A estas alturas del gobierno Santos no se sabe,
concretamente, cómo mejorar la calidad de la educación y especialmente aquella
del nivel Superior. En su columna en El Tiempo, Jorge Orlando Melo considera
que en Colombia hace muchos años se han formulado propuestas que ahora retoma un informe del Banco Mundial y la Ocde.
En su opinión, el documento “vuelve y repite” cosas dichas en los planes de
Gobierno, los informes de los ministros y los estudios de expertos. Lo que ha
aparecido como más novedoso, en la prensa, es la propuesta de un año más para
el bachillerato. En su conjunto, “malas propuestas”, según el título de la
columna del profesor Melo.
La iniciativa del año adicional para el
bachillerato se puede considerar de manera más desprevenida, haciendo de éste
un año en la universidad y cambiando la forma y los contenidos del currículo
universitario. Igual que Melo, considero también que algunas fórmulas se
ensayaron incluso hace ya cuatro décadas, sin que pudieran tener éxito por razones
más políticas que académicas. Si se trata de modernizar y mejorar la calidad de
la Educación Superior, se requiere volver a pensar en un primer ciclo de dos
años de estudios básicos universitarios que se harían dentro de la universidad
y que no serían una prolongación del bachillerato. A este ciclo se entra, en su
primer año, optando por conjuntos de materias que son de interés del
estudiante, pero que no excluyen otras que permiten una visión general de las
Ciencias, las Humanidades y las Técnicas. En el segundo año, con un sistema de
créditos bien manejado, el estudiante puede decidir por materias más enfocadas
hacia el programa profesional por el que quiere optar. Es posible que,
subjetivamente, los estudiantes consideren que durante estos dos años de
universidad no han aprendido nada en particular para un desempeño laboral, pero
sus habilidades básicas de lectura, escritura, pensamiento lógico y
argumentación deben mejorar, igual que su conocimiento básico de las Ciencias.
Hoy en día, sin estas condiciones no hay buen empleo.
El segundo ciclo sería el profesional y puede ser
de dos, tres o hasta cuatro años, en carreras como Medicina. Se supone, de esta
manera, que las decisiones que hace el estudiante pueden estar más relacionadas
con su vocación efectiva y por lo tanto implican una deserción menor, que es
uno de los problemas que se quiere resolver. Finalmente, habría un tercer ciclo
de estudios de postgrado: que pueden durar hasta cinco años, desde el grado
profesional del segundo ciclo hasta el doctorado que pueden hacerse
continuamente. Aunque parezca inverosímil, este tipo de propuesta estaba
implícita en la Reforma Patiño en la Universidad Nacional de finales de los
años 60 y tiene que ver con modalidades curriculares que estuvieron presentes,
en su origen, en la Universidad del Valle y en la Universidad de Los Andes.
Nada indica que no fueran positivas en su momento y que se deban desechar por
obsoletas.
Es muy importante continuar en un esfuerzo por
disminuir la extensión de los programas de estudio, del número de clases y del
sentido repetitivo de las mismas, para pasar a una formación más analítica,
centrada en fomentar la capacidad de investigación y de inserción en la
sociedad. Es posible que las matemáticas, la escritura y, en nuestro medio, los
idiomas se relacionen con la deserción de los estudiantes. Sin embargo, con
semestres más cortos y con un calendario preciso, es posible también ofrecer
cursos intensivos remediales, una vez al año en el período de receso, para que
los estudiantes que han perdido materias repitan y no se atrasen.