nota de The Guardian dice que el país
espera 400.000 prostitutas, la mayor parte de ellas del África. ¿Para qué los
condones si la mayor parte de los futboleros acostumbra llevar los propios?
El líder surafricano debería preocuparse más por la salud pública que por el
fútbol, y atender los cambios educativos necesarios para proteger a los más
jóvenes. Concentrar la ayuda internacional en el pedido masivo de condones,
para mezclarlos con la orgía de los goles, puede acabar siendo tan anestésico y
tan inútil como el propio fútbol.
Pero no sólo él debería mirar para donde está el problema, y no para la
tribuna. También el mundo, que sólo con ocasión de la fiesta de las patadas se
apersona, de soslayo, de un holocausto que ocurre como consecuencia de la
pobreza extrema, la ignorancia extrema y la estupidez extrema de unos líderes
tan obtusos como los que les dieron la espalda al mundo y a la ciencia, en la
cumbre climática de Copenhague. Y como los que se acaban de enterar de que
existe Haití, luego del terremoto. Invito a mis lectores a votar el domingo. Yo
lo haré por Felipe Zuleta, y por ese paladín del
ambiente que es Rafael Vergara.
guzmanhennessey@yahoo.com.ar