En el 2011, Arkel Benítez, el joven viceministro de la prevención de la
violencia y del delito de Guatemala, entonces líder de las juventudes del
Partido Patriota, buscaba fórmulas creativas contra la violencia –que
impactaran y no fuera reactivas– y se encontró en
Internet con el músico colombiano César López. De ese encuentro nació, a largo
plazo, una política de no violencia inventada por López en Colombia: 24-0, 24
horas, cero muertes violentas. Benítez, quien hasta ayer estuvo en el país,
habló con EL TIEMPO.
¿Cómo terminó promoviendo en su país la iniciativa de un colombiano?
Cuando buscamos en Google a
César López decía que era músico y pacifista colombiano. Ahora creo que es un
gran músico y un ciudadano con un gran sentido de responsabilidad social, que
utiliza la paz como fundamento de vida, así que no es pacifista porque él no es
la escopetarra, es César. Y su 24-0 era la mejor
forma de buscar una salida no represiva.
¿Cómo termina la escopetarra en manos del
presidente guatemalteco, Otto Pérez?
Vimos que la escopetarra podía enviar el mensaje a los jóvenes de que
también se podía hacer música con las armas. Hicimos un proceso de acercamiento
con César y cuando el hoy presidente Pérez ganó las elecciones hablamos de
hacer un concierto. Reunimos a 24.000 personas en el estadio, vestidas de
blanco, y eso solo se logra cuando juega la selección de fútbol. Ahí César le
entrega la escopetarra al presidente Pérez Molina.
Pero dudaron de hacerlo...
César nos dijo desde el
primer día que la escopetarra tiene que estar en las
manos de líderes transformadores y nos pidió pensarlo. Luego consideró que el
presidente Pérez es signatario de los acuerdos de paz de Guatemala y yo mismo
me comprometí a que no fuera solo un concierto, sino una continuidad de una
serie de acciones. Él dijo sí.
¿Y en qué se concretó ese compromiso?
Se hizo un acuerdo
ministerial para reconocer la existencia del 24-0. Hicimos el observatorio 24-0
y mi grupo de informática creó una plataforma que mide cuántos homicidios hay
en el país por regiones y cuántos lugares hay sin homicidios. Pedí que me
dieran un ranking municipal por mes y un análisis para establecer por horarios
el número de muertes y lugares más comunes. También incluye hechos de tránsito.
Es la primera vez que un ministerio comparte información de esta naturaleza con
el público y esto le ha permitido al Presidente reconocer la estadística por
buena o mala que sea.
Pero también creó furgones 24-0
Es el Tour 24-0, que llega a
los territorios críticos del país llevando arte, deporte, atención a mujeres
víctimas de violencia y, sobre todo, prevención. Son cinco furgones que tienen
un enfoque integral para la gente y con los que hemos tenido muy buena
respuesta.
¿Han tenido días 24-0 en todo el país?
En varios municipios hemos
logrado llegar a días 24-0, pero en el país las únicas fechas en que no hemos
tenido muertos fue en la visita del papa y el día de
elecciones.
En Colombia, el mayor número de muertos no es a causa del conflicto,
sino de la criminalidad común. ¿En Guatemala a qué obedece?
Hemos superado los niveles de
intolerancia. Nosotros tenemos fenómenos como las pandillas, asentados con
fuerza en El Salvador, Honduras y Guatemala, donde el problema se instaló hace
más de 30 años, y hoy vemos que hay niños hijos de pandilleros que no tienen
otra opción que mantenerse en ese mismo rol y se da una inversión de la
economía familiar como producto de la extorsión. Todo el miedo que se genera
también ha llevado a que hoy haya más armas en el hogar para defenderse.
¿Qué hacer entonces?
Lo que buscamos hoy es como
darle la vuelta a esta economía inversa. Si no se les da integralidad (desarme,
parte social y educación) a los programas y modelos sociales, no funcionan, y
cada esfuerzo que se haga quedará en medio de una coyuntura sin resultados.
México y Guatemala estamos
compartiendo una misma visión y es seleccionar municipios, los más críticos del
país. Unos, del lado de la desnutrición en el caso de Guatemala, y otros, del
lado de la violencia en México, para poder desarrollar allí la plataforma
social. Tenemos varios pactos: uno es hambre cero para desnutrición; pacto
social y de competitividad para las finanzas, y el de seguridad.
¿Es cierto que Guatemala no tiene un censo de cuántas armas puede haber
en el país?
Sí. Cuando lancé el observatorio
24-0 planteé una inquietud como viceministro: no tenemos información real de
los hechos con armas de fuego y lo que estamos generando es la sensación de
inseguridad y provocando que la gente se arme.
¿Tienen idea de dónde provienen las armas que están matando a los
guatemaltecos?
Tenemos análisis empíricos
que nos dan datos de que, básicamente, el tercio de las armas utilizadas en
homicidios alguna vez tuvo un registro legal. Eso nos obliga a revisar el
proceso de control de estas y de municiones y establecer cómo se están vendiendo.
No creemos que tengamos un número elevado de armas, pero la conclusión es que
son pocos delincuentes los que afectan a una gran cantidad de personas. Y es
una conclusión para toda América Latina.
¿Y cómo están manejando lo de las pandillas?
Desde el 2012 desarrollamos,
con la policía y la fiscalía, un gran programa nacional para desarticularlas;
obviamente, hablamos de mayores de edad. Y encontramos prácticas muy violentas,
empezando desde la iniciación de los jóvenes para demostrar que tienen la madera
para hacer parte de estos grupos, hasta el ajuste por incumplimiento de pago de
extorsiones, y encontrábamos decapitaciones y desmembramientos de personas por
represalias.
Es un problema social...
Estamos identificando los
focos y generando comisiones de prevención porque, efectivamente, tenemos una
marcada ruptura de tejido social. Los jóvenes no llegan al azar allí. En la
pandilla encuentran afecto, notoriedad social y sentido de pertenencia, que no
tienen en sus hogares. Muchos de estos niños tienen a su papá pandillero en la
cárcel, condenado a 100 años.
¿Y cómo les ha ido con la experiencia?
Empezamos por diferenciar dos
segmentos de la población: los jóvenes y los adultos, porque les interesan
cosas diferentes. Involucramos a la policía, que siempre ha estado acostumbrada
a un tema de reacción. Y así hemos logrado reducir hasta en un 28 por ciento
los homicidios en zonas que eran altamente violentas.
¿Qué sigue en esa tarea?
Nos estamos tomando el tiempo
para poder encontrar un modelo integral de desarme, que permita que esta gente
se inhiba de cometer hechos delictivos por convicción y no por la ley o el
descrédito social. Es asentar las bases de una cultura de convicción, pero lo
que tenemos claro es que con las pandillas no habrá tregua.
La última semana estuvo reunido con los
líderes del 24-0 de otros países. ¿Cuál fue la conclusión?
La principal es que el 24-0
no es un programa político ni una plataforma electoral. Es un grito de los
jóvenes, a través de la cultura y el arte, por la no violencia.
Este consenso ha sido
importante y decidimos crear la comunidad 24-0 para América Latina, con el aval
y la guía de César López, el cerebro de esto, y fui escogido como uno de los
coordinadores, así que haré mi mejor esfuerzo para tener a más países participando
y haré las consultas con mi Presidente para que los gobiernos de otros países
lo respalden. Si los gobiernos no lo ven como un potencial para frenar la
violencia, nunca se podrá asimilar.
La ‘colombianización’ de
Centroamérica
¿Cómo encuentra a Colombia?
Hay un gran avance. Vemos a
Colombia muy madura en términos de seguridad ciudadana, que ha entendido que
los modelos reactivos, además de ser costosos, no solucionan aspectos
integrales que aborden las causas estructurales de la violencia, y así, la vemos
como un modelo.
¿En qué cree que ha mejorado?
Vemos una baja sostenida de
indicadores en términos de homicidios y otros tipos de violencia. Y veo avances
en las inversiones, pero también espacios públicos para el fomento del arte y
la cultura.
¿Cree que Centroamérica sí se está ‘colombianizando’?
Por el cariño y aprecio que
le tengo a Colombia, soy el primero en oponerme a ese concepto tan errático de
la ‘colombianización’. Al contrario, me gustaría colombianizar a mi país con temas como la cultura. Es cierto
que tenemos un problema mundial de drogas y hay que reconocerlo, pero también
es un tema diferenciado, no solo en territorios; también en sustancias que
provocan efectos nocivos en la salud.
¿El problema no tiene el mismo enfoque?
Tenemos una responsabilidad
común en ese problema, pero con un enfoque diferenciado. Los niveles de
violencia se incrementaron muchísimo en Centroamérica, particularmente en las
regiones que son punto logístico para la distribución de la droga, como
Honduras, Guatemala y México.
¿Cuál es la salida?
El presidente Pérez lo dijo
no como una sentencia, sino como un camino para explorar. Además de la
despenalización, qué vías alternas puede haber para atacar el fenómeno del
narcotráfico. En el caso de Guatemala hemos quedado en medio de una
problemática, que también está generando problemas de consumo.
Jineth Bedoya Lima
Subeditora de EL TIEMPO