EDITORA ABC DEL BEBÉ Después de cinco años de tratamientos y consultas donde
diferentes ginecólogos, Diana (31 años) y Gustavo (32 años) estaban a punto de
perder la esperanza de concebir un bebé.
Él recuerda que un día su mujer le dijo: “El Señor ha ordenado vivir en
familia y como yo no puedo darte hijos, lo mejor es divorciarnos para que tú
cumplas tus sueños”.
Entre tanto, para Diana, cada visita al médico era más traumática que la
anterior. “Me practicaron una histerosalpingografía
(examen que permite observar las estructuras del útero y las trompas de Falopio
y determinar si hay alguna obstrucción u otros problemas) y el médico me dijo:
‘Si en seis meses no queda embarazada, no hay nada que hacer’. A mí me dio
mucha angustia porque para esa época ya había perdido una trompa”.
Para Gustavo, la primera bendición llegó cuando Dios le regaló la fe. “Un
día yo estaba viendo un programa en televisión sobre los milagros que no tienen
explicación científica y le pregunté al Señor: ‘Si para ti es tan fácil, ¿por
que no tienes misericordia con mi mujer?’ ”.
Pocos días después, él tuvo que viajar de la Unión (Valle), en donde viven,
a Bogotá. Mientras navegaba en Internet en el hotel, encontró la página del
doctor Elkin Lucena, donde contaba la llegada de un
nuevo tratamiento de fertilización asistida (Invo,
ver nota anexa) con la mitad del costo en comparación con el procedimiento in vitro. Sin pensarlo mucho, llamó a Diana para que viajara
cuanto antes a la capital.
Luego de hacer los estudios médicos necesarios, Lucena decidió que lo mejor
era transferir tres embriones debido a la baja posibilidad que existía de que
Diana lograra un embarazo.
Las buenas noticias El día que se practicaron el examen de embarazo, a pesar
del frío que hacía ese día en Bogotá, Gustavo sudaba de los nervios. Ante la
ansiedad de la pareja, Luisa, la secretaria, les sugirió dar una vuelta
mientras salían los resultados. Gustavo dijo que prefería esperar.
Casi tres horas después y tras confirmar varias veces los resultados,
Lucena, junto con su equipo científico, lanzó la buena noticia: “Mi china,
estás embarazada”.
El inicio de la aventura empezó con la primera ecografía cuando detectaron
dos sacos embrionarios. Quince días más tarde repitieron la ecografía y
encontraron uno más. Todos lloraron de emoción. “Eso para mí fue la bendición
más grande del mundo”, cuenta Gustavo.
“Yo miraba la pantallita, me tapé la boca y me asusté mucho. Porque la parte
económica de nosotros daba para uno o si se podía para dos, pero no para tres.
El susto fue muy grande. De hecho, no hablamos como en seis horas. Él me
miraba, yo lo miraba, pensábamos en todo lo que se nos venía encima”, comenta
Diana.
Con el paso de los días llegó la calma. Los bebés se desarrollaron con
normalidad hasta el sexto mes cuando fue necesario practicar una cesárea el
pasado 15 de febrero. Sin embargo, su nacimiento no revistió ninguna
complicación para la madre o los niños.
Según Lucena, el éxito del tratamiento no solo consistió en que la paciente
requirió dosis menores de hórmonas en comparación con
medicamentos, sino el haber utilizado la vagina como
incubadora natural.
Por otra parte, las madres tienen más estabilidad emocional al saber que
ellas no se separan nunca de sus embriones, porque son ellas precisamente las
que sirven de incubadoras.
¿Qué es Invo? El estudio y diseño de este
procedimiento de fertilización asistida comenzó hace veinte años en Francia y
desde entonces ha sido liderado por el profesor Claude
Ranoux, quien sigue avanzando en sus investigaciones.
El procedimiento Invo consiste en permitir la
unión de espermatozoides y óvulos dentro de una microcámara
que se introduce en la vagina durante tres días. Los
análisis realizados por el científico determinaron que la vagina
tiene exactamente la misma concentración de gases, humedad y temperatura que
las incubadoras artificiales que se utilizan para ayudar a la incubación de los
embriones desarrollados gracias a la fecundación in vitro.
Una vez se cumple el término (tres días), se retira la cámara y se hace el
estudio de los embriones para saber cuáles están en mejores condiciones. Luego,
se transfieren máximo dos al útero de la paciente.
Pasados diez días, se le practica una prueba de sangre a la mujer para
detectar la presencia de la hormona gonadotropina coriónica
(HCG), la cual sólo se manifiesta si hay un embarazo.
Oxígeno de vida.
El médico Elkin Lucena sugiere a las mujeres que
se hacen el tratamiento Invo, el uso médico de la
oxigenación hiperbárica; es decir, ingresar a una
cámara con oxígeno a presiones por encima de la atmosférica. “Este oxígeno lo
toma el pulmón, lo reparte por el torrente sanguíneo a los diferentes órganos,
produciendo una regeneración de tejidos. El ovario va a recibir una excelente
oxigenación produciendo angeogénesis; esto es, la
formación de nuevos vasos para mejorar la circulación venosa arterial del
ovario y del útero”, afirma el especialista.
Según el experto, con este recurso se mejora la calidad de los óvulos y del
endometrio para la implantación del embrión. Se necesitan mínimo 7 sesiones y
máximo 12. La última se realiza el día anterior a la aspiración de los óvulos.
Causas de la infertilidad.
Las disfunciones reproductivas afectan al 45 por ciento de hombres y
mujeres, según la Organización Mundial de la Salud. La presencia de
complicaciones en las mujeres se debe en su mayoría a factores de origen tubárico, es decir, inflamaciones, obstrucciones y daños
que producen las enfermedades sexualmente transmisibles a las trompas: sífilis,
blenorragia y clamidia, entre otras.
De la misma manera sucede con los hombres en sus conductos deferentes.
La función reproductiva también es inhibida por enfermedades como la
endometriosis, que consiste en la aparición y crecimiento de tejido endometrial fuera del útero, sobre todo en la cavidad
pélvica como en los ovarios, detrás del útero, en los ligamentos uterinos, en
la vejiga urinaria o en el intestino.
150 millones de parejas, aproximadamente, son infértiles en el mundo y más
de 99 millones no pueden acceder a un tratamiento de fertilidad