Tentación privada

Hace más de 30 años Jean-Francois Revel, un filósofo francés que fungía como periodista, publicó un libro que causó escándalo en los baluartes de la izquierda mundial, ‘La Tentación Totalitaria’, en el cual sostenía que el principal obstáculo para el triunfo del socialismo no era el capitalismo sino el comunismo, con su necia dinámica de controlarlo todo a nombre del Estado, hasta terminar destruyendo el sistema político, como quedó demostrado luego. Pero ese fracaso descomunal que allanó internacionalmente el camino para la libre empresa, acabando en apariencia con todas las contradicciones sociales como si fuera la abolición misma de la historia, llevó a su vez a lo que podríamos llamar la Tentación Privada, la pretensión de que la iniciativa y el capital privados solucionan todos los problemas. Neo-liberalismo se llamó a esa figura.

Y hace estragos por doquier. El peor de ellos, la idea que empezó siendo brillante y ahora es claramente equivocada, de traspasar los criterios y los gerentes de la administración privada a la pública, cuando se trata de dos formas completamente distintas de manejo, en su concepción, en su evaluación, en sus metas; empezando porque la finalidad de la primera es el beneficio económico y la de la segunda el bienestar social, y terminando porque una concepción rentista de lo que debe ser la inversión pública es la más poderosa fuente de corrupción que se conozca. Cosa muy distinta es que los recursos públicos se manejen con racionalidad económica, que su administración sea responsable y organizada, y, por supuesto, que las empresas industriales y comerciales del Estado, sean capaces de competir con el sector privado.

Una de las enseñanzas amargas de la Tentación Privada es que no todos los problemas se resuelven con dinero, ni todos los problemas públicos se resuelven entregando su solución al sector privado. Sobre todo en Colombia donde existe actualmente una competencia entre los sectores público y privado para ver cuál protagoniza los mayores escándalos de corrupción, si es que no lo hacen al alimón. El punto central no parece ser tanto quién administra los asuntos, sino qué controles se establecen para que la administración sea eficiente y eficaz, es decir para que cumpla y obtenga resultados. Y es claro que los controles no están funcionando, a pesar de su protagonismo.

El tema de la inversión capitalista en la educación superior, que alienta el proyecto de reforma de la educación superior en Colombia, es sólo un capítulo más de esa historia. Francisco Piedrahíta, un hombre importante en el campo de la educación superior privada, que se volvió famoso por perderse en un parque varios días mientras fotografiaba pajaritos, dictó antes de su extravío una estupenda conferencia, basada en hechos y datos, sobre la educación superior con ánimo de lucro en varios países, para concluir que contrario a lo que sucede normalmente con la inversión privada, que produce artículos y servicios de calidad a precios bajos, gracias a la competencia, en el caso de la educación superior sólo produce un servicio costoso de mala calidad. Una voz autorizada del sector privado, que tiene una obra espléndida para mostrar sobre la educación superior privada sin ánimo de lucro, que deberían escuchar con más atención quienes deciden las políticas públicas. Quizás oyéndola se encubran un poco los cantos de sirena de la Tentación Privada, que inspiran el famoso proyecto, que ojalá se perdiera en algún parque