¿Por qué el uso de yagé puede ser letal?
Advierten
sobre consecuencias de consumirlo sin precauciones médicas y fuera de su
contexto.
Lo
llaman el bejuco del alma, "el remedio que cura por dentro y por
fuera". Hace una semana, durante el Encuentro Internacional de Culturas
Andinas, en Pasto, veinte personas recibieron de manos del taita Rufino Criollo
-que venía de Sucumbíos, Ecuador- un sorbo largo de yagé.
Pasaron en fila. Primero los hombres y después las mujeres, como es costumbre
("los ojos femeninos no deben estar al inicio porque el yagé es macho", dicen los chamanes). Lo tomaron de
noche para evitar el ruido y facilitar la concentración, explicaba Claus Criollo, hijo y aprendiz del taita Rufino. "La
gente acude al yagé para conocerse a sí misma, para
curar enfermedades, sanar males de amor... Cuando tienen reacciones fuertes es
porque las personas llevan malos espíritus, y el yagé
los quiere sacar", agregaba Criollo, mientras sonaban cantos indígenas.
Durante la toma, el taita Rufino vigilaba la reacción de cada asistente y
decidía si podía darles otra copa o no. Así, hasta la madrugada.
Ese mismo fin de semana, en Piedecuesta, Santander,
un grupo más numeroso -algunos dicen que unas 80 personas, otros que 120-
también se había reunido para una toma de yagé. El encuentro, sin embargo, terminó en mala noticia:
dos de los asistentes murieron después de recibir la bebida. Aldemar Mendoza Pabón, de 37
años, y José Alberto Renoga Cáceres, de 29, llegaron
sin signos vitales al centro asistencial de Floridablanca
al que fueron llevados.
No es la primera vez que titulares de prensa hablan de la muerte de una persona
tras participar en un ritual de yagé. Sucedió en el
2008, con una mujer de 40 años, en el occidente de Bogotá.
Luego, el año pasado, con un hombre de 33 años, también en Bogotá. Casos
esporádicos que han puesto en la mira una tradición indígena milenaria que se
repite cada día más en las ciudades y, muchas veces, sin ningún control ni
rigor en el sentido ritual. Según el sociólogo experto en el tema Ricardo Díaz
Mayorga, solo en Bogotá se realizan entre cinco y diez
tomas por semana. "El yagé salió de la mano de
los indios", dice Díaz, haciendo alusión a una frase que escribió el
periodista estadounidense Jimmy Weiskopf
en su libro Yagé, el nuevo purgatorio.
Conocedor como pocos de la historia y usos del yagé, Weiskopf, quien hace años reside en Bogotá, afirma que esta
bebida debe ser tratada con seriedad: "El yagé
castiga los desequilibrios físicos y emocionales y genera un proceso de purga
doloroso". No es para todos. Eso lo dicen hasta los propios taitas, muchos
de ellos molestos con la popularidad que ha tomado su planta sagrada. Otros
-hay que decirlo- han aprovechado su creciente popularidad para hacer un buen
negocio.
***
A mediados del siglo pasado el yagé -o ayahuasca,
nombre del bejuco del que se extrae el principal componente de la bebida-
empezó a ser conocido por fuera del mundo indígena. Antes, el explorador inglés
Richard Spruce había hablado de él. También aparecía
en estudios hechos por el etnobotánico Richard Evan Shultes. Sin embargo, fueron
dos escritores norteamericanos los que llevaron la ayahuasca al interés del
mundo occidental: William Burroughs y Allen Ginsberg.
Ambos, dentro de sus aventuras, incluyeron viajes a Suramérica -Colombia,
incluida- para experimentar con el bejuco. "Me invadió una oleada de
vértigos y la choza empezó a dar vueltas. Vi luces
azules frente a los ojos. Apenas podía caminar. No tenía ninguna coordinación.
Los pies eran como bloques de madera. Estaba en cuatro patas, convulsionado por
las contracciones de las náuseas", le escribía Burroughs
a Ginsberg en una carta desde Puerto Asís. La
recopilación de esta correspondencia se volvió un libro mítico de los 60:
Cartas del yagé.
La ayahuasca es una mezcla de plantas cuyo principal componente es la Banisteriopsis caapi, una liana
que contiene harmalina, sustancia inhibidora de
enzimas cerebrales con efectos antidepresivos. La planta que se le combina
puede variar según la región o la tradición de los taitas, aunque siempre
buscan que contenga dimetiltriptalina, otra sustancia
de alta potencia visionaria.
La suma produce efectos inmediatos en el sistema nervioso central.
"Los chamanes descubrieron -hace un tiempo inmemorial- que si se
combinaban estas plantas no solo podían beberse, sino otorgar una experiencia
más prolongada y menos abrupta psíquicamente.
El resultado es un brebaje de toxicidad mínima y efectividad máxima",
escribió el filósofo Antonio Escohotado en
Aprendiendo
de las drogas.
Un brebaje que, para las culturas indígenas del piedemonte
andino y amazónico, es la medicina por excelencia. La más poderosa. "El yagé limpia primero el cuerpo y después el alma",
aseguran los taitas. Y quien haya pasado por esta experiencia sabrá que primero
llegan los vómitos y la diarrea -por su efecto laxante- y luego aparecerá ' la
pinta' o 'la borrachera', en palabras de los indígenas.
Es decir: el viaje alucinatorio.
Este recorrido, no obstante, debe ser siempre guiado pues, de lo contrario, el
camino puede estar lleno de riesgos.
¿Cuándo es peligroso el yagé? Díaz Mayorga responde
que su peligrosidad depende directamente de las condiciones en que se tome e
insiste en tres puntos para tener en cuenta. El primero, la persona debe saber
qué busca yendo al ritual. "Estar informada, contar con referencias
respecto a lo que va a encontrar", dice el sociólogo. La segunda condición
es que exista un marco ritual: "El yagé no se
puede tomar de cualquier manera. La toma tiene que estar liderada por un
conocedor, un taita que sepa cantar, porque el canto en este ritual es lo más
importante, es lo que conduce la toma". El tercer elemento de seguridad es
la presencia en el ritual de alguien experto en traducir estos elementos
propios indígenas a la mirada urbana. Puede ser un psicoterapeuta, por ejemplo,
dice Díaz, alguien que tenga experiencia ante posibles casos de brotes psicóticos, para saber manejarlos.
Estas precauciones muchas veces no se siguen. Se han vuelto encuentros de
cientos de asistentes en los que se trata de darlo, sin considerar, por ejemplo,
que para personas con determinadas enfermedades no es conveniente, como tampoco
que se llegue habiendo consumido alcohol. "Es una situación que está fuera
de control. Alguien tiene que meterle mano a esto para ordenarlo", dice
Díaz.
En algo coinciden los taitas más tradicionales y los científicos más ortodoxos:
al provocar estados alterados de la conciencia (similares a los del LSD), el yagé no es un juego. Entre los indígenas, el de mayor
jerarquía es quien se encarga del manejo de esta planta, y solo suele emplearla
en usos terapéuticos o en momentos de toma de decisiones importantes. Pero,
ahora, muchos lo buscan como experiencia de fin de semana, sin tener en cuenta
el listado de advertencias que atender para antes de su toma, que van desde una
alimentación liviana durante la semana anterior hasta la abstinencia sexual.
El uso desordenado del brebaje, sin que se consideren siquiera los mínimos
antecedentes médicos de quien va a tomarlo, puede conducir a casos fatales como
el de Santander. Los toxicólogos son radicales en el riesgo para el organismo:
se puede provocar, por ejemplo, una hepatitis tóxica, por una reacción del
hígado ante la bebida; en pacientes con historial de enfermedades coronarias,
puede llegar a ocasionar infarto o crisis de hipertensión; para los que de base
presentan trastornos mentales, como bipolaridad o esquizofrenia, también podría
desencadenar episodios psicóticos; igualmente, en
quienes no tienen nivelados adecuados de electrolitos -calcio, potasio, sodio,
entre ellos-, puede generar efectos adversos, debido a su poder laxante.
Con seguridad, son muchos más quienes toman yagé y
viven sus 'pintas' y regresan a sus casas sintiéndose aliviados de cuerpo y
alma, como muchos cuentan después de sus experiencias.
"Me parece un excelente brebaje -opina Diana, quien pasó por una toma de yagé-. Prefiero llamarlo remedio. Permite descubrir
enfermedades del cuerpo y corrige cuando estamos mal de comportamiento en la
vida".
Pero también hay quienes no regresan de este descubrimiento, por ignorancia y
por falta de quién les advirtiera sobre las precauciones, al enfrentar al
llamado 'bejuco del alma', que, según los chamanes, todo lo ve, incluso lo que
hay dentro de la persona".
El uso de esta bebida sagrada indígena puede resultar letal. No es un divertido
plan turístico de fin de semana.
MARÍA PAULINA ORTÍZ
REDACCIÓN EL TIEMPO
CON INFORMACIÓN DE NICOLÁS CONGOTE