Todo lo que tiene que saber
sobre las drogas sintéticas, un ‘viaje’ hacia lo desconocido
Las drogas
sintetizadas en laboratorios clandestinos combinan muchos químicos con efectos
severos en el sistema nervioso. Actúan como desinhibidores
sexuales e inducen al contacto íntimo. Sobredosis y mezclas con licor o
cocaína, coctel mortal.
Las “violafácil”. Así las llaman en el oscuro mundo de las
drogas sintéticas. Unas pastillas de colorcitos y tiernas figuritas. Un líquido
incoloro e insaboro. Unpolvillo rosadito
que se camufla fácil en una bebida.
Pero esas pastillitas de apariencia inofensiva y hasta tierna son
estimulantes del sistema nervioso central que afectan la forma de pensar,
sentir y actuar de quien las consume. Incluso, alteran su comportamiento sexual
llevándolo al desenfreno total.
Esas son las sustancias con las que se animan las fiestas electrónicas o
‘after party’ de los chicos y las chicas ‘bien’. Los
promotores de estas rumbas alquilan enormes fincas en el Lago Calima o casas
desocupadas en Ciudad Jardín. Allí una fiesta puede empezar un viernes y
terminar un lunes festivo. En el lago pueden asistir hasta 3.000 personas que
fácilmente pueden ‘despertar’ un martes luego de un eufórico fin de semana. Y
allí pasa de todo.
Ese desmadre obedece a uno de los principales problemas de las drogas
sintéticas: que no se
sabe exactamente qué sustancias químicas contienen. Los productores hacen
combinaciones y mezclas extrañas para producir sensaciones nuevas que seduzcan
a los jóvenes. Es realmente un viaje a lo desconocido. No hay una fórmula para
prepararlas. Cada ‘chef las adoba’ a su manera. Por eso, así tengan el mismo
nombre, producen efectos distintos.
Delia Hernández, directora del Centro de Rehabilitación Fundar del Valle,
donde ha atendido pacientes europeos, dice que en ese continente, cada vez más
jóvenes van a los laboratorios y piden su droga a la carta: “quiero que tenga fenilefrina, anfetamina, menfetamina”
y se las diseñan a su gusto. Son las ‘drogas de diseño’.
En Colombia las más conocidas son las derivadas de las anfetaminas, como
metanfetaminas, fenilefrina, metilenedioxianfetamina,
o éxtasis o Mdma. Esta altera la producción de
noradrenalina, dopamina, serotonina, entre otros neurotrasmisores
generadores de las sensaciones de placer. Especialmente los de la serotonina,
que afectan el estado anímico, el control de los impulsos, la alimentación y el
sueño.
Este estimulante produce aumento del tono anímico o sea de la alegría.
“Es una droga entactógena, es decir, que causa deseo
de tener contacto físico con otras personas. Por eso actúan como desinhibidores sexuales”, dice la psiquiatra Delia
Hernández.
Pero en el mercado ilegal circula mucha droga sintética de composición
desconocida. Lo único claro es que son estimulantes del sistema nervioso
central que dan una sensación de felicidad. El consumidor entra en un estado de
excitación a la enemésima potencia, en el cual tiene
alucinaciones visuales y auditivas. Unos dicen que ven a Dios, otros que los
árboles caminan. En fin.
Y no les da sueño nunca. Se tornan hiperactivos e incansables. Se
recargan de energía inagotable. Por eso resisten la rumba electrónica, donde la
música empieza suave, normal. Pero a medida que avanza la noche, el DJ le va
aumentando el volumen y el ritmo al ‘pum pum’, que se asimila al latir del
corazón, más y más hasta llegar a una especie de “orgasmo” sensorial.
La música, sintetizada en un estudio como la droga en un laboratorio
ilegal, aporta al éxtasis total. O mortal si la mezcla con licor, bebidas
energizantes o hay sobredosis, porque aumenta el ritmo cardiaco hasta colapsar.
En ese ámbito todos entran en euforia total, la
realidad no existe, el resto del mundo no importa y el vendedor ofrece el
estimulante como pandebono. En Cali se venden desde a
$40.000 hasta $100.000.
Porque son alucinógenos que dan estatus, que marcan la diferencia con
aquel al que solo le alcanza para un varillo
(marihuana) o un pase (cocaína o bazuco). Los nombres
lo indican: las pastillitas llevan marcas sugestivas mundialmente reconocidas
del universo ‘fashion’: Louis Vuitton, Love Story, Ferrari, Cupido, M&M, Apolo.
