Dos apuestas para salvar de la
extinción a las tortugas marinas
Por:
JAVIER SILVA HERRERA | 10:34 p.m. | 17 de Agosto del 2012
Programa
de introducción de tortugas marinas de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Foto: Archivo particular
Un
acuerdo comunitario en Guajira y otro de carácter académico que se desarrolla
en el Magdalena.
Todas
las tortugas marinas sin excepción, incluyendo las seis especies que pueden
verse en las costas colombianas, están en vías de extinción.
Estos reptiles, vitales para el hombre porque ayudan a sostener la pesca
artesanal e industrial, han sido duramente perseguidos en las últimas décadas,
principalmente para robar sus huevos. El biólogo Tomás Estévez dice que en solo
una playa de Centroamérica o del Caribe se podían
saquear cerca de 2 millones de huevos. Pero ese robo continuado no ha sido la
única maldición para estos animales, que tienen un diseño más antiguo que el de
los dinosaurios.
La cacería para comer su carne o hacer sopas, las artes de pesca mal diseñadas
o el uso de mallas de arrastre, en las que quedan atrapadas sin remedio, al
igual que la contaminación del mar, son otros de sus principales enemigos.
A pesar de esos problemas, hay esfuerzos para rescatarlas de la depredación.
Uno, liderado por Conservación Internacional y otro, por la Universidad Jorge
Tadeo Lozano, ambos localizados en la costa Caribe.
Wayús vigilan nidos en las
playas de la alta Guajira
En
Bahía Hondita y Punta Gallinas, caseríos wayú de La
Guajira, comer carne de tortuga ha sido tradición. El nativo Alfonso Robles
dice que cuando era adolescente, hace un poco más de 40 años, veía cómo los
cazadores cargaban camiones de estacas con cientos de reptiles, que luego eran
vendidos en Maicao y Uribia.
No había piedad: tortuga a la vista era sentenciada a muerte. En la costa, su
carne siempre ha sido considerada un manjar.
Son las 8 de la noche del primero de agosto. La luna alumbra como un reflector
el desierto guajiro y me uno a un 'ejército' de hombres que persiguen más
tortugas. La consigna es reportar cualquier individuo que llegue a las playas
de cualquiera de los dos corregimientos a poner sus huevos. Es época de desove,
y es casi seguro que encontremos alguna.
La búsqueda la encabezan 46 jóvenes indígenas que hacen bromas en wayunaiki, su lengua, y que están organizados en dos
grupos. Veintiséis de ellos patrullan un sector de Bahía Hondita y los
restantes recorren las playas de Punta Gallinas, cerca del faro de la Armada
que señala el punto más 'nórdico' de Suramérica.
Caminan a buen ritmo y sin hacer ruido. Los más optimistas creen que se nos
podría aparecer una tortuga laúd, la más grande del mundo. Otros dicen que si
vemos una caguama estaremos bien servidos. Sigo el paso de Wilford
Arends, uno de los cuatro monitores que comandan a los
jóvenes, quien relata que sus hombres, entre el 2009 y el 2011, han encontrado
39 nidos y 4.575 huevos.
Este año van pocos, pero el 2 de agosto encontraron una tortuga caguama en
pleno desove, un hallazgo muy celebrado porque rompió con varios días de patrullaje
sin ver reptiles.
"Luego de que la tortuga deja sus huevos enterrados, los enrejamos para
evitar que sean robados. Calculamos el peso de la hembra, la medimos y
esperamos a que en dos meses nazcan los tortugos",
dice Arends.
¿Cuidar? ¿Proteger? Ahora en la alta Guajira, y cada
vez con más frecuencia, se están conjugando estos verbos que Wilford pronuncia en español con orgullo. Matar y destajar
tortugas es por ahora un asunto del pasado.
Los patrullajes, apoyados por las 98 familias que pueblan ambos caseríos, hacen
parte de un Acuerdo por la Conservación, liderado por las organizaciones
Conservación Internacional, Cerrejón, Corpoguajira y
el Fondo para la Acción Ambiental y la Niñez. Es el único de su tipo aquí -ya
se reproduce en Bahía Solano (Chocó), Amazonas y Nariño- y ha logrado
contrarrestar la cultura gastronómica predadora de estas comunidades.
Cuidan tortugas en un intento por preservar los recursos propios, y también por
una recompensa. "Hay incentivos: anualmente, cada grupo de tortugas
conservado es avaluado (cada una puede costar, mínimo, 300.000 pesos), y, a
cambio, la comunidad recibe un beneficio acordado entre sus miembros",
explica el biólogo Alejandro Rosselli, coordinador
del acuerdo.
El año pasado, decidieron cambiar su compromiso por tejas para reforzar sus
viviendas y tanques para almacenar agua. Este año, por las tortugas que los wayús cuidarán hasta noviembre, estrenarán redes de pesca,
en las que esperan que ninguna quede enredada.
Marcas
satelitales para seguir su rastro
A
esta hora, 'Colombianita' se mueve por todo el mar Caribe sin mayores
tropiezos.
Partió de Colombia en diciembre del 2010 y ha hecho honor a su condición de
migratoria innata: ya tocó mares de Belice, Honduras, Nicaragua, Costa Rica,
Panamá e incluso de la Península de Yucatán, en México, sin que, aparentemente,
muestre señales de querer detenerse.
Es afortunada. Muy pocas tortugas marinas en el mundo logran acumular dos años
de recorridos sin contratiempos. Sin que una red de pesca las atrape y las
ahogue, o sin que su digestión termine hecha trizas por una bolsa plástica que
tragaron pensando que era una medusa.
'Colombianita' no lleva una vida fácil, pero es uno de los ejemplares bandera
del Programa de Conservación de Tortugas que lideran la Universidad Jorge Tadeo
Lozano y Petrobras, que reproducen ejemplares en
cautiverio para luego liberarlos cuando han cumplido un mínimo de 6 meses.
Esto, para tratar de disminuir la alta mortalidad que las afecta en los
primeros días de vida. Se sabe que de cada 1.000 que nacen en la playa, solo
una sobrevive y se hace adulta mar adentro. En los últimos cinco años, la
universidad ha logrado llevar al océano 1.017 juveniles de las especies caguama
y carey; esta última, en grave situación. Como 'Colombianita', algunas llevan
transmisores satelitales para seguir sus trayectorias. Otras son marcadas con
placas de identificación que han permitido localizarlas en islas del Rosario y
en Nicaragua.
De acuerdo con la bióloga Aminta Jáuregui, directora
del programa, voluntarios de la Tadeo Lozano y campesinos costeños
son los que monitorean las playas de un largo tramo del Magdalena, entre Mendihuaca y Don Diego, en busca de alguna tortuga hembra
en plena anidación, un evento natural que cada vez es más difícil apreciar.
Generalmente las tortugas entierran sus huevos en la arena y luego de dos o
tres meses nacen entre 70 y 100 crías que deben esquivar a los cangrejos o los
zarpazos de aves que permanecen al acecho.
Es ahí cuando entra en acción el proyecto universitario y les da una mano:
algunos de los los huevos son trasladados a un tortugario del acuario Mundo Marino, de Santa Marta.
Cuando eclosionan y nacen las tortugas bebés, allí mismo inician su fase de
levante. Después de alcanzar tallas que las hacen más fuertes, son liberadas en
el mar.
"Hay investigadores que han visto nuestras tortugas liberadas en Florida
(Estados Unidos). Esto no demuestra la necesidad de aplicar medidas de
protección regionales. No sacamos nada protegiéndolas en Colombia, si en el
resto del continente no se hace nada", explica Jáuregui.
Seis
especies en peligro
En
Colombia es posible ver seis especies de tortugas marinas: la tortuga laúd, la
carey, la tortuga verde ('Chelonya mydas'), la caguama o cabezona ('Caretta
caretta'), la tortuga lora ('Lepidochelys
olivacea') y la tortuga negra ('Chelonya
mydas agassizii'). Todas,
en extinción, a pesar de que controlan las poblaciones de algas que ahogan los
arrecifes y también comen medusas, que de salirse de control, acabarían con los
huevos de los peces. Sin tortugas, la pesca no sería sostenible.
Javier
Silva Herrera
Redacción Vida de Hoy