Está claro: debemos ahorrar agua, no solo por la presencia del fenómeno del
Niño, que reducirá las lluvias hasta el próximo año, sino por economía. Pero
siempre se nos ha dicho que debemos tomar duchas cortas, cerrar l
os grifos, no lavar los carros ni regar las plantas
con mangueras. También, que cerremos la llave mientras nos cepillamos los
dientes.
Pues esta es parte de la verdad, no toda. El agua también se despilfarra
cuando consumimos o compramos en exceso productos que están lejos de ser
aparentemente líquidos. Por ejemplo, un par de zapatos.
Esto es lo que plantea la 'huella hídrica' o 'huella del agua', un indicador
que comenzó a ser muy promocionado por la Organización de Naciones Unidas (ONU)
en el 2009, inventado por el holandés Arjen Hoekstra, de la Universidad de Twente.
Hasta hace unos años, siempre se habló de la huella de carbono (la cantidad
de gases de efecto invernadero emitidos) o de la huella ecológica (el número de
recursos naturales usados para sustentar la demanda de consumo), pero la
hídrica es igual de importante, más si se tiene en cuenta que del total de agua
del planeta, menos del 1 por ciento es potable y potencialmente consumible por
los humanos.
En síntesis, es una medición que nos hace reflexionar sobre la cantidad de
agua que utilizamos para sostener nuestro nivel de vida y que se extrae de ríos,
lagos o acuíferos (aguas superficiales y subterráneas) y que usan la
agricultura, la industria y el sector doméstico para fabricar bienes, así como
el agua de lluvia utilizada para los cultivos.
Para que en Colombia se tenga muy en cuenta, el Ministerio de Ambiente acaba
de lanzar una promoción que busca que la ciudadanía sepa que muchas cosas están
hechas a base de agua y que debemos controlar su consumo para ahorrar el
líquido. Especialmente, en medio de un fenómeno del Niño que reducirá la oferta
hídrica.
Cada día, una sola persona puede gastarse entre 2.000 y 5.000 litros de agua
(de 2 a 5 metros cúbicos), al demandar bienes que en su fabricación usan
grandes cantidades. Por ejemplo, para hacer una camiseta de algodón se gastan
4.000 litros de agua. Este indicador recalca que, así sea de forma indirecta,
estamos gastando esa cantidad del recurso cada vez que compramos una. Hacer una
hoja de papel requiere 10 litros. Una bolsa de plástico, 185 litros; un kilo de
carne, 15.000 litros, y una taza de café, 140 litros.
"Un 90 por ciento del agua que gira alrededor de la vida de una persona
se destina a su alimentación y aseo personal, pero sabemos que su vestuario le
implica el 10 por ciento del total del líquido consumido", dijo Mary Luz Mejía, presidenta de la Asociación Colombiana de
Ingeniería Sanitaria y Ambiental (Acodal). "Por
eso, como una estrategia para enfrentar la amenaza de escasez de agua en el
futuro, los hogares y empresas del país deben tomar conciencia sobre la urgente
necesidad de aplicar este modelo", agregó Mejía.
Según la experta, Colombia debería crear la Agencia Nacional del Agua para
que se maneje integralmente el recurso hídrico. "Esta es la clave para
emprender macroproyectos que nos permitan almacenar agua en las épocas de
invierno y que esa agua almacenada nos sirva para surtir los acueductos en la
época de sequía", explicó.
Para calcular la huella hídrica de los países, se toman en cuenta estos
factores: el volumen total del consumo (nivel de riqueza del país) y los
patrones de uso del agua (un país que consuma mucha carne tendrá mayor huella
que uno con tendencia a no comerla). Por eso, si una nación usa más productos
manufacturados industrialmente, tendrá un mayor impacto hídrico.
La huella hídrica promedio mundial es de 1.240 metros cúbicos al año por
persona (1,24 millones de litros), la mitad de la capacidad de una piscina
olímpica.
Los terrícolas que más la usan para su consumo son los que habitan en
Estados Unidos (allí, cada persona gasta un poco más de 2.000 metros cúbicos al
año), Grecia, Malasia e Italia; los italianos usan 1.400 metros cúbicos por
persona al año.
En este punto, Colombia aparece muy lejos de esos volúmenes, ya que aquí
cada persona gasta aproximadamente al año 700 metros cúbicos. Pero cuando se
habla de las naciones que más la usan para producir sus bienes y servicios,
aparecen India, China, Indonesia, Brasil, Rusia, Pakistán, Nigeria, Bangladesh, México y Tailandia en los primeros lugares, con
cerca de 1.000 kilómetros cúbicos por año. En este aspecto, el país aparece en
el punto 38 en el mundo, con un consumo cercano a los 400 kilómetros cúbicos
por año.
Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), la presión mundial que se
ejerce sobre los recursos de agua dulce va en aumento como resultado de la
creciente demanda de bienes cuya producción es intensiva en el uso del líquido,
como lácteos, azúcar y algodón. Una persona promedio utiliza 70 gramos de
azúcar por día, equivalente a 100 litros de agua.
A nivel global, se ahorra agua al exportar productos agrícolas de regiones
con alta productividad hacia regiones con baja productividad. El consumo de
agua por persona contenido en nuestra alimentación varía según el tipo de
dieta. Desde 1.000 litros al día para una dieta de supervivencia, hasta 2.000
litros para una vegetariana.
Los cultivos son los que más la usan
En Colombia, la máxima huella hídrica la tiene el sector agrícola (acumula
el 81 por ciento), muy por encima del acuícola, doméstico, pecuario o
industrial. Y solo pocos cultivos, principalmente el café, seguido por el
arroz, yuca, palma africana, plátano, maíz y caña de azúcar, acumulan un poco
más del 75% del consumo, especialmente de fuentes hídricas superficiales, como
un río o un lago o agua lluvia. Esta última es agua que se acumula en los
plantíos y no pasa a los ríos o los pozos, lo que impide que sea usada por el
hombre.
Para el Fondo Mundial para la Naturaleza, uno de los cultivos que deben
estar en la mira de las instituciones colombianas es el de la palma africana,
que aumenta todos los días.
Según Fedepalma, en Colombia ya hay más de 400.000
hectáreas de esta planta, que ubican al país como uno de los mayores
exportadores de aceite de esta especie en el mundo, después de Malasia,
Indonesia, Nueva Guinea y Tailandia.
Para François Münger,
jefe de sección de iniciativas de agua de la Agencia Suiza para el Desarrollo y
la Cooperación (Cosude), la huella no necesariamente
se deja donde se vive. Los bogotanos, por ejemplo, dejan su huella en las
regiones que abastecen la ciudad con alimentos -entre otras, los Llanos
Orientales, en el caso de la comida- o en las ciudades desde donde se trae el
vestuario para sus habitantes.
Queda una pregunta: si la población aún no es consciente del agua que
desperdicia al bañarse, que ve y que paga, ¿no es muy complicado que sea
responsable frente a la que no ve y de la cual tiene un concepto virtual?
Münger dice que es difícil, pero sabe que el cambio
no se dará de un día para otro. Será progresivo y se irá haciendo más fuerte a
medida que el recurso comience a faltarnos.