Ante
un libro titulado Secretos de la felicidad (Espasa Ediciones), uno se imagina
un manual de autoayuda. Pero no. Su autor, el reconocido psiquiatra español
Luis Rojas Marcos, no pretende hacer un recetario, sino explicar en detalle que
venimos preparados genéticamente para ser felices, que el cerebro segrega
sustancias que mantienen un estado de bienestar y que estos factores orgánicos
se complementan con los sociales y psicológicos. Todo un tratado científico
sobre la felicidad, en términos sencillos y con ejemplos que nos permiten
entendernos mejor y valorar la felicidad en su justa medida.
Según el Barómetro Global de Felicidad y
Esperanza (54 países), los colombianos son los más felices. ¿Cómo se explica,
con tanta desigualdad y un conflicto armado?
Es
interesante. La verdad es que la felicidad, entendida como la satisfacción con
la vida, es compatible con una amplia variedad de problemas. En mi opinión, la
inmunidad de los colombianos contra los problemas sociales se debe a que
inconscientemente han elegido excluirlos de la lista de factores que determinan
su felicidad. Numerosos estudios demuestran que las buenas relaciones
afectivas, sean de pareja, de familia, de amistades o por una causa común,
constituyen la fuente más rica de alegría y el mejor antídoto contra los
efectos de las desgracias. Estoy seguro de que la cohesión familiar, la
sociabilidad y la solidaridad que abundan entre los colombianos son los
principales factores que contribuyen a su alto nivel de felicidad y esperanza.
¿Cómo actúan la dopamina y la serotonina?
¿Se pueden potenciar estas sustancias?
Estas
hormonas, que inducen emociones placenteras, son activadas por múltiples
estímulos. Por ejemplo, el ejercicio aumenta la producción de estas endorfinas.
En personas con depresión, la dopamina y la serotonina se potencian con
fármacos. No obstante, sentimientos tan complejos como la felicidad no se
reducen a una reacción química concreta ni se localizan en una parte
determinada del cerebro. Numerosos factores físicos y psicológicos innatos y
adquiridos, así como fuerzas sociales, se interrelacionan y acaban moldeando
nuestra disposición emocional. Esto explica que experimentemos y expliquemos
nuestra felicidad de formas tan diferentes.
¿Cómo opera el “instinto de la felicidad”?
El
motor de la evolución es la selección natural, mediante la cual nuestros genes
seleccionan los atributos más útiles para sobrevivir. La conservación de un
nivel suficiente de felicidad es un atributo necesario para la supervivencia de
la especie. Por tanto, el instinto de felicidad es una tendencia programada en
nuestros genes, que nos hace pensar que vivir vale la pena.
¿En qué medida somos responsables de ser
felices?
Todos
podemos aprender a fomentar y proteger nuestra satisfacción con la vida. Es de
sentido común que el conocimiento de nuestros gustos, aptitudes y limitaciones
nos ayuda a acertar en las decisiones, relaciones y actividades que elegimos.
Por eso es conveniente diversificar las fuentes de nuestra dicha para sentirnos
menos amenazados cuando se nos hunde una faceta de la vida. También está el
sentido del humor: su función es ayudarnos a mantener una saludable distancia
emocional.
¿La gente sería más feliz si no viera
noticieros?
Los
medios nos bombardean con miserias porque saben que las historias felices,
mucho más frecuentes, no nos enganchan. Las buenas noticias no son noticia. Sin
embargo, no debemos ignorar que las tragedias captan nuestra atención porque
son aberraciones. No hay que confundir las noticias de sucesos aberrantes con
la vida cotidiana.
¿Cómo explica que en países con bienestar
alto se registren altas tasas de suicidios, sobre todo entre los jóvenes?
En
la mayoría de casos, el suicidio es la secuela más amarga de la depresión. Un
hilo conductor de desesperanza une a quienes, venciendo el instinto de
felicidad, caen en un desánimo tan profundo que se quitan la vida. Aunque
siempre me ha impresionado que detrás de las fantasías suicidas está la
aspiración de un más allá mejor.
¿El individualismo actual nos hace
infelices?
En
las sociedades individualistas, como la estadounidense, ser independiente es
una cualidad; se tiende a pensar que la persona es fundamentalmente responsable
de sus éxitos y fracasos. Por el contrario, en países como Colombia, donde
predomina el sentido de colectividad, la dependencia y la cooperación dentro de
un grupo se consideran virtudes; se piensa que los éxitos de los individuos son
consecuencia de la colaboración. En el fondo, en todas las culturas, las
relaciones afectivas aportan sentimientos de felicidad a las personas.
La actitud positiva mejora el ánimo, pero si
la realidad suele enviarnos señales negativas, ¿cómo evadir la frustración?
Trabajando
en Medicina, aprendí muy pronto que, a pesar de las enfermedades y los golpes
diarios, la esperanza abunda mucho más de lo que imaginamos y de lo que nos
cuentan los críticos sociales. De hecho, el ingrediente más eficaz del
pensamiento positivo es la esperanza.
Parar de sufrir
¿Es necesario alternar la felicidad y la
depresión?
“La
depresión es un veneno implacable de la felicidad –responde el psiquiatra español–. Muchos hemos experimentado la depresión y somos
conscientes de su capacidad para corromper nuestras vidas, pues daña la
autoestima y nos roba las ganas de vivir. Pero es importante distinguir la
enfermedad de la depresión del sentimiento normal de tristeza. Esta, pese a ser
una emoción dolorosa, es normal cuando sufrimos una pérdida, como la muerte de
un ser querido o la ruptura de una relación. En realidad, la creencia de que el
sufrimiento, físico o emocional, nos hace más resistentes o incluso felices no
tiene fundamento. Sufrir no es una condición necesaria para darle significado a
la vida, aunque es verdad que hay personas que en su lucha por superar
adversidades se descubren cualidades que desconocían”.
De Sevilla a New York
El
doctor Luis Rojas Marcos nació en Sevilla (España) en 1943 y vive en EE. UU. desde 1968, donde se especializó en psiquiatría y salud
pública. En 1992 fue nombrado jefe de los Servicios de Salud Mental de Nueva
York y dirigió, durante 7 años, el Sistema de Sanidad y Hospitales Públicos de
esa ciudad. Es miembro vitalicio de la Asociación Americana de Psiquiatría y
autor de libros que abordan temas cotidianos desde la ciencia, como ‘La pareja
rota’, ‘Las semillas de la violencia’ y ‘Eres tu memoria’.
ZULMA
SIERRA
Para EL TIEMPO