CALI Jonathan Andrés Cuéllar fue uno de los
primeros en llegar al coliseo del Pueblo en Cali. A las 5:30 de la mañana llegó
con su papá desde el barrio Laureano Gómez, en el oriente de la ciudad, para
cumplir la cita.
“Así consigo la libreta militar y empleo”, dice el muchacho, de 18 años, que
llegó con su papá desde Caquetá.
Es uno de los que a través del servicio social como auxiliar de Policía
regular quieren aprovechar la estrategia con la que se
busca arrebatarle a la violencia a aquellos chicos que no han caído en manos de
grupos al margen de la ley.
Ayer se inició la primera fase que busca incorporar a 1.500 de los 3.000
jóvenes, entre los 18 y 26 año,, que además reforzarán
la seguridad en la ciudad.
Muchos llegaron solos, pero a otros sus madres no los perdían de vista. Ema Sierra madrugó con Jeferson,
el mayor de sus hijos, para buscarse un cupo.
“Él quiere ingresar porque puede aprovechar además el curso del Sena y
estudiar sistemas o salud ocupacional. Al principio me dio susto, pero creo que
será bueno”, dice la señora, quien asegura que es una forma de alejar a su
muchacho de las drogas que circulan en las esquina de Talanga.
“Lo que se busca es que estos jóvenes de estratos 1 y 2 en situación de
vulnerabilidad no se inicien en delitos y tengan la oportunidad de incorporarse
en procesos productivos”, dijo la secretaria de Gobierno, Eliana
Salamanca.
La iniciativa, que cuenta con el respaldo de la Presidencia de la República,
establece que los jóvenes cumplirán con el servicio obligatorio como auxiliares
durante un año y la formación del Sena.
Lucero Rengifo, directora de la fundación social que lleva su nombre y
trabaja con 230 menores de 14 años del sector de Charco Azul, dice que hay que
precisar si el programa llegará a jóvenes que han pertenecido o pertenecen a
pandillas, que tienen antecedentes penales, pero que están dispuestos a salir
de ahí.
Pero la teniente de la Policía, Sol Leidy Cano,
dice que el programa está dirigido a muchachos con un nivel de escolaridad
mínimo de noveno grado, sin antecedentes penales ni vínculo laboral.
Wilmar Hurtado se fue con la duda si los tatuajes
que tiene serán un impedimento para buscar la libreta. “Terminé mi
bachillerato, pero para buscar trabajo la exigen y yo necesito producir porque
mi mamá tiene cáncer”, dice el joven de 18 años.
La de ayer fue la primera jornada de inscripción. En febrero se hará la segunda
jornada. La meta es que en marzo estén seleccionados los primeros 1.500 que
recibirán instrucción durante seis meses y luego prestarán el servicio como
auxiliares un año. “Durante el día prestan servicio social y en la noche se
capacitan en el Sena”, explica la oficial.