“Si el consumidor está en un ‘after party’
donde hay calor excesivo y está saltando, puede presentar una pérdida de
control del centro regulador de la temperatura corporal y sufrir una
hipertermia severa o aumento exagerado de la temperatura corporal y quedar en
cuidado intensivo”, explica la psiquiatra Hernández. Es como si fallara el sistema
de refrigeración de un carro y el motor se recalentara hasta fundirse. Esta es
la mayor causa de muerte en el mundo por drogas sintéticas.
Las pastas producen mucha sed, demasiada sed. El consumidor va al baño y
‘coincidencialmente’ no hay agua. Es parte del negocio: venderla carísima
porque es un asunto de vida o muerte: una botella puede costar $8.000 o
$10.000. Otro efecto es una contracción mandibular que los pone a masticar. Por
ello si están en una rumba electrónica siempre llevan un bombón para disimular
o controlar este movimiento involuntario. Son las llamadas “fiestas del
bombón”.
Pasado el efecto produce una resaca y una depresión profunda. A largo
plazo el éxtasis conlleva alteraciones en el control de impulsos y depresión de
difícil manejo. Experimentos con primates han demostrado que daña el sistema serotoninérgico, los terminales nerviosos de neuronas
productoras de serotonina, que son las de la felicidad. Efecto contrario al
buscado al consumirlas.
Drogas sintéticas: son drogas fabricadas o sintetizadas en laboratorios
clandestinos con mezcla de sustancias químicas con la intención de producir
cambios neuroquímicos en el sistema nervioso central. Por ejemplo, el éxtasis o
MD-MA, es una de las más populares.
Semisintéticas: son aquellas que partiendo de una
sustancia natural, han sufrido una transformación química. Por ejemplo, la
heroína, que es derivada de la morfina.
Inhalables: son sustancias químicas hasta más
riesgosas por la forma como la consumen los jóvenes.
Historia: La metilenedioxianfetamina, más conocida
como éxtasis o Mdma, ya había sido sintetizada antes
de 1912 con propósitos médicos para manejo de cuadros de angustia y estrés
postraumático. Sin embargo, por sus efectos secundarios nocivos, nunca se
comercializó.
En los años 80 surgió en Estados Unidos como “droga recreativa” y en los
años 90 llegó a Colombia.
Riesgos: Así el consumidor de estimulantes sintéticos tome mucha agua o
bebidas energizantes, si se bajan los niveles de sodio en el organismo (hiponatremia), la persona convulsiona y puede entrar en
coma y llegar hasta la muerte.
Si se mezclan con alcohol o cocaína hay un riesgo de toxicidad cardíaca
que puede conducir a arritmias y problemas del corazón y morir. Un peligro
inminente considerando que el consumidor de drogas sintéticas es consumidor de
otras drogas.
Los especialistas en farmacodependencia afirman
que casi nunca hay un caso de consumo exclusivo de drogas sintéticas. La mayoría
de pacientes son de policonsumo, es decir, son
adictos a marihuana, cocaína, bazuco o heroína y el
fin de semana pasan a las pastas.
A estas llegan por experimentar, como empezaron con las otras sustancias.
Quisieron probar algo diferente y desarrollaron la adicción. Además, no implica
gasto, pues el primer contacto siempre es porque se la ofrece un grupo de
amigos.
Luego vienen los consumos esporádicos, pero cada día hay más adolescentes
y jóvenes que caen en el abuso y la dependencia de las pastas. “Ya el consumo
no es solo ‘recreativo’, sino que las toman solos en el ambiente académico, en
la casa, en el trabajo y empiezan a descuidar sus responsabilidades”, dice
María Fernanda Ortiz, trabajadora social de la Corporación Caminos, entidad
rehabilitadora en farmacodependencia.
Los terapistas insisten en que es muy raro
hallar un paciente en el que las pastillas sean la droga de alto impacto. En el
policonsumo, las sintéticas aparecen al final, es
decir, después de otros alucinógenos. De 1.700 pacientes que atiende al año la
Corporación Caminos por distintas adicciones, entre un 30 y un 40 % han probado
alguna vez una droga sintética.
Los pacientes con abuso o dependencia de drogas, incluidas las
sintéticas, siempre revelan una carencia afectiva familiar, ya sea por defecto
o por exceso. Hay casos de ausencia y abandono, pero los hay de los que lo
tienen todo, que no alcanzan a desear nada porque sus padres ya se lo tienen o
les resuelven todo. Así no desarrollan tolerancia a la frustración y al menor obstáculo,
caen en la tentación y muchos desarrollan la adicción.
Además, son jóvenes que salen los fines de semana pero los padres no
verifican a dónde van ni con quién; les dan permisos de ir a fiestas pero sin
control de hora de llegada ni saben en qué condiciones regresan y generalmente
les validan el consumo de alcohol y/o cigarrillo, amparados en que son legales,
dicen las sicólogas de las entidades.
Pero esos padres desconocen que el alcohol y/o cigarrillo son la puerta
de entrada a otras sustancias ilegales. Son los que dicen: “No entiendo porqué
me hizo esto si lo ha tenido todo” o “él es muy irresponsable, me quiere matar
(con su comportamiento)”.
“Pero cuando la sicóloga les pregunta qué diferencia hay entre que él
(papá) se tome cinco copas para poder salir a bailar y su hijo consuma una pepa
para salir a saltar a la pista de la fiesta electrónica, si el efecto es el
mismo, no aceptan ese cuestionamiento”, dice Ortiz.
Es cuando estos padres le buscan peros al tratamiento, inventan excusas
para no seguir asistiendo al proceso y hacen alianzas con el hijo para ello. La
expresión característica de estos padres de familia es “aquí le traigo este
muchacho para que me lo arregle y me lo devuelva bien juiciosito, como era
antes”, pero sin asumir ellos ningún compromiso.
La mayoría de los consumidores de las drogas sintéticas están entre los
18 y 25 años, seguidos de los jóvenes entre los 14 y 17 años.
Generalmente son de estrato 3 en adelante. Los remiten de los colegios,
pero hay mucho alumno de universidades privadas, muy involucrados en la rumba
del fin de semana. “Es muy raro encontrar un consumidor de pastas de estrato 2
hacia abajo y jamás se ve un caso de un alumno de Univalle”,
dice una de las fuentes.
Otra fuente disiente y dice que sí es un lujo de los estratos medios y
altos, pero que los bajos también lo hacen porque la oferta es cada vez mayor y
los costos bajan para competir.
Los consumidores de drogas sintéticas son difíciles de detectar porque su
apariencia es “muy normalita”. No llevan cortes de pelo exóticos, ni el
tatuaje, ni el piercing o la ropa llamativa. No, viven bien camufladitos.
Otra característica de las drogas sintéticas es que no producen efectos
físicos visibles por lo cual es cada vez más difícil detectar a los consumidores.
Escasamente se puede apreciar una pupila dilatada y si llega de una fiesta y
sigue despierto, es una señal.
“Solo unos padres que conozcan bien a su hijo adolescente, podrán
detectar los cambios en sus comportamientos”, dice María Fernanda Ortiz,
trabajadora social de la Corporación Caminos y con quince años de experiencia
clínica en adicciones.
Un consumidor experimental puede probar una pasta en una noche, pero uno
que ya haya adquirido el hábito puede tomar hasta 6 y 7 pastas en ese lapso. “Es
cuando viene la sobredosis y el joven pierde el sentido, presenta dificultad
respiratoria y vómitos y puede convulsionar hasta ocasionarle la muerte”, dice
Ortiz.
En Cali no se conocen casos de muerte por esta causa. Pero los expertos
consideran que hay un subregistro porque en las EPS no les hacen prueba de
orina que es el método más confiable para detectar qué sustancia consumió el
paciente.
Por esa razón el diagnóstico es que murió de un infarto a “temprana
edad”, que tenía una falla cardíaca congénita o que murió de un accidente de
tránsito por exceso de velocidad a la madrugada, pero no se investiga bajo qué
efectos manejaba.
A las terapias van más hombres que mujeres. No significa que haya menos
consumidoras. Lo que sucede es que en el género masculino es más detectable
porque tienen comportamientos adictivos abiertamente más irresponsables,
mientras que las chicas tienen más control del consumo y pueden mantener una
imagen frente al ámbito familiar, social, laboral o académico.
Sin embargo, hay casos atípicos, como el de un niño de 13 años que
convulsionó y fue remitido a Caminos. Era un niño que cumplía las normas, tenía
un rendimiento académico normal y jamás había tenido contacto con consumidores
ni con expendedores.
Solo que a él le daba mucho sueño en clase. Entonces un amiguito le hizo
el favor de llevarle unas pastas que el siquiatra le había medicado a su
abuelita. Un día el niño convulsionó en el colegio y fue cuando sus padres y
profesores se enteraron del diagnóstico: llevaba 9 meses consumiéndolas.