El aumento de casos de esta enfermedad, la mayoría entre menores, deja serios interrogantes sobre la efectividad del sistema de salud en materia de vacunación.
La tos ferina -una enfermedad producida por la Bordetella
pertussis, una bacteria contra la cual hay vacuna
desde 1940- vuelve a evidenciar las grandes grietas que el sistema sanitario
colombiano tiene en el campo de la salud pública.
Las cifras son dicientes: mientras en el mundo la incidencia de este mal es
de 3,6 casos por cada 100.000 habitantes, en el país es de 5,68 entre la
población en general y de 38,6 entre menores de 5 años, y entre los menores de
1 año la tasa sobrepasa los 157 casos por 100.000 habitantes.
El asunto toma visos de gravedad cuando se encuentra que en este último
grupo (el más vulnerable de todos), por cada 100.000 habitantes, Bogotá
registra 371 casos, y departamentos como Caldas, 320; Antioquia, 306, y Huila, 258.
Pese a que las autoridades sanitarias dicen tener cobertura casi universal
en salud y, en teoría, niveles efectivos de vacunación, algo, sin duda, está
fallando.
Vale la pena anotar que los sistemas de vigilancia y el Ministerio de Salud
atribuyeron estos aumentos a una tendencia mundial de ocurrencia temprana de la
enfermedad entre menores de 2 meses y a un mejoramiento de la capacidad para
diagnosticar y confirmar casos. Un argumento que no alcanza para explicar las
vergonzosas estadísticas nacionales.
Hay que empezar por decir que cualquier análisis epidemiológico deja sentado
que esto no es más que el fruto de la persistencia de esquemas incompletos de
vacunación para esas edades. A eso hay que sumar una incontable población de
adolescentes y jóvenes que nunca fueron vacunados y que en tales circunstancias
hoy representan un riesgo para los niños más pequeños.
La tos ferina es una enfermedad peligrosa y mortal. En lo corrido del año ha
matado a cerca de 50 personas, la mayoría niños menores de 5 años; de ese
total, 23 fallecimientos se han presentado en Bogotá, casi el doble de los
casos registrados en el 2011, cuando en todo el año se reportaron solo 14.
Las consecuencias para la población son insospechadas. En lugar de
justificar la situación culpando a los demás (incluidos los padres de familia),
las autoridades sanitarias nacionales y locales deben desplegar de inmediato
todas las medidas de control epidemiológico para cercar la enfermedad.
Resulta curioso que el mismo Ministerio de Salud y el Instituto Nacional de
Salud planteen que, ante un caso real o confirmado de tos ferina, "es
necesario realizar un monitoreo rápido de coberturas de vacunación y refuerzos
en todos los menores de 6 años de edad, en un radio de nueve manzanas alrededor
del domicilio del caso y vacunar a todos los niños susceptibles, mayores de 6
semanas y menores de 6 años de edad".
Lo anterior aparece consignado -junto con otras medidas de choque, como el
aislamiento de los niños no vacunados o con esquema incompleto- en la circular
externa conjunta número 9 del 2012 del Ministerio y el Instituto.
Que se sepa, solo Bogotá ha emprendido la necesaria búsqueda de los niños
sin vacuna casa por casa. Esta tarea ha puesto en evidencia que las EPS,
responsables también de esta misión, la han dejado de lado y desprotegido así a
sus menores afiliados, con el agravante de que tampoco facilitan sus bases de
datos para que el Distrito asuma la labor.
Lo inaceptable es que, mientras se discute otra vez si se reforma el sistema
de salud o no, este hace agua a la vista de todos, hasta en lo más elemental:
la aplicación de una vacuna muy barata, que existe hace más de 70 años.