En marzo pasado, Danny Lasprilla Otero, un joven de 22 años y de padres
colombianos que vive en Miami (EE. UU.), se desmayó en la playa del hotel donde
trabajaba.
Sus compañeros llamaron al
servicio de emergencia, que lo trasladó al Hospital de Aventura y luego al
Hospital Jackson Memorial, donde estuvo 111 días en cuidados intensivos. Aunque
Lasprilla no tenía seguro médico, le pusieran un
corazón mecánico cuyo costo sobrepasó los 650 mil dólares, unos 1.200 millones
de pesos. Eso le salvó la vida.
Su historia empezó a los 8
años, tras un dolor fuerte en el pecho que fue diagnosticado como miocarditis,
es decir, una inflamación del corazón debida, probablemente, a un virus mal
tratado.
Tras medicinas, controles y
recomendaciones, el joven mejoró y permaneció estable hasta los 14 años, cuando
su corazón volvió a flaquear. Esta vez le dictaminaron
arritmia, le hicieron un cateterismo y le pusieron un desfibrilador,
un aparato que reanima el corazón.
“En ese momento supimos que
Danny iba a necesitar un trasplante”, dice Betty, su mamá.
Siete años después, en marzo
de este año, el corazón del joven le jugó de nuevo una mala pasada y lo tuvo al
borde de la muerte. De hecho, en la última operación, el 2 de agosto pasado, el
órgano solo llegaba al 5 por ciento de su capacidad.
El doctor Carlos Alberto
Rueda Ríos, colombiano en último año de medicina interna y actual residente de
cardiología del Jackson, fue quien atendió la emergencia y, de paso, se volvió
uno de los ángeles de la guarda de Danny. Él, junto con Sandra Chaparro,
también colombiana y jefe y directora del equipo de falla cardiaca.
“Danny tenía una cardiomiopatía no isquémica tipo viral. Lo ingresamos a la
unidad de cuidados intensivos, donde su cuadro clínico no mejoraba a pesar de
los procedimientos (...). Su tiempo se iba agotando”, sostuvo Rueda.
La alternativa entonces era
un trasplante. Sin embargo, había varias batallas que dar. La primera, en la
que Danny y su familia resultaron victoriosos, era la ausencia de seguro
médico. Como el joven era ciudadano estadounidense, pudo presentarse a Medicaid (un programa federal de asistencia en servicios
médicos) y conseguirlo finalmente. Así, Danny fue incluido en la lista de
quienes están esperando por un corazón con prioridad 1A, es decir, la más alta.
Pero la suerte no lo acompañó
en la segunda batalla: la de conseguir un donante. “Fue horrible ver que la
vida se le escapaba a mi hijo sin que pudiéramos hacer nada”, dijo Betty.
El donante, tristemente,
nunca llegó y entonces la doctora Chaparro consideró el plan B: poner un LVDA o
corazón mecánico que, sin embargo, era un procedimiento con un nivel de riesgo
extremadamente alto.
No obstante, y tras una
operación de 6 horas, Danny se salvó. Después de dos semanas de la intervención
quirúrgica, el martes pasado volvió a su hogar con su mamá y su hermano.
Hoy, la vida le sonríe al
joven de origen colombiano; poco a poco irá retomando sus actividades, después
de haber estado entre la vida y la muerte durante cuatro meses en el hospital.
“Ya pasé por lo feo y ahora
estoy en un proceso de recuperación y sé que todo va a salir bien, siempre tuve
fe en Dios y con el apoyo de mi familia y amigos voy saliendo adelante”, dijo
Danny desde su casa, con 30 libras menos y una barba que no tenía antes de ir
al hospital.
Danny sabe que el donante
llegará y que su llamado corazón mecánico le servirá entre 10 y 15 años
mientras eso ocurre.
“¿Mis planes para el futuro?
Quiero volver a estudiar, de pronto ser chef... Todavía lo estoy pensando.
Quiero, definitivamente, estar con mi familia, mi más grande apoyo”, dice el
joven, a quien la vida le dio otra oportunidad.
Las baterías duran 6 horas
El dispositivo LVDA es un
puente entre el corazón enfermo y el trasplante, por lo que puede dar vida al
paciente durante un periodo de 10 a 15 años, mientras llega el donante. Cuesta
alrededor de 650 mil dólares, que en este caso fueron sufragados por el
Hospital Jackson Memorial y la empresa fabricante. Las cuatro baterías del LVDA
deben ser recargadas cada 6 horas. Antes de abandonar el hospital, los
familiares de Danny debieron estudiar el funcionamiento del aparato.
ANA MARÍA JARAMILLO
Para EL TIEMPO