Tengo hambre

Hoy se levantaron con hambre en el mundo 400 millones de niños y, haciendo un esfuerzo enorme, 46 millones de ellos se fueron sin comer nada a la escuela.

Recientemente llegaron a visitarme a Roma mis dos hijas: Vanessa, con un hermoso par de mellizos de seis meses, y Verónica, con su niñito de dos años y medio. Por el fin de semana, y con valor de abuelo, me quedé a cargo de los nietos. En pantaloneta, me dispuse a bañarlos en la tina y a ponerles las pijamas. No sabía que esa era una aventura de alto riesgo. Mientras le quitaba a Antoine el jabón que se estaba comiendo, Alaia se deslizaba a las profundidades y cuando logré ponerla a salvo, oí las carcajadas de Lorenzo, había sumergido mi i-Pod y, de paso, acabó con la música grabada durante dos años.

Mi estimativo era darles la comida a las ocho, y a dormir. De ninguna manera. Los mellizos empezaron a llorar a gritos y a Lorenzo solo le entendí tres palabras: "Tengo hambre pan". Literalmente, lo atiborré de pan con una compota, que le encantó, pero a mí me pareció horrorosa. Luego, empecé la segunda tarea: dar dos teteros simultáneamente, pero cerraban la boca, la leche estaba muy caliente, le eché hielo y santo remedio.

A la medianoche, nuevos alaridos, cambiada de pañales y otra vez teteros, ahora al clima para evitar protestas. Nuevo escándalo a las tres y a las seis, yo ya era experto. Por la tarde los llevé a pasear al parque y más teteros a los mellizos y compota para Lorenzo. Los otros dos días se repitió la operación. Pasé 74 horas y cincuenta minutos sin dormir.

A las nueve de la mañana del lunes, con los ojos en la nuca, participé en una junta directiva crucial del Programa Mundial de Alimentos, PMA, que es la organización humanitaria más importante de la ONU y a cuya mesa directiva pertenezco. Una de las Metas del Milenio para el 2015, fijada por la Comunidad Internacional, es la de reducir a la mitad el número de personas con hambre. El fracaso ha sido lamentable: de ochocientos millones de personas hambrientas en el 2000, el mundo pasó a mil millones en el 2009, el 40 por ciento de ellos son niños. Mientras tanto, el presupuesto para compra de alimentos del PMA se había reducido en los últimos años.

Nuestra embajada ha liderado varios debates que plantean la urgencia de que el presupuesto actual se doble y el año entrante se triplique. No vamos a descansar. Solo estamos pidiendo, o mejor, exigiendo el 1 por ciento de lo que los países desarrollados asignaron para salvar al sector financiero. La nueva Directora General del PMA, Josette Sheeran, es eficiente y ya se logró el primer cambio, el presupuesto llegó a 5.400 millones de dólares, el doble del año anterior.

Para Colombia se aprobó un apoyo sin antecedentes del PMA a Acción Social para un programa conjunto de 170 millones de dólares destinado a nuestra población desplazada. En el país no podemos permitir que haya un solo niño con hambre. Se me arruga el alma cuando visito los campos de refugiados en regiones como Darfur o Camboya, en donde los niños no aprenden ni estudian porque tienen hambre y en el futuro no ayudarán a cambiar a su país porque morirán a edad temprana o no lograrán desarrollar el intelecto.

Allá también hay bebés mellizos y niñitos de dos años y medio lindísimos. Lloran de noche y no hay un abuelo que les dé un tetero y desgarran el corazón de sus padres, quienes tampoco duermen, pero no solo por el llanto de su hijos hambrientos sino porque ellos tampoco han comido.

Estoy con Lorenzo De Bianco: "Nadie nos podrá detener cuando vayamos a dar de comer a un niño con hambre".

*Embajador de Colombia en Italia

Sabas Pretelt de la Vega*