Mauricio Chica y Erik Boehike
tuvieron que sacar de sus sitios de esparcimiento al centro histórico de Usaquén. La razón es simple: los andenes, los parques y el
comercio no están pensados para personas en condición de discapacidad.
Estos dos ejecutivos tienen que movilizarse en sillas de ruedas luego de que
dos accidentes, uno de avión y otro en una piscina, los dejó imposibilitados
para caminar.
Paradójicamente, este no es su mayor problema, simplemente, no pueden pensar
en una salida sin antes prepararse sicológicamente para superar un sinnúmero de
obstáculos. “Tenemos que arriesgar la vida si queremos salir, comer algo o
tomarnos una cerveza”, dijo Erik.
Los andenes del centro histórico de Usaquén están
totalmente desnivelados, con grietas y sin rampas adecuadas para que personas
en sillas de ruedas se movilicen. Por eso, tienen que circular por las vías
vehiculares para avanzar y arriesgarse a ser atropellados por los carros. “Nos
gritan de todo, pero ¿qué hacemos?”.
En un recorrido que EL TIEMPO hizo con estos dos hombres, fueron evidentes
las tremendas falencias arquitectónicas y de movilidad que existen. La mayoría
de los restaurantes y locales no tienen rampas de acceso y mucho menos baños
para personas con limitaciones físicas.
Sólo el restaurante Crepes & Waffles había
adecuado sus instalaciones pensando en la movilidad de ‘todas las personas’.
“Quisimos pensar en un segmento muy importante para nosotros: personas mayores
y otras con limitaciones”, dijo la administradora del lugar, quien afirmó que
en los baños aún faltaban algunas adecuaciones.
En Bogotá Beer Company
sacaron una rampa metálica tan empinada que era imposible pensar en subir sin
la ayuda de dos personas. “Bueno, pero por lo menos tienen la intención de
ayudar”, dijo Erik.
Ir al baño es una odisea aún peor. “Uno no se puede tomar unas buenas
cervezas o lo que sea, porque casi ningún sitio cuenta con baños aptos para
nosotros. Mejor dicho, hasta nos vetan los espacios de ocio”, dijo Erik.
Ir de compras, ni pensarlo. En Forever, de la
calle 119-18, por ejemplo, sólo hay escaleras y, ante la solicitud de Mauricio
de querer comprarse un saco, las vendedoras atinaron en decir que se los
sacaban a la calle. “¡Ah! ¿Y si está lloviendo… qué?”, reaccionó Erik. Para completar, bolardos y postes parecen haberse
puesto de acuerdo para instalarse en la mitad de los andenes. “Sin exagerar, no
hay cómo moverse”, expresaron.
La única opción de ocio para estos hombres es ir a algunos pocos centros
comerciales que han pensado en la palabra ‘inclusión’ dentro de sus instalaciones.
“Son contados: Cafam de la Floresta, Santa Ana y Gran
Estación son de los mejores. En cambio Andino y Unicentro,
imposibles”.
Para Jimena García, arquitecta experta en accesibilidad en edificios es
“inconcebible que las autoridades permitan que el comercio siga creciendo en
esta zona sin normas urbanísticas para el acceso de todas las personas”.
En el recorrido, este diario llegó hasta el despacho del alcalde de Usaquén, Juan Pablo Camacho, pero fue imposible obtener
información sobre los avances de la alcaldía en este tema.
“La ley obliga a que todos los sitios públicos piensen en la movilidad de
todos, sin discriminación. Exigimos que tomen medidas porque es una
problemática que aflige a casi 500 mil ciudadanos en Bogotá”, concluyó
Mauricio.
Rodrigo Sepúlveda / EL TIEMPO