Se estima que, de continuar esta tendencia, para el 2025 un adulto de cada
diez la tendrá. En ese escenario, la prevención cobra especial importancia,
sobre todo en lo relacionado con la alimentación de quienes la sufren.
Especialistas en el tema, como la nutricionista Isabel Medina, explican que
estas personas deben fraccionar sus comidas (tomar entre 5 y 10 pequeñas al
día).
De igual modo, tienen que evitar el azúcar, la panela, los bocadillos, las
mermeladas, la gelatina y la miel de abejas, entre otros azúcares refinados,
así como la sal, las grasas trans (las que se
encuentran principalmente en alimentos industrializados, tras ser sometidos a
procesos de hidrogenación) y el alcohol en exceso.
Esto hace que, al final del día, la alimentación de las personas con
diabetes sea saludable: “De hecho todos –asegura Medina–
deberíamos llevar una dieta similar para evitar complicaciones de salud. No se
trata, claro está, de dejar de comer rico, sino de controlar las cantidades,
las porciones y la frecuencia”.
Incluso a los diabéticos, y salvo que haya complicaciones renales, ya no se
les prohíbe el consumo de frutas como el banano, el mango o la manzana; más
bien se les aconseja ser muy estrictos con las cantidades: la mitad de la
porción normal.
Por otra parte, sí pueden incluir cereales (avena, maicena, harina de
trigo), papa, yuca, arracacha, plátano y granos y leguminosas (fríjol,
garbanzo, lenteja y arveja).
Ana María Perilla, médica internista de Centro de Excelencia para el Manejo
de la Diabetes (Cemdi), dice al respecto que “si no
se vigila la dieta es muy difícil que solo con los medicamentos un paciente
pueda controlar su diabetes. A largo plazo vienen complicaciones, como los
daños oculares, coronarios, renales y en las extremidades”.
Bien lo dice Paola Córdoba, de 20 años y diagnosticada con diabetes tipo I
hace 15 años. “Para un diabético, una dieta controlada se traduce en una mejor
calidad y mayor de mayor expectativa de vida”